La convención del Partido Popular dio ayer el pistoletazo de salida con Margaritis Schinas, el vicepresidente de la Comisión Europea, entre los invitados. El PP pretende rearmar su programa político y convertirse en el gran partido de centroderecha que gane las próximas elecciones.

No fue casualidad que las intervenciones del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy y, sobre todo, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hicieran alusiones tan contundentes contra la derecha “populista” y “antieuropea”, recordando que el PP nunca ha gobernado “con cualquiera”.

Es verdad que, según reflejan las últimas encuestas, los populares no podrían gobernar sin el auxilio de Vox, la formación a la que iban dirigidas esas palabras. Pablo Casado debería alcanzar un apoyo cercano al 40% del electorado, como han hecho Feijóo en Galicia y Isabel Díaz Ayuso en Madrid, para poder prescindir del apoyo de la derecha populista. Un supuesto que, a dos años vista y tal y como está la correlación de fuerzas, parece complicado.

Puntos de encuentro

Pero que parezca difícil no quiere decir que sea imposible. Tampoco que la dimensión del reto obligue a tirar la toalla. EL ESPAÑOL defiende la necesidad de que tanto el PSOE como el PP se alejen de las alianzas por los extremos para buscar puntos de encuentro en la centralidad.

Podemos ha demostrado en el Gobierno que es un elemento de agitación permanente, un socio poco fiable y un obstáculo para afrontar las reformas que necesita España. ¿Alguien piensa que la situación sería muy diferente con Vox de consorte del PP?

España debería tomar buena nota del ejemplo alemán, donde tanto los socialdemócratas como los conservadores van a disputarse el favor de dos opciones moderadas (los verdes y los liberales) para formar Gobierno.  

Propósito ambicioso

Se hace cuesta arriba imaginar un tablero en el que Pedro Sánchez o Pablo Casado puedan constituir un Ejecutivo con los liberales y los verdes: ni Ciudadanos tiene el apoyo necesario, ni existe una formación ecologista en España capaz de pactar a un lado u otro.

Sin embargo, el PP acierta al apostar por hacer su camino sin mirar a Vox. Después de las elecciones, los españoles dirán dónde está cada cual. Los ciudadanos ya han sufrido en sus carnes lo que significa que el PSOE se haya echado en brazos de la izquierda populista y el nacionalismo catalán. Y están escarmentados.

Se impone el regreso al sosiego y la moderación en unos momentos de turbulencias e incertidumbre. Hoy parece una quimera, un imposible. Pero Alemania ya nos legó durante años otra lección: la gran coalición. Eso ha permitido al país quedar a salvo del populismo y los extremos.