Si el Gobierno esperaba que los indultos despertaran un ánimo de concordia entre sus beneficiarios, las desafiantes declaraciones de los presos del procés a su salida de prisión sugieren el efecto contrario y ponen de relieve dos hechos.

El primero, que la medida de gracia no tiende tantos puentes con el separatismo catalán como hace volar por los aires los que siguen en pie con el resto de formaciones constitucionalistas. Precisamente en un momento y con un asunto en el que los dos principales partidos del país deberían ir de la mano.

El segundo, que los independentistas salen con su retórica reforzada, evidenciando que daban los indultos por amortizados incluso antes de que se publicaran en el BOE.

Los adjudicatarios de la medida de gracia, pues, no han necesitado ni 24 horas para arremeter contra el Gobierno y, sobre todo, contra las instituciones del Estado.

Los eufóricos discursos de los procesados por el golpe de otoño de 2017 colman de razones a quienes se opusieron y desconfiaron de la eficacia de los indultos. Y auguran que es cuestión de tiempo que los líderes del procés vuelvan a echarse al monte de la confrontación y la radicalidad.

El discurso de siempre

Mientras el Gobierno defendía la controvertida decisión ante un PP que ha llegado a pedir la dimisión del presidente, los exconvictos retomaban el viejo discurso victimista de la España represora y opresora que no permite otra alternativa que la lucha.

Uno de los más agresivos ha sido Josep Rull, responsable de la cartera de Territorio y Sostenibilidad hasta su ingreso carcelario, que proclamó que la "ignonimia" del 1-O fue la protagonizada por el Estado a través de sus fuerzas y cuerpos de seguridad.

Rull esgrimió a continuación que en Europa "todavía hay un Guantánamo" y que este se llama "Tribunal Supremo y Audiencia Nacional". Luego añadió que no hay razones para pedir perdón. Todo lo contrario, de hecho: "Los que tienen que pedir perdón", dijo Rull, "son aquellos que pegaron a nuestra gente por querer expresar democrática y pacíficamente su derecho a ser libre".

La expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, tampoco abogó por la concordia. Aseguró que conseguirán "el fin de la represión" y prometió "la vuelta de los exiliados". En la misma línea se manifestaron los Jordis. Cuixart advirtió de que el indulto es un motivo para la reafirmación. Sànchez, que no se vencerá al separatismo.

La beligerancia de los líderes indultados cuestiona la estrategia de Moncloa, que apostó por la concordia y depositó sus esperanzas en que los beneficiarios de la medida, conmovidos por su misericordia, asumieran como propio el respeto por la soberanía nacional y el Estado de derecho.

Desunión constitucionalista

Durante la sesión parlamentaria de ayer, el líder popular Pablo Casado exigió la dimisión de Pedro Sánchez para "someter los indultos al juicio de los españoles". Como respuesta, el presidente del Gobierno agradeció con sorna "esa intervención tan constructiva".

Mientras tanto, algunos diputados conservadores lanzaron gritos de traidor y dejaron bien a las claras que no hay punto de encuentro posible entre los principales partidos del país. Ni siquiera en un asunto tan sensible y decisivo para el futuro del país como el de los indultos.

El PP, en cualquier caso, tiene razones para la frustración. Porque el Gobierno, al contrario de lo que pedimos en EL ESPAÑOL, aprobó los indultos sin acceder a la convocatoria de un pleno extraordinario donde defenderlos.

También porque, como conocimos ayer, el Gobierno responsabiliza al Partido Popular de la deriva independentista en Cataluña en los mismos informes que justifican la aplicación de la medida de gracia a los presos del procés, dando a entender, para agravio de los conservadores, que los independentistas tenían motivos razonables para levantarse contra el orden constitucional y contra la voluntad de millones de catalanes. Reinventando una historia donde los separatistas encajan al dedillo en el papel de víctimas.

Ante esta situación, Casado viajará a Bruselas para frenar el efecto mariposa que podrían producir estos indultos, y para convencer a los socios europeos de que estos indultos no son un asunto menor. Un mensaje diametralmente opuesto al esbozado por el Gobierno durante las últimas semanas.

Todo lo vivido ayer refleja, en definitiva, que el independentismo no tiene entre sus planes rebajar el tono y apostar por la concordia, sino tensar la cuerda hasta conseguir el objetivo inalcanzable de la secesión. La mesa de diálogo verdaderamente urgente para el país es la que debe reunir a Pedro Sánchez y Pablo Casado, encastillados en posiciones que únicamente favorecen a quienes pretenden romper la unidad de España.