Quim Torra ha recibido a Pedro Sánchez en Barcelona con la pompa con la que se recibe a un dirigente extranjero. La imagen del presidente del Gobierno pasando revista a los Mossos de Esquadra es la instantánea que define hasta qué punto Sánchez es prisionero de sus cesiones al independentismo. 

Este jueves los españoles hemos tenido que asistir a un encuentro "bilateral" que nunca se debería haber celebrado, porque el jefe del Ejecutivo jamás debió de elegir como interlocutor a alguien como Quim Torra, inhabilitado por la Justicia

Eufemismos

Lo más lesivo de todo es que en Moncloa se dan por satisfechos por el encuentro de este jueves, y pretenden seguir ganando tiempo con nuevas reuniones mientras se erosiona y deteriora el Estado de Derecho. Los eufemismos del Ejecutivo suenan ya a estas alturas a lenguaje orwelliano, como su expresión "diálogo para el reencuentro". 

Cuando Pedro Sánchez abunda en el argumento de que "la ley por sí misma no basta", está expresando algo inaudito, sin precedentes, en un presidente del Gobierno. No nos engañemos: lo que hace Sánchez es proponer que las leyes se rindan a la delincuencia separatista. Por esa regla de tres, un homicida o a un violador podrían reclamar también vías alternativas a la aplicación del Código Penal.

Referéndum

Que en Moncloa se vanaglorien de que en el escenario, detrás de Torra y Sánchez ha estado "siempre la bandera de España" y usen ese argumento para cantar victoria no oculta la realidad de los hechos.

Sánchez, que juró y perjuró en campaña que prohibiría las consultas ilegales, fue ayer incapaz de rechazar de forma taxativa la posibilidad de un futuro referéndum de autodeterminación en Cataluña. Y eso envalentona a Torra y al separatismo.