La Junta Electoral Central deja en el aire el debate a cinco, como en el aire ha quedado desde el Domingo de Ramos el desnudo de campaña de Adriana Lastra. España no estaba preparada para tal rayo de luz, y entretanto pasaban pasos, ardía París y Gabilondo se hacía unas fotos en el Parque del Oeste obedeciendo a los foteros: en todo, amar y servir. Hosanna...

La cosa es que Lastra le ha dicho a Luz Sánchez-Mellado en las páginas de la referencia dominante que sí, que ella es "más roja" que la cazadora que lleva. La chaqueta de Lastra es el símbolo del sanchismo, es casual, es de entretiempo. Quizá sea de badana o de cuero o de fibras sintéticas, pero da igual: ni Lastra entiende de textiles ni Sánchez de principios. En ésas estamos y por eso el PNV tiene ya sus autopistas: Dios, Patria y carreteras...

Uno ve a Adriana Lastra enfadada contra el mundo y no tiene por qué: no ha opositado a notarías y se codea con Lola Delgado, Notaria Mayor del Reino. O con el mismísimo Sánchez, quien ya ha hecho que pase Montesquieu por debajo de su arco del triunfo. 

Lastra será un lastre (la paronomasia, de tan simple es significativa) cuando las circunstancias -en media hora- pidan a un Pedro Sánchez más centrado. Ahora el sanchismo se vale de Adriana como un doble de Irene Montero con más ojeras y más criterio; un megáfono con dos ideas y mucho teatro para no decir nada. La entrevistadora le cita a Andreotti, pero Lastra no entra al trapo, Dios sabe por qué, y la frase de Giulio se queda volando y como ausente en la interviú.

Por lo demás, da cierto sonrojo que Adriana Lastra hable de su chupa como de un militante: quién sabe si la chaqueta, como el toro Ferdinando, es un ser sintiente y como tal deba expresarse en cuestiones como la eutanasia, las eólicas o los indultos. 

Todo el socialismo asturleonés, todo Rodiezmo, está en lo que nos dice Lastra, que ve en los ujieres a represaliados del franquismo y su virtud está en la de culparle a Casado - dos años más joven- de las cunetas y hasta de la muerte de Lorca y de Belmonte.

Luego Adriana Lastra, guaje de mis entretelas, acabará en el baúl de los recuerdos, en ese futuro donde Sánchez sonríe en la ONU, Sánchez posa con Obama y Sánchez está hasta en las carpetas de las quinceañeras con brackets.

Adriana intenta salvarse en una colectividad, la "España plurinacional", que a ella ya le coge talludita pero por la que se hace "dinamitera" si es menester. Con Adriana Lastra España tiene a un intento de Pasionaria cuyo tiempo va pasando de chigre en chigre, de CIS en CIS, de portavoz a secretaria y de ahí al agujero negro que nos ha de llegar a todos. 

Las Memorias de Adriana serán apócrifas. Su chaqueta hablara de ella cuando la Historia nos juzgue.