A tres días del comienzo oficial de la campaña electoral, Pedro Sánchez aún sigue deshojando la margarita de si participará en un debate a cuatro, a cinco con Vox, o si habrá cara a cara con Pablo Casado. Por tanto, es más que comprensible el temor de PP y Cs a que la táctica dilatoria del PSOE concluya, finalmente, en una incomparecencia del candidato Sánchez

La estrategia del presidente, con el viento a favor de las encuestas y con el primer sondeo del CIS en el que Tezanos sí va a usar la cocina a conveniencia, se basa ahora en esconder sus cartas sobre los debates televisados y azuzar así la confusión en sus adversarios.

Macroencuesta

Sánchez está consiguiendo maximizar circunstancias como la división del centroderecha, los llamados viernes sociales o el propio CIS, que este martes se consagra, bajo la batuta de su director, en la herramienta perfecta para generar las profecías autocumplidas: se fuerza la realidad para que la verdad acabe plegándose a los intereses propios. Y los intereses pasan en este momento por desinflar las expectativas para movilizar al votante. 

De lo que no cabe duda es de que Pedro Sánchez ha hecho de la contradicción sistemática, del bandazo, una forma de hacer política. El mismo que en 2015 le exigía un cara a cara a Mariano Rajoy que éste concedió a regañadientes, es reacio hoy a contrastar sus propuestas con sus contrincantes y a un cara a cara -aún más justificado- con el jefe de la oposición. 

Transparencia

Si algo prueban también las encuestas es que hay cinco fuerzas en liza, y soslayar los debates -o amoldarlos al gusto- no es sólo una falta de respeto al electorado, sino una incongruencia por parte de un candidato, Sánchez, que se autoerigió como adalid de la transparencia y la confrontación de ideas.

Aunque la experiencia nos dice que tratándose del líder del PSOE podemos estar ante una cosa y la contraria, sería un fraude que Sánchez dejase a los electores sin un examen final ante las cámaras.