Si la eliminación de la candidatura de Barcelona como sede de la Agencia Europea del Medicamento ha sido la crónica de una derrota anunciada, la desfachatez con la que el separatismo se ha apresurado a culpar a España de este fiasco es la prueba evidente de que la posverdad contamina de lleno el debate público en Cataluña.

Con las elecciones del 21-D a la vuelta de la esquina, no cabía esperar que los mismos dirigentes que han hecho causa política de su fanatismo antiespañol fueran autocríticos. Pero el cinismo que han empleado para endosar al Estado el perjuicio que sólo ellos han causado resulta casi patológico.

Partía como favorita

Lo cierto es que Barcelona partía como favorita para relevar a Londres como sede de la agencia encargada de evaluar y autorizar la comercialización de medicamentos en la Unión por muchas razones. La industria farmacéutica asentada en Cataluña es muy importante. Las infraestructuras de transporte de Barcelona permiten conexiones rápidas con las principales capitales europeas. En la capital catalana hay una red de escuelas internacionales de primer nivel en las que podrían haberse matriculado los hijos de los funcionarios europeos allí destinados. Y las instalaciones de la impresionante Torre Agbar estaban vacías. Pues bien, así seguirán porque el procés ha generado tantas incertidumbres que la candidatura de Amsterdam se ha impuesto.

La puesta en marcha de este organismo asesor hubiera tenido un impacto económico importantísimo para Cataluña y, por ende, para España: comprometía una inversión inicial de 320 millones de fondos europeos, la llegada a Barcelona de 900 eurofuncionarios con alto poder adquisitivo y sus familias, así como un flujo garantizado de más de 30.000 pernoctaciones al año por viajes de negocios.

"La culpa es del 155"

En lugar de admitir que la UE no ha querido ubicar su Agencia del Medicamento en un territorio cuyos gobernantes quieren situar fuera de Europa -razón por la cual acaba de salir de Londres-, varios dirigentes del PDeCAT y de ERC insistieron este lunes en atribuir a la aplicación del 155 y a “las cargas policiales del 1-O” el portazo de la Unión.

La única verdad es que sus opciones pasaron a ser tan nulas como las del Londres postbrexit en el momento en que Puigdemont y su Govern proclamaron unilateralmente la independencia. Ada Colau, haciendo bueno el apelativo que le dedicó Borrell ("emperadora de la ambigüedad), ha atribuido el fracaso “a la DUI y al 155”. La realidad es que nunca hizo demasiado por atraer una sede que, por su connotación elitista, no agradaba a las bases de su partido. La duda por despejar es si el separatismo acabará pagando en las urnas el daño que ya ha infligido a España o si la única agencia que se ha levantado en Cataluña es la de la posverdad.