El cofundador de Podemos y exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias. Europa Press
Pablo Iglesias quiere que Pedro Sánchez le dé más duro
Iglesias y Puigdemont le exigen a Sánchez que, si ha comprado sus tesis del lawfare y el "conflicto político", debe llevarlas hasta el final. Pero la clave del éxito del PSOE como partido hegémonico es tener un pie fuera y otro dentro del establishment.
Salvo para el exiguo elenco de grandes hombres dotados de aptitud suficiente para ser artífices de la Historia, los cambios políticos nunca son obra de un sólo individuo, sino que se realizan a través de figuras que en un determinado momento actúan como catalizador de un proceso.
También la crisis multiorgánica del Régimen del 78 se explica por la convergencia de un factor de índole personal y otro de naturaleza colectiva: en su origen está la oportuna confluencia de dos resentimientos.
Por un lado, el resentimiento de Pedro Sánchez, principio rector de la biografía política de un réprobo que, para resarcirse del ultraje de su decapitación, aguardó su momento para desahuciar a la nomenclatura que le había denigrado.
Por otro lado, el resentimiento de la izquierda radical. Ese larvado ánimo guerracivilista que no había renunciado a acometer la revolución pendiente frustrada en la Transición.
Al fino olfato de Pablo Iglesias no se le escapó la ventana de oportunidad que se le abría para reanudar esa siempre diferida subversión legal con el advenimiento de un hombre sin atributos ni escrúpulos, movido por el solo afán de cobrarse la revancha contra el establishment de su partido.
Carles Puigdemont interviene, por vía telemática, en una reunión de la cúpula Junts con sus alcaldes.
Y aunque es cierto que aquel abrazo de investidura acabó convirtiéndose en el abrazo del oso, puede decirse que Iglesias triunfó póstumamente. El PSOE vampirizó al eslabón débil de la coalición, pero con ello Podemos inoculó en el oficialismo algunas notas del discurso antisistema.
A ello coadyuvó la aritmética electoral del nuevo siglo, que fiaba las opciones del PSOE al crecimiento por su izquierda. Con el cambio de ciclo inaugurado con las elecciones andaluzas de 2022 comenzó la radicalización del discurso de Sánchez, pero el reemplazo del esquema bipartidista por la ecuación plurinacional había empezado ya con Zapatero.
Porque el "muro" de Sánchez no es más que el despliegue pleno de la lógica del pacto del Tinell: una colusión entre la izquierda y el nacionalismo para excluir a la derecha en la gobernabilidad.
El gólem de Zapatero se erigió así en la fuerza destituyente a la que se adhirieron todos los enemigos del orden vigente. Y la izquierda radical y el independentismo vieron en Sánchez un vehículo para cambiar el eje de la política española y consumar la victoria de los vencidos sobre los vencedores.
El problema es que el PSOE, en su inveterada ambivalencia, siempre tiene un pie fuera y otro dentro del establishment.
La clave de su éxito ha sido su carácter mutante, que le ha permitido amoldarse sucesivamente a distintas ideologías para mantener la hegemonía sinistrista, jugando siempre a la reacción termidoriana: radicalizar su discurso para neutralizar a las fuerzas más extremas a su izquierda.
Tiene razón Pablo Iglesias, por tanto, al reprocharle al PSOE que haya comprado sus tesis sobre el lawfare, pero que no las haya materializado con una reforma legal del Poder Judicial.
La RTVE de hoy es el resultado de que el PSOE pactara con todos los partidos que hicieron posible la investidura, dejando fuera al PP y a VOX. De haber hecho lo mismo con el CGPJ, hoy no tendrían que llorar lo que le ha pasado al ex Fiscal General del Estado.#MalasLenguas pic.twitter.com/rBSXwQjjeF
— Pablo Iglesias 🔻{R} (@PabloIglesias) November 27, 2025
Siempre tan explícito, Iglesias ha defendido recientemente en La 1 que "lo que se hizo con Televisión Española, un acuerdo con todas las fuerzas de la investidura dejando fuera a la derecha, es lo que habría que hacer en muchos más ámbitos": la judicatura, los medios de comunicación y las empresas.
Si se hubiera logrado esa "democracia plena" que se aplicó a la renovación del Consejo de Administración de RTVE, si ese hubiera "hecho política" y "cambiado la correlación de fuerzas" reformando también el Consejo General del Poder Judicial, entonces Sánchez no tendría que lamentar tener a su fiscal general condenado, "y las próximas elecciones no las ganaría la derecha".
Con una línea argumental similar, Carles Puigdemont le afeó a Sánchez en una tribuna reciente que haya asumido el relato del independentismo sobre el "conflicto político" en Cataluña, pero que no extraiga de él todas las consecuencias.
El encarcelamiento de Santos Cerdán, arquitecto de los acuerdos de investidura del Frankenstein, es la represalia del Poder Judicial por haber pactado con el nacionalismo. Por lo que "si el socialismo español quiere salir del abismo, sólo tiene una opción: emprender la ruptura que se negaron a hacer hace 50 años [el Pacto de la Transición]" y "reconocer el derecho a la autodeterminación" de Cataluña.
En síntesis, la izquierda radical y el nacionalismo le están señalando a Sánchez que, por no haber ido hasta el final en el cambio del modelo político, ahora el Estado profundo está haciendo con el PSOE lo mismo que hizo con la "guerra sucia" contra los podemitas y la persecución judicial de los indepes.
No es que Sánchez no comparta la misma visión excluyente de la política que sus socios. Pero si no es del todo "coherente", tal y como le censuran, es sencillamente porque no puede ir tan lejos.
Sánchez ha desplazado al PSOE a la orilla antisistema, pero no cuenta con las fuerzas necesarias para llevar el pulso hasta el final y cumplir la exigencia de Ione Belarra de "reventar a la derecha".
El PSOE está obligado a mantener su estatus de órgano del régimen. Luchar contra el Estado profundo, pero siendo el partido de Estado. Y Sánchez sabe que en España los jueces gozan de mucha mayor consideración social que los políticos, por lo que lanzarse a una guerra total contra la magistratura sería un suicidio.
Para desgracia de sus socios más levantiscos, al PSOE le conviene más el actual statu quo que la ruptura. Al fin y al cabo, puede llegar a un destino similar eviscerando el sistema desde dentro, tal y como de hecho está haciendo.