Sarah Santaolalla y Javier Ruiz.
En defensa de "los idiotas" (y de Sarah Santaolalla)
Es más importante defender el derecho de una "idiota" a expresarse que depurar la "idiotez" del mundo. Lo primero es necesario, lo segundo es imposible.
Hay muchas formas de ser "idiota" y sólo una de no serlo.
Así que lo mejor que podrían hacer once millones de "idiotas" es defender a otra "idiota", o no cabrá un "idiota" más.
Según la cuenta que lleva Sarah Santaolalla, en nuestro país hay más de once millones de "idiotas". O sea que, de facto, la mitad de los ciudadanos son "idiotas". Porque, según ella, "hay que ser muy idiota" para seguir creyéndote al PP y a Vox".
Y yo creo que hay que ser muy "idiota" para decir eso. Pero también defiendo mi derecho a decir que hay que ser muy "idiota" para insultar en público a la mitad de los votantes de tu país.
Y además me gustaría poder seguir diciendo que hay que ser muy "idiota" para hacerlo en la televisión de todos esos españoles.
Y defiendo que me dejen escribir aquí que hay que ser muy "idiota" para echarle la culpa al cambio climático de la mala gestión del campo español, de los sueldos de los brigadistas, de la falta de medios y de la insolidaridad territorial.
🔴 Sarah Santaolalla llama idiotas a todos los votantes del Partido Popular y de VOX en pleno directo de RTVE.
— Onvre Deconstruido (@o_deconstruido) August 26, 2025
Esto es la televisión pública de España. pic.twitter.com/J5Y0yMipP3
Y quiero poder seguir expresando en público que pienso que hay que ser muy "idiota" para renunciar a tener ideas propias a cambio del aplauso de una izquierda sectaria.
Y no quiero que nadie me prohíba decir que hay que ser muy "idiota" para seguir a una "idiota".
Hay muchos "idiotas" en nuestro país, y no podemos callarlos a todos. Si no llevo mal la cuenta, en lo que llevo de columna ya me han salido más de cuarenta millones. Unos, porque votan al PP y a Vox. Otros, porque siguen a Sarah Santaolalla. Y otros, entre los que me encuentro, porque después de decir esto, también seré un "idiota" junto con los que estén de acuerdo conmigo.
Y porque hay demasiado "idiota" aficionado a censurar al prójimo, y precisamente porque ese es el gran mal que nos corroe el alma democrática, es absurdo que el PP se sienta ofendido por una opinadora muy vulgar (también defiendo mi derecho a llamar a Sarah Santaollala “vulgar”) y que exija que la retiren como colaboradora de RTVE.
Les guste o no, les parezca "idiota" o no, esta señora tiene una buena pila de seguidores como ella, es la referencia para un sector de la población que necesita su dosis de mala leche, y prohibirla sería negar el derecho de muchos españoles a ser "idiotas".
Por eso la cuestión está muy mal enfocada por parte del Partido Popular, que se ha limitado a dárselas de ofendidito y a mostrar en público su derecho al pataleo. El verdadero peligro para una democracia es que se desate una cacería contra los "idiotas". Siempre ha sido así. De ahí que los hombres libres empiecen a serlo cuando están dispuestos a defender incluso a los "idiotas" que, con gusto, apalearían.
11 millones de personas que votamos al PP y a Vox hemos sido insultados en la televisión pública que se mantiene con nuestros impuestos. En el sanchismo el insulto, la zafiedad y la mala educación son marca de la casa, pero no vamos a consentir que sigan enfangado las… pic.twitter.com/iSn7xsMc0J
— Miguel Tellado (@Mtelladof) August 27, 2025
Aquí el tema que Sarah Santaolalla ha puesto sobre la mesa es si los españoles necesitamos una televisión pública. Y este es el problema, porque un comportamiento que atenta contra el Manual de Estilo del ente público y que no cumple con la obligación de hacer “conciliable el derecho a la información de los ciudadanos con el respeto a las distintas sensibilidades” no puede ser razón para liquidar la televisión pública.
El Partido Popular se ha equivocado. Tendría que haber defendido, una vez más, una televisión pública de calidad, independiente y general. Y, lo que es más importante, debería haber representado a los once millones de españoles que piensan, como Helvecio, que es más importante defender el derecho de una "idiota" a expresarse que depurar la "idiotez" del mundo.
Lo primero es necesario, lo segundo es imposible.