Vox vino a "regenerar la vida democrática", no lo olviden. El diagnóstico era que el PP y el PSOE eran lo mismo, esa especie de engendro nacido del consenso socialdemócrata que nos había hecho a todos abortistas, homosexuales, ateos, y esclavos del bienestar.

La culpa, decían, la tenían los partidos y su ansia de poder. La partitocracia lo explicaba casi todo, pero ellos podían regenerar el sistema. Y, con ello, liberar al pueblo español del yugo socialista.

La solución era crear un partido que no fuese como los otros. ¿Les suena? Era como un revival de la izquierda de Pablo Iglesias y sus amigos, pero al otro lado. Mismo diagnóstico, y misma solución, con idéntico resultado.

El portavoz de Vox en las Cortes de Castilla y León, Juan García-Gallardo, en las Cortes.

El portavoz de Vox en las Cortes de Castilla y León, Juan García-Gallardo, en las Cortes. Leticia Pérez ICAL

La realidad es que al frondoso árbol de la ideología fuerte se le han ido cayendo las hojas como a un árbol agostado. Ya nadie saca escapularios en los mítines, del aborto habló el hoy políticamente difunto García-Gallardo con aquello de las ecografías, y no se ha vuelto a saber.

De los asuntos LGTBI ya no se habla, quizás por miedo a perder a la mitad de sus votantes. Y ya solo queda lo "patriota", pero no sabemos muy bien qué es salvo que viene de una Europa que habla en ruso.

Parece que lo que permanece es el tronco de un partido al que cada vez acusan más de ser vertical, cerrado y poco democrático. García-Gallardo lo explica en su carta de dismisión por la ley de hierro de las oligarquías, pero creo que no ha leído bien el libro de Dalmacio Negro, escrito precisamente para criticar el fenómeno del abuso de poder en algunos partidos políticos.

Yo creo que no, que la verticalidad del mando interno no es lo que está pasando dentro del partido. Tampoco creo que sea sólo la falta de ética, o al menos no creo que haya menos ética en Vox que en sus vecinos. Me parecen enfoques simples.

Lo que hemos venido observando es que el partido verde ha estado menos presente en el ruido mediático, participando de un tipo de silencio que sonaba estratégico (el ruido no siempre es rentable electoralmente). Vox sube cuando calla.

Al Partido Popular le pasa parecido, en vacaciones le va mejor. Es así, la derecha gana cuando está calladita. Es una ley en nuestro país. La que gana gritando es la izquierda.

Pero el hecho es que Vox ha estado más silencioso y no sabemos por qué. ¿Por qué calla? ¿Y si no hubiese nadie al mando? ¿Y si el que estaba ya no está? Esto me encajaría más que una táctica electoral que no le pega al estilo del partido. En Vox no hay nadie al mando.

Y quizás esto es lo que explique que a los que perciben antes la falta de liderazgo que la ausencia de ideas se les esté ocurriendo montar otro partido. El tercero a la derecha.

Su diagnóstico podría ser que ya no quedan liberales. En el PP todos socialdemócratas, y en Vox todos nacionalistas. Así que hagamos un partido liberal de verdad con los Espinosas de los Monteros y compañía. Y vuelta a empezar con el diagnóstico de siempre, y el resultado esperable.

En este lío hay dos cosas meridianamente claras. Una, que Vox está descabezado y no nos hemos enterado. La otra, que el bloque sanchista se frota las manos al ver el archipiélago de islotes que conforman el bloque antisanchista. Y no lo llamo "derecha" conscientemente, porque de la derecha en España no queda ni el nombre.

No es justo atribuirle el mérito exclusivo a Vox, ya lo hemos dicho más veces. Pero si me preguntan que a qué vino Vox, visto el resultado, creo que se puede decir que vino para convertir a España en una anomalía mundial en la que la izquierda gobernará durante décadas.