"Dale alegría a tu cuerpo Macarena, ey, Macarena". El estribillo que nadie puede ignorar retumba la pista de hockey sobre hielo de Davos Platz, la estación previa a Davos, capital del capitalismo mundial estos días.

Los helicópteros no han llegado aún, pero lo harán como en la secuencia de Apocalipsis Now, en manada. Hoy comienza el WEF (nadie se refiere al World Economic Forum con todas sus letras, es demasiado largo).

Lo que sobrevuela es la marcha de José María Álvarez-Pallete, de la que, si WhatsApp midiese las conversaciones, podría ser "trending topic". Pallete ha sido un habitual en Davos y parece que ahora vendrá a disfrutar de las excelentes pistas de esquí de los Khlosters, el pueblo de más abajo, en el cantón de los gritones. Entre esquiar o reunirse yo le aconsejo esquiar, sin duda.

José María Álvarez-Pallete, expresidente de Telefónica, durante su participación en el Foro de Davos de 2024.

José María Álvarez-Pallete, expresidente de Telefónica, durante su participación en el Foro de Davos de 2024. Telefónica

El promenade, la calle principal de Davos, engalana sus edificios hasta el último minuto. Decenas de trabajadores despliegan sus vinilos. Los 11.000 habitantes del pueblo o se han largado -como uno se larga de Madrid en agosto, o de Sevilla en la feria- o se atrincheran.

Todos han sacado tajada. Los precios se multiplican por 1.000 y si te gustaba jugar al Precio Justo, hay apartamentos por los que piden 36.000 la noche. Está claro que esas tarifas son sólo para pringados.

Los alojamientos buenos están repartidos por la organización del World Economic Forum y sus socios. Ser socio del WEF puede llegar a costarte 250.000 dólares en función de la facturación de tu compañía, y de lo que les interese que estés aquí.

"Es un evento privado", me contó Hanspeter Mock, embajador de Suiza en España esta semana en Forbes House. "Estamos orgullosos del WEF y de tenerlo en el país, pero tiene una línea editorial propia que no necesariamente coincide con la política de Suiza".

Está muy claro que en ocasiones se puede olvidar. Davos es un negocio privado. Lo que se organiza aquí no es un foro suizo es una cumbre que transcurre en Suiza.

Las incógnitas de este año son parecidas a las de años anteriores. ¿Volverán los rusos? ¿Pasarán de venir los chinos? ¿Europa seguirá a la búsqueda de su papel? Y la que a mí más me interesa: ¿es razonable crecer siempre?

Todo se irá resolviendo, conferencia a conferencia, copazo a copazo, resbalón a resbalón, fondue a fondue.

La cumbre se inaugura el mismo día que Trump toma posesión de su cargo. Las televisiones norteamericanas siempre presentes aquí tendrán que repartir su tiempo de antena entre Washington y Suiza.

¿Vendrá Trump en los próximos años a Davos? Nadie se atreve a escribirlo. Pedro Sánchez y sus ministros repiten este año y con un programa más extenso, porque saben que venir aquí a hablar abotona el pedigrí.

El cariño que aún se le tiene a Isak Andic calentará las calles heladas de Davos, que este año pueden llegar a -10ºC con facilidad. Cenaremos en su honor, para recordar no tanto su imperio de moda, ni su fortuna, ni el legado familiar a sus hijos, sino lo dispuesto que estaba a prestarse a ayudar.

Personalmente le estoy muy agradecido por su cercanía y cariño. Por eso, gente que le quería, banqueros, editores, periodistas, ejecutivos, trabajadores, amigos todos, brindaremos en Davos por la memoria de un gran navegante y mejor hombre.

Espero que se enteren en el stand de TikTok, de Uber, de Sudáfrica, el de la India (que dice que se llama ahora Bharat, que no es nada colonial), el minigolf sobre la nieve que están montando a esta hora, el super del Coop que te vende fruta, el portugués que te sirve en el Pot a Feu, los de ABC y los de la NBC, los del Hotel Morosiani, el restaurante Gentiana al final del Promenade.

¡Qué se enteren todos! Aunque el textil no sea la industria pujante en este Disneyland capitalista, que el progreso depende de las personas, y que necesitamos más gente como Isak Andic.