Era una actriz actriz. De esas que interpretan mejor el diálogo escrito para ser declamado que el que quiere pasar por el habla de la calle.

Pese a sus orígenes humildes (su madre era portera del inmueble de la plaza de Santa Ana en el que nació), resultaba poco creíble encarnando mujeres corrientes. Sin embargo, ofrecía lo mejor de sí cuando incorporaba a otra actriz o diva del espectáculo asemejable.

Quizá su formación tuviera mucho que ver en ello. Marisa Paredes no sólo hizo mucho teatro sobre el escenario. También lo "representó" en los platós de la televisión, en la época de la TVE monopolística que tenía en los programas "dramáticos" una de las señas de identidad de su parrilla.

Pedro Almodóvar y Marisa Paredes durante los premios Fotogramas de Plata 2015.

Pedro Almodóvar y Marisa Paredes durante los premios Fotogramas de Plata 2015. GTRES

Si el recuento de IMDb no se equivoca, sólo con la marca Estudio Uno (es la más conocida, pero hubo muchísimas otras) participó en 25 producciones entre 1967 y 1982.

Era una actriz muy conocida, pero tardó en adquirir el estatus de estrella. Para eso tuvo que cumplir más de cuarenta y cinco años. Hace más de treinta era una edad (aún más) considerable.

Fue cuando Almodóvar la escogió para ser Becky del Páramo en Tacones Lejanos (1991). El personaje estaba escrito para Esperanza Roy. El artificio cinematográfico consigue que casi creamos que canta ella las canciones de Luz Casal. Para José Luis Garci, el plano en el que estampa un beso sobre el escenario es el mejor que jamás haya rodado el director manchego.

Ya había tenido algunos chispazos buenos en el cine antes. La primera vez que fue reconocible sobre una pantalla fue en un brevísimo papel de criada en El mundo sigue, esa obra maestra de Fernán Gómez que, afortunadamente, cada vez va descubriendo más gente.

En Ópera Prima (Fernando Trueba, 1980) sólo tenía una secuencia, aunque fuera luego una de las más recordadas.

Ya con Almodóvar había sido la monja drogadicta de Entre Tinieblas (1983). Y en Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1983) resultaba memorable pidiéndole comida para su hija a Agustín González a cambio de clemencia en la España franquista que se vislumbraba. "Me gustaría poder ayudarla ahora y que usted no pudiera corresponderme después".

Almodóvar llegó a amagar con titular ¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro? aquello que terminó llamándose La flor de mi secreto (1995). También este traje de Paredes resultó heredado. En esta ocasión, de Ana Belén. Pocas actrices pueden decir la frase del "no título" sin caer en el ridículo.

Leo Macías, la escritora de novelas rosa con pseudónimo (Amanda Gris) es, quizá, su gran personaje cinematográfico, protagonista de una película que no está reconocida como debiera dentro de la filmografía de su director.

Hoy muchos medios recuerdan su "compromiso político", que es un eufemismo para decir su "militancia en la izquierda". Fue la presidenta de la Academia de Cine de la gala de los Goya del "no a la guerra". Antes, en 2001, se manchó el vestido por culpa de un vaso de agua que tuvo que pedir ante la falta de previsión de quien diseñara la puesta en escena de su discurso.

Uno de sus últimos protagonismos informativos tuvo lugar a las puertas del teatro que acogía la capilla ardiente de otra insigne compañera. Montó una escandalera muy sobreactuada ante la visita de una líder política que no era de su agrado.

Quedó claro que el lugar de sus grandes interpretaciones no era la vía pública, sino los escenarios y los platós.