Hubo un momento de la historia científica de España en que la ciencia se hacía con un ejército de personas a las que no se les pagaba la Seguridad Social.

Unos eran los mejores graduados de nuestras universidades que se enrolaban en la tesis doctoral, otros eran los ya doctores que seguían el camino de la ciencia, todos éramos los que movíamos la rueda del conocimiento científico por estos lares.

Por aquel entonces, ser científico implicaba un ciclo interminable de supuesta formación, lo cual es sinónimo de becario

Ser el mejor de tu clase y entrar en un laboratorio para trabajar en un proyecto que se convertiría en tu tesis doctoral no era suficiente para que se te pagara la Seguridad Social. Tampoco lo era poseer un doctorado y ser elegido por un laboratorio de prestigio fuera o dentro del país. Si la administración te pagaba, era una beca nunca un contrato.

Alguien pensó que hacer ciencia era seguir formándose, nunca trabajar.

Este grandísimo error fue subsanado y, aunque hoy en día la palabra becario aún se escucha entre aquellos que desprecian el trabajo de quienes hacemos ciencia, por lo general toda persona que trabaja en un laboratorio científico posee un salario, no digno, pero sí con Seguridad Social incluida.

Sin embargo, existe una generación cercana a la jubilación que sufrió aquel período de precariedad infinita que, calculadora en mano, se percata de una significativa carencia en cotización necesaria para completar una aceptable jubilación. En muchos casos, hasta diez fueron los años cobrando becas que no han cotizado. ¿Qué hacer? ¿Cuándo podremos jubilarnos? 

La solución ha visto la luz recientemente. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones ha dado una respuesta a quienes hemos dedicado nuestra vida a aumentar el conocimiento de todo lo que nos rodea. Lo único es que la solución es inaceptable. 

Según este Ministerio, todos aquellos trabajadores que lo desearan podían suscribir un convenio con la Tesorería General de la Seguridad Social para computar hasta cinco de sus años como becario. Esto quiere decir pagar de nuestros bolsillos las cotizaciones de aquella etapa en la que la administración nos consideraba eternos estudiantes.

Pero el despropósito no queda aquí. Las cifras que se manejan están actualizadas a día de hoy. Más o menos se pretende que paguemos como si fuéramos trabajadores por cuenta propia de 2023 para rescatar la cotización de hace más de dos décadas. Los números no cuadran.

He de decirte que para un número significativamente alto, el monto a pagar es de 17.000 €. Yo, uno de los afectados, me pregunto: ¿conoce el Ministerio que propone esta solución cuánto es el salario de una persona que hace ciencia en este país para pensar que pueden desembolsar esa cantidad?

Y voy más allá, ¿qué opinión tiene sobre todo esto el Ministerio de Ciencia? 

Las principales sociedades científicas españolas se han hecho eco de la indignación del gremio científico ante tremendísima mala solución. Soy medianamente optimista; quiero pensar que en breve se rectifique y otra sea la solución. Que paguen los que debieron ser pagados no lo es. 

Arrebatar secretos a la naturaleza es un trabajo precioso y vocacional, pero no se debe olvidar que es, en esencia y fondo, un trabajo. En el pasado se cometió un error, enmendarlo con otro no debería ser la solución

Quienes nos dedicamos a la ciencia no somos muchos. Ergo, un parón en los laboratorios como protesta tendrá repercusión en el futuro, pero no en el presente. Sólo si la sociedad en su conjunto nos ayuda a que sea reconocido lo que hacemos tendremos éxito.

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