Algunas noticias se leen mejor juntas que por separado. La incapacidad de viejos imperios y radiantes democracias como Alemania, Francia, Reino Unido o España para suministrar a Ucrania el material suficiente para presentar batalla a Rusia es humillante, pero ante todo peligrosa. Y es a la llamada del peligro con la que la Unión Europea trastea con planes a medio plazo para que su incapacidad en Ucrania no sea su incapacidad en Finlandia, Polonia o los bálticos, llegado el caso.

En las páginas de Bloomberg se lee la nueva estrategia de la Comisión Europea para 2035. A la vista de sus arsenales vacíos y su imposibilidad actual de llenarlos con producción propia, los europeos trabajaremos entre todos, y pagaremos entre todos, para "asegurar los suministros críticos y los cambios en las políticas crediticias del Banco Europeo de Inversiones".

Un seguidor de Donald Trump, en la fiesta de las primarias republicanas en Carolina del Sur.

Un seguidor de Donald Trump, en la fiesta de las primarias republicanas en Carolina del Sur. Alyssa Pointer Reuters

No está de más vincular esta información a un dato. La Unión Europea prometió el envío de un millón de proyectiles a Ucrania para marzo. A comienzos de semana, el líder de la resistencia, Volodímir Zelenski, comunicó que los europeos apenas hemos cumplido con una tercera parte del trato. Y comunicó algo más. La unión de 26 naciones prósperas da para un tercio de millón de proyectiles. Pero un país pobre y arrinconado como Corea del Norte, por las razones que sea, ya ha transferido un millón y medio de obuses a Rusia, entre tanto.

El borrador del documento publicado por Bloomberg incluye, además, que "los acontecimientos geopolíticos apuntan a una necesidad imperiosa de que Europa asuma una mayor responsabilidad por su propia seguridad". Porque nuestra propia seguridad depende del humor de un hombre en Washington, y Estados Unidos ya no es un socio fiable.

Joe Biden pudo hacer más, pero hizo bastante: reforzó los vínculos entre el pueblo norteamericano y el europeo, y proporcionó buena parte del material necesario para proteger las ciudades ucranianas. Pero su pérdida de vitalidad y memoria en los últimos meses lo convierte en un mal candidato, a juicio de sus compatriotas, y es muy probable que Donald Trump gane las primarias republicanas, pierda el voto popular en las elecciones de finales de año y vuelva a ser, sin embargo, presidente de los Estados Unidos.

El plan de Trump para hacer Estados Unidos más pequeño de nuevo pasa por secar de ayudas a Ucrania y dejar en el aire su compromiso con la OTAN. Y esa es, para sorpresa de cualquier inteligencia media, una buena noticia para sus incondicionales. 

¿Cómo engrandecerá a Estados Unidos que Trump reduzca el poder, la autoridad y la influencia de su país en el mundo? ¿Qué creen que significa transmitir a Rusia y China que pueden invadir sin castigo un país vecino? ¿En qué les ayuda amenazar a sus hermanos europeos y apremiarles a buscarse otros amigos? ¿De qué valdrá su palabra a juicio de los árabes, los surcoreanos o los taiwaneses, pero especialmente de sus motivados enemigos?

Los ucranianos no son pesimistas sobre su voluntad y su capacidad para expulsar a los invasores. Los ucranianos son recelosos sobre la voluntad americana y la capacidad europea de que sean el cortafuegos de Putin.

Lo dijo el ministro polaco de Exteriores, Radosław Sikorski, en su última visita a la capital política de Occidente: "En estos momentos, sólo Estados Unidos tiene la capacidad militar para garantizar la supervivencia de Ucrania". Y los europeos necesitan la disuasión de acción y palabra del hombre al mando en la Casa Blanca para ser, más pronto que tarde, fuertes y creíbles de nuevo.