Quizá con un resumen de la historia se vea más claro. Hace un mes y un día, en Sídney (Australia), el equipo nacional de fútbol ganó la Copa del Mundo después de una bonita final contra Inglaterra. La máxima goleadora histórica del equipo, Jenni Hermoso, compartió su emoción con la delegación de TVE: "No somos conscientes, ¡somos campeonas del puto mundo!". Luego fue a recoger la medalla de oro y se llevó el beso en los labios del presidente de la Federación, Luis Rubiales. Una parte de la sociedad española reaccionó con espanto. Se preguntó si hubo consentimiento de la futbolista o si fue la licencia que se concedió un hombre con poder.

Rubiales entró en directo en el programa deportivo más escuchado de la radio y el presentador le pidió su opinión sobre las reacciones. Rubiales dijo: "No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos, de verdad. Oye, un pico de dos amigos celebrando algo, que ha habido más, de más gente. No estamos para gilipolleces, de verdad. Con todo lo que he pasado, más gilipolleces y más tontos del culo, no. Vamos a disfrutar de lo bueno y ni me comentéis cosas de pringaos que no saben ver lo positivo".

El desdén de Rubiales ante el espanto causó todavía más espanto. Después de reducir el episodio a una de esas veces en que ver la botella medio llena y no medio vacía, Rubiales se subió al mismo avión que las campeonas del mundo y sus familias. Algún periodista se preguntó si realmente eran amigos. El cabreo no era equiparable al provocado por la venta de la Supercopa a Arabia Saudí o por el uso de fondos federativos para pagarse una casa de lujo. Digamos que esto iba en serio y que su cargo estaba en el aire.

[En contra de las jugadoras: Las Reinas de Corazones piden cabezas, por Cristian Campos]

La Federación publicó un comunicado escrito y otro filmado. El escrito incluyó un largo entrecomillado atribuido a Jenni Hermoso: "El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento". Algunos periodistas respiraron. El filmado, rodado de cualquier manera en la escala de Doha, sólo incluyó a Rubiales. "Seguramente me he equivocado", dijo. "Lo tengo que reconocer". Rubiales añadió que sucedió "sin ninguna mala fe de ninguna de las dos partes".

Jenni Hermoso negó que el entrecomillado del escrito le perteneciese y rehusó aparecer en el vídeo con el presidente tras ser presionada por él y por el entrenador, Jorge Vilda, mientras el resto de compañeras celebraba el título mundial por primera vez para España. Unos días más tarde, Jenni Hermoso compartió un comunicado sin interferencias: "No tengo que apoyar a la persona que ha cometido esta acción en contra de mi voluntad, sin respetarme, en un momento histórico para mí y para el deporte femenino de este país".

Rubiales se negó a dimitir y comenzó una campaña de desprestigio contra la futbolista. Lo que incluyó varios vídeos de la celebración privada de Jenni Hermoso con sus compañeras y una declaración pública destinada a cuestionar la honestidad de la futbolista y detallar la escena del beso. Casi toda la plana alta de la Federación aplaudió la intervención. Una parte de la sociedad española exigió a Jenni Hermoso y otras compañeras una integridad inmaculada y virginal que no aplicaba para Rubiales. 

Durante cinco años, las protestas y reclamaciones de las futbolistas sobre la Federación y su cuerpo técnico fueron desatendidas o despreciadas. Algunas de las jugadoras renunciaron a representar a su país entre tanto. A nadie le importó porque no ganaban finales. Rubiales sólo dimitió cuando la campaña de desprestigio tuvo menos impacto que el apoyo interno y externo a Jenni Hermoso.

[Luis Rubiales dimite como presidente de la RFEF y vicepresidente de UEFA: "Tengo fe en la verdad"]

El espanto, en fin, se llevó por delante a Rubiales y Vilda. Los dos rostros más familiares. En cambio, la estructura se mantuvo. Las promesas de cambio se limitaron al ascenso de sus respectivos números dos a la cabeza del organigrama. A las futbolistas, como campeonas del mundo, les pareció insuficiente. Así que 39 jugadoras de élite firmaron una carta para pedir que no se cuente con ellas hasta que se introduzcan cambios más serios, estructurales. O hasta que, al menos, la Federación les ofrezca garantías de que están en ello.

Hace unos días, la Federación amenazó con sancionar a las jugadoras que desatendieran o despreciaran la llamada de la selección. La segunda entrenadora de Jorge Vilda y ahora primera entrenadora, Montse Tomé, secundó las amenazas y convocó a buena parte de las campeonas para los partidos contra Suecia y Suiza de la Nations League. Tomé sugirió que había hablado con las convocadas y que las convocadas estaban por la labor de volver al equipo. Pero las jugadoras, con las que nadie habló antes, acudieron al lugar de la convocatoria como quien avanza hacia el crematorio.

Y lo más llamativo es que en la convocatoria no apareció el nombre de Jenni Hermoso. Y más llamativo que su llamativa ausencia es el llamativo motivo de la entrenadora. Tomé sostiene que la deja fuera para "protegerla". Lo que es tanto como decir: "Escucha, Jenni, te dejamos fuera del equipo, pero lo hacemos por tu bien". Así que siento el aburrimiento y la molestia. Pero, si no me he perdido, la organización manipuló, mintió y presionó a las futbolistas para proteger los privilegios de la cúpula. Y para convencernos de que se está pasando la escoba y que la parte más importante del trabajo está hecha, ¡han vuelto a hacerlo!

Digamos que la Federación se protegió con el destierro de Jenni Hermoso. Digamos que se ahorró entre diez y doce portadas internacionales con la víctima accediendo contra su voluntad adonde la Federación ordena que acceda. Digamos que, si hay alguien al volante de la organización, ese día se quedó dormido. Pero el estruendo del choque frontal ha obligado a la clase política a mojarse y a dejar las cosas claras sobre cómo se pasa la escoba sin acumular el polvo bajo la alfombra. Lo que se les da de miedo cuando la televisión conecta en directo y el salón es ajeno.

A muchos o a algunos los eventos posteriores al Mundial nos sirvieron para reparar en todo el machismo y machirulismo bien disimulado. Muchos o algunos creímos, con ingenuidad, que era residual y poco acuciante. Pero mira: ahí está para saltarte a la cara. Y vive, en buena medida, en quien ve a decenas de mujeres dispuestas a sacrificar los mejores años de su carrera deportiva, y quizá de sus vidas, y sólo piensa en unas chavalas caprichosas, inmaduras y vengativas que merecen una reprimenda.