El otro día me tocó escribir el fascículo de la encuesta correspondiente a la valoración de líderes. Lo que cuando era pequeño, en el periódico de mi tierra, se llamaba "la picota". Con los ojos armados de fiebre, corría el lunes a la sección de Deportes, untaba los dedos en tinta y averiguaba las notas que había puesto la redacción del diario a los jugadores de Osasuna.

Las encuestas permiten democratizar el profesorado y la nota, sondeo mediante, la ponemos nosotros. No conozco a nadie, ni siquiera a mí mismo, que corra a ver las notas de Sánchez, Casado, Abascal, Arrimadas y compañía. Imagino que ese desinterés es la pólvora con la que les suspendemos.

Les suspendemos –y eso es lo más grave– con desidia. Con crudeza. Con terrible desgana. El presidente, ¡el mejor valorado!, saca un 3,8. Yolanda Díaz –la excelsa ilusión del frente amplio–, otro 3,8. Arrimadas, un 3,1. Abascal, un 2,9. Casado, un 2,8.

Borracho de ingenuidad, al conocer los datos, propuse en la redacción un titular que jugaba con la idea del "naufragio". La transversalidad del desastre. Pero un compañero, mucho más veterano y brillante en el arte de titular, me respondió: "Siempre suspenden, tenemos que contar la noticia. Quiénes son los mejores y los peores".

El lector podría decir, con razón, que los doses y los treses son fruto de la polarización. Es decir: como los de Vox y el PP ponen un cero a Sánchez, la media acaba disparada hacia abajo. Como los de PSOE y Podemos endosan un 1 a Casado, otro tanto.

Pero no, ni siquiera ahí puede hallarse consuelo. Las mejores exclusivas, o por lo menos las que a mí más me gustan, se esconden en los archivos. A punto de escribir estas líneas, me he dicho: "No seas nostálgico. Seguro que hace veinte años todos suspendían. Odiamos a los políticos y punto. Pensamos que son unos jetas y ya está".

Nada más lejos de la realidad. ¡Qué cruz la nuestra! Podemos decirlo de manera desacomplejada: qué cruz. Vaya paréntesis histórico debemos de estar viviendo. Un día, Simba, todo esto que ves habrá desaparecido y volverán los líderes de verdad.

El papel impreso de 1978 es hoy amarillo, crujiente y huele como sólo huelen las rosas. En esas páginas, Adolfo Suárez osciló entre el 6,2 y el 6,7 a lo largo de más de un año. La fuente, el CIS; pero no estaba Tezanos.

Ese mismo barómetro colocó a Felipe González, entonces en la oposición, entre el 5,8 y el 6,7. Santiago Carrillo, algo rezagado, peleaba entre el aprobado y el suspenso, viajando del 4,5 al 5. Tierno Galván sobresalía con una riada de seises. Manuel Fraga, la excepción, iba del 3,5 al 4,5. Pero, jode, ¡es que Fraga daba miedo! Y recordaba, imagino, al régimen del que había sido ministro y se pretendía dejar atrás.

Podría quedarme aquí, alabar el legado de la Transición y disfrutar de una jauría que me llamara "fascista", pero he ido un poquito más allá, he viajado a los noventa, cuyo papel de periódico todavía conserva el blanco y recoge algunas de las mejores investigaciones.

He aquí una "macroencuesta" –así se tituló– contratada, a pachas, por varios medios: Antena 3, La Cope... Y un nuevo CIS. González continúa por encima del 5. Aparece Aznar, que parte del 4,5, pero que llega al 5,3. Julio Anguita –nunca olvidaré cuando, en un bar junto a su casa de Córdoba, me enseñó a detectar a los "políticos whyskeros"–, también aprobado.

Pensaba que esto era todo, pero antes de encender el ordenador me ha llegado un mensaje de un importante dirigente político. Me habla de su líder, que está en el 3, pero que ha "mejorado mucho respecto a ocasiones anteriores". Le he contestado, perdón por la literalidad: "No me jodas, hombre. ¿Les dirás lo mismo a tus hijos si aparecen con esa nota y argumentan haber crecido en el último trimestre?".

Sanchis Sinisterra, uno de los dramaturgos que más me gusta, me contaba hace poco que había decidido inocular muchas más dudas que certezas en sus próximas obras de teatro. Siguiendo, entonces, la premisa del artista, ahí va una: ¿cómo es posible que las casas encuestadoras encuentren, cada poco tiempo, a miles y miles de ciudadanos con la paciencia suficiente como para calificar a estos "líderes"? En la universidad en la que estudié, al tercer o cuarto cate, no te podías volver a presentar a la asignatura.