Queridos, queridas, querides incluso, es fundamental en estos tiempos parecer buenísima persona. El probo, como la honesta mujer del César, no solo debe serlo. De hecho, podría perfectamente no serlo. Pero que lo parezca. La empatía debe ser un fin en sí misma. Olvidaos ya de esa patraña de que su función sería la de anticipar la acción, un previo al movimiento.

¿Quien necesita hacer nada pudiendo sentir algo? ¿Para qué vas a preocuparte por actuar para, es un poner, que se haga justicia, pudiendo escribir poemas con cada desgracia o hacer ilustraciones cuquis con cada drama? Por eso, porque me preocupo por vosotros y, al igual que el Gobierno, yo estoy aquí para haceros felices, os traigo el manual rápido que necesitabais. Porque queremos parecer buenos, pero tenemos prisa. Dentro vídeo:

1. Elige el lado bueno de la historia. Tú, siempre con los movimientos identitarios. A bulto. No con las mujeres desempleadas de larga duración con cargas familiares y sin preparación, por ejemplo. Tú con todas las mujeres (eso incluye a Ana Patricia Botín y deja fuera al señor mayor discapacitado que pide en la puerta del súper). No con los gays que han sufrido discriminaciones o agresiones y viven en lugares donde su vida está en juego, con todos los gays (eso incluye a Grande Marlaska pero dejaría fuera al chaval blanco y hetero que ha estudiado gracias a becas y esfuerzo y ahora está repartiendo en bici y coqueteando con el umbral de pobreza).

2. Desprecia al contrario. Es fundamental la dicotomía. No sirve de nada ser de los buenos si no hay unos malos muy malos a los que denigrar. Ten claro que solo es posible discrepar contigo por maldad, estupidez o desconocimiento. No desperdicies la más mínima ocasión de señalar y difamar. Se lo merecen. Esto también es a bulto: si estás con las mujeres, los malos son los hombres. Si estás con los gays, los malos son los heteros. Si estás con los negros, los malos son los blancos. Si estás con los trans, los malos son todos excepto contadísimas excepciones.

3. Deshumaníza. No caigas en la trampa de utilizar su nombre propio, ni pienses siquiera en rebatir las ideas sin atacar en lo personal. No repares en que tengan familia o amigos, ni sentimientos, ni sus propias circunstancias. Mucho menos razones fundadas para llegar a conclusiones diferentes a las tuyas. Refiérete a ellos con el desdén que merecen. Si no te ves capaz de improvisar nuevos términos con ingenio, opta por los manidos señoro, pollavieja, facha, ultraderechista. No dudes en llamarles también intolerantes a la mínima ocasión. Salpica tus peroratas de continuos -istas y -fobos. Aquí puedes lucirte: machista, homófobo, racista, clasista, especista, tránsfobo…

4. Evita el debate y el diálogo. Es una trampa. Siempre. Si quieres argumentar, por lucimiento o postureo que necesidad no hay, hazlo en espacios seguros, sin posibilidad de comentarios que no sean a favor. Sin réplica, sin preguntas que no conozcas y autorices de antemano. Querrán convencerte de que es sano, pero no es cierto. Lo verdaderamente sano es que cambien de opinión porque están equivocados. Estamos a favor de la libertad de expresión, sí, pero no queremos escucharles. Son libres para expresarse, por supuesto, pero en otros medios que nosotros no leeremos y que tacharemos de fascistas e intolerantes (léase el punto anterior). Ya nos encargaremos de que cada vez sean menos los lugares donde puedan hacerlo. No es cultura de la cancelación, son derechos humanos.

5. Zanja cualquier desencuentro con una acusación pública. Si puede ser en redes, muchísimo mejor. En estos casos son muy socorridas las apelaciones a la violencia machista, acusaciones de atentar contra los derechos humanos o de blanquear a la ultraderecha. Esta cuestión no es baladí, es para facilitar que alguna ministra con mucho tiempo libre y poco sentido de la responsabilidad pueda interceder en una cuita entre particulares posicionándose abiertamente del lado de una de las partes. De la buena, claro, de la nuestra. Esto viste mucho y abona el terreno para los linchamientos virtuales sin necesidad de llamada a la acción por nuestra parte, lo que nos permitiría seguir insistiendo en nuestros dicterios desde nuestro papel de víctima. Todo son ventajas.

Ni un paso atrás. El futuro será feminista, gay, transexual, no binario, polirracial, vegano, ecosexual, genderfluid, bisexual, poliamoroso, andrógino, panromántico, celíaco, pelirrojo, murciano, con piel atópica, ligeramente borde y muy amigo de sus amigos o no será.