Miguel Bosé lo niega todo: todo es mentira. Así que no se pone la mascarilla, tampoco usa gel hidroalcohólico, y nunca se hace PCR. No cree en la pandemia. Para él, se trata solamente de un “plan urdido que no se quiere que se sepa”, así que golpea la mesa, se pone intenso y, frente a Jordi Évole, asegura que “van a caer todos: uno detrás de otro”.

No hay más que mirarle a los ojos, repletos de un argumento imposible. Sin embargo, nunca ha estado tan convencido de algo.

En un país en el que han muerto cerca de 100.000 personas, en un planeta con 136 millones de casos y casi tres millones de fallecidos, resulta fascinante, aunque también patético, que haya individuos que mantengan un discurso más o menos equilibrado, inteligente en ocasiones en otros ámbitos de la vida, y que, sin embargo, naufraguen de una forma tan estrepitosa como temeraria con respecto al virus que ha transformado el mundo.

Pero es que Bosé, lejos de hallarse sometido a tesis conspiranoicas de escasa o nula justificación, está “muy informado”. Él no tiene la menor duda. También lo estaban Donald Trump o Jair Bolsonaro, dos presidentes cuyos países lideran hoy el más desafortunado de los ranking internacionales, el de las muertes por causa de la Covid-19.

Por supuesto, ya dice él en este momento extraño de su carrera que su yo artista es “un demente, un loco, un pirado”. Por lo visto en la entrevista televisiva, tampoco está mucho mejor su otro yo, el que ha dejado el consumo frecuente de drogas hace sólo siete años.

Entre los dos, entre Miguel y Bosé, se han liado tanto que acusan a Bill Gates, el único que predijo la pandemia en su famoso vídeo de 2015 en las charlas Ted, de estar detrás del desastre sanitario.

El creador de Microsoft es un visionario. El cantante nacido en Panamá, también, pero de una clase muy distinta. Al primero le asaltan ideas que perfeccionan el mundo; al segundo, visiones de patrones alucinógenos.

Claro que consumir hasta dos gramos de cocaína a diario, y mezclarlos con marihuana y otras sustancias, puede derivar en consecuencias y nublar sensiblemente el juicio. El amante bandido, que reveló que fue “salvaje”, lo tiene bastante perturbado.

Ya cometió un error similar Victoria Abril cuando conoció que iba a recibir el Premio Feroz de Honor. Con su “coronacirco” y su “plandemia”, con su “estamos siendo usados como cobayas”, sólo logró aturdir a la mayoría de los ciudadanos, atónitos ante semejante discurso. La actriz acabó pidiendo perdón pocos días después. ¿Lo hará Bosé?