…o guardia civil me sentiría utilizado, manipulado, señalado, derrotado y humillado. Pensaría que el pasado domingo me lanzaron a la calle para dar algunas hostias, para tratar de frenar lo que la clase política había sido incapaz de detener.

Si yo fuera policía o guardia civil acusaría a este gobierno de cobardía y ceguera, de haberme/habernos utilizado para tapar sus carencias, de haberme/habernos lanzado a los leones y de haberme/habernos dejado tirados ante los ciudadanos de Cataluña, de España y del mundo.

Si yo fuera policía o guardia civil arremetería contra mis jefes por abandonarnos en tierra hostil y rodeados por el enemigo.

Si yo fuera policía o guardia civil acusaría al presidente del Gobierno Mariano Rajoy de atrofia institucional y de pretender que nosotros, y sólo nosotros, ante su lacerante pasividad, evitáramos el domingo la celebración del referéndum ilegal promovido por la Generalitat de Cataluña.

Si yo fuera policía o guardia civil pediría responsabilidades al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por haber dejado a los Mossos la puerta abierta para incumplir sus órdenes al incluir en las mismas -como contó este periódico- aquello de “adoptar todas aquellas medidas que impidan la consecución del referéndum, sin afectar la normal convivencia ciudadana”.

Si yo fuera policía o guardia civil acusaría de traición a nuestros compañeros de los Mossos por no haber hecho su trabajo y haber dificultado con ello el nuestro; por haberse puesto de perfil para dejar nuestra cara al aire; por haberse escondido detrás de la normal convivencia ciudadana para dejarnos a nosotros el papel de depredadores de niños y mayores, de brazo armado de la represión del Estado contra la pacífica ciudadanía...

Si yo fuera policía o guardia civil le preguntaría al ministro Zoido por qué, sabiendo todo esto, tiene que condecorar al número dos de los Mossos veinticuatro horas después de la traición.

Si yo fuera policía o guardia civil acusaría a mis jefes directos de falta de previsión, de falta de información y de falta de directrices para saber lo que teníamos que hacer en el cumplimiento de las órdenes judiciales.

Si yo fuera policía o guardia civil les preguntaría a mis superiores por qué no éramos más, bastantes más.

Si yo fuera policía o guardia civil acusaría de ignorancia al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) por no haber sido capaces de averiguar dónde estaban las miles de urnas utilizadas el 1-O, matarile-rile-rile

Si yo fuera policía o guardia civil le preguntaría a todos mis jefes cómo no se dieron cuenta de que lo del domingo iba a ser un inmenso circo en el que aquellos que han manejado todos los hilos nos habían dejado a nosotros el lamentable papel de bufones.

Si yo fuera policía o guardia civil me preguntaría dónde demonios está ese cincuenta por ciento de la población catalana que según todo el mundo está a favor de la Constitución y de seguir perteneciendo a España. ¿Por qué no se les ha visto? ¿Por qué no han dado la cara? ¿Por qué no la han dado por nosotros?

Si yo fuera policía o guardia civil señalaría con el dedo a mis superiores por haber permitido que nos expulsaran de algunos hoteles de Cataluña como si fuéramos unos perros, unos apestados. Les preguntaría si no han sentido vergüenza al ver nuestra salida de dichos establecimientos con la cabeza baja y soportando un sinfín de insultos como si en lugar de servidores de la ley fuéramos unos vulgares delincuentes; si no se les cae la cara de vergüenza cada vez que nos escrachean y nos humillan en directo para jolgorio del personal.

Si yo fuera policía o guardia civil llamaría al orden a esa sociedad civil -¿existe realmente?- que no ha sido capaz de levantar la voz, que parece tan entumecida y paralizada como el gobierno central. Les preguntaría con tristeza si no hay nadie en este país, que no sea Falange Española y de las JONS u otros grupos de extrema derecha, con capacidad para convocar a la ciudadanía en defensa de la Ley y de la unidad de España.

Si yo fuera policía o guardia civil reconocería que el gobierno de la Generalitat ha sido capaz de llevar a cabo un plan perfectamente trazado, saltarse todas las leyes habidas y por haber, ridiculizar a jueces y fiscales, insultar y denigrar a las fuerzas de seguridad del Estado, amedrentar a todos aquellos ciudadanos de a pie que no piensan como ellos, echar a la calle a miles de personas contra España y los españoles… y todo desde la más absoluta impunidad.

Si yo fuera policía o guardia civil reconocería también que, frente a esto, el gobierno de España ha bajado los brazos, se ha rendido; no ha sido capaz de hacer cumplir la Ley, ha sido melifluo y cobarde, ha abdicado de sus obligaciones y ha transferido a jueces y policías lo que tenía que haber sido su trabajo, su responsabilidad absoluta.

Si yo fuera policía o guardia civil les diría a todos los españoles que sólo hemos cumplido con nuestro deber pero que nos sentimos solos y apaleados.

Pd. Nunca he sido policía o guardia civil. Y nunca lo he querido ser. No me gustan ni me han gustado jamás la música militar o los uniformes. Odio el uso indiscriminado de la fuerza y creo, por supuesto, que todo aquel policía o guardia civil que se demuestre que el pasado domingo se excedió en el uso de la fuerza tiene que rendir cuentas ante la ley y pagar por ello si los jueces así lo determinaran.

Pero también creo reconocer una trampa cuando la veo. Y lo del domingo fue una gran emboscada en la que policías y guardias civiles cayeron como patos por culpa de un gobierno que se ha saltado la Constitución Española, el de Barcelona, y otro, el de Madrid, que impunemente se lo ha permitido; una trampa perfectamente preparada en la que incluso participaron sus compañeros de la policía autonómica catalana; una celada con guión y escaleta que los ha convertido en falsos culpables, en la coartada perfecta del nacionalismo y en la imagen universal de la represión de España en Cataluña. Ellos han sido el eslabón que faltaba para la tormenta perfecta que el separatismo catalán dibujó con precisión cirujana el pasado 1 de octubre.