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. EFE / Javier Lizón

En The Leftovers, la mejor serie dramática de todos los tiempos, la desaparición o ascensión del 2% de la población mundial empuja a quienes quedan en el planeta a una azorada existencia marcada por el sentimiento de pérdida, la soledad y el vacío.

En La máquina del tiempo, novela fundacional de la ciencia ficción, un investigador visita el futuro y regresa espantado por la degeneración de la humanidad. La obra de H.G. Wells y la serie de Damon Lindeloff y Tom Perrotta tienen en común la exploración de dimensiones desconocidas y una visión apocalíptica de la existencia.

En esta imagen de los reyes, durante los fastos del 40º aniversario de las primeras elecciones democráticas, convergen ambos relatos. El contraste entre el viejo 600 y la elegancia de los personajes de la alfombra roja sugiere dos planos temporales, y en ambos sobresale la ausencia clamorosa del anterior jefe del Estado, que no fue invitado a la fiesta de cumpleaños de la democracia que él mismo contribuyó a fundar.

Fíjense bien. El coche, una reliquia inocente con megáfonos y carteles electorales, podría ser una máquina del tiempo varada hace 40 años, cuando Juan Carlos I tenía todo el futuro por delante. No hay nadie al volante de ese vehículo, pero cualquiera podría imaginar al entonces joven rey -entre otros- conduciendo ese coche en el que este país inició su viaje al progreso.

En el primer plano, el destierro del rey emérito resulta aún más notorio porque, aunque vemos a Felipe VI y Letizia, un tercio de la composición la protagoniza el vacío. En la cabecera de The Leftovers los realizadores de HBO resumen con habilidad el momento de la ascensión, a partir de retratos domésticos como éste, en los que una o varias personas viran del fundido en negro a la nada. Es lo que parece haber sucedido en esta foto: entornen los ojos y no les resultará difícil imaginar la sombra del emérito, con su bastón y su rifle de matar elefantes.

En la serie, la desaparición inexplicable de seres queridos da lugar a una sartreana náusea que contamina para siempre las relaciones de los restos. Los familiares de los desaparecidos buscan respuestas, abandonan sus casa, ingresan en sectas y reinterpretan la Biblia como si fuera un manual de instrucciones para seguir viviendo.

Ignoramos cuáles serán las consecuencias de este retrato de los reyes y el padre ausente. No sabemos si -como sucede en la serie- algún miembro de la Casa del Rey huirá de la Zarzuela para vestir de blanco y fumar como un descosido, o si se instalará en una torre a esperar el diluvio, o si buscará su propia máquina del tiempo para volver a la mañana del miércoles 28 de junio, a la madrileña Carrera de San Jerónimo, y hacer regresar a Juan Carlos I al lugar que le hubiera correspondido ocupar en esta fotografía.