Una encuesta lanzada desde Twitter por Peter Diamandis, autor de un muy recomendable libro titulado Abundance y fundador de iniciativas como X Prize Foundation o Singularity University, incide en un concepto muy interesante: la percepción de la innovación. Aunque dista mucho de ser científica, la encuesta muestra claramente cómo compañías como Tesla son percibidas como más innovadoras que otras como Google, Amazon o Facebook, que invierten muchísimo más en I+D.

Las conclusiones resuenan de manera muy clara con lo que ocurre en muchísimas compañías: por mucho que publican en su memoria corporativa los millones que invierten en I+D, no logran ser percibidas como innovadoras en absoluto. No, anunciar una cifra fastuosa en I+D no influye en tu percepción como empresa innovadora. Esa cifra se percibe como algo abstracto, como “un número grande”, pero como tal, no dice absolutamente nada. Lo que hace que te perciban como innovador son tus actos, tus productos, el liderazgo de tus directivos, y, sobre todo, tus ideas para cambiar el mundo.

La inmensa mayoría de las compañías automovilísticas tradicionales son percibidas como “vendedoras de coches”. Tesla, en cambio, es vista no solo como un líder que marca el camino a seguir, sino incluso como alguien capaz de cambiar la industria tal y como la conocemos, a pesar de no ser ni la empresa más grande, ni la más rentable (pierde mucho dinero), ni la que más vehículos vende. Para sus competidores, una situación así debe ser desesperante. 

El periódico más innovador no es el que más dinero gana ni el que más lectores tiene: es el que más posibilidades apunta de querer o poder cambiar su industria. ¿Cuál es el valor de esa percepción? ¿Vale la pena perseguir ese liderazgo, incluso a costa de ganar menos dinero o incluso de perderlo? ¿Qué compra cada cosa? Los resultados económicos pueden comprar tranquilidad a corto plazo, pero la percepción de innovador compra algo que va mucho más allá: ofrece pasar a la historia.

Ser percibido como un líder innovador permite consolidar una imagen, convertirse en objeto de deseo o marcar la agenda de una industria. Permite atraer y retener talento mejor que otros, y generar un orgullo de pertenencia que influye en el clima laboral. En muchos sentidos, centrarse en los resultados económicos, a pesar de ser “lo ortodoxo”, es poco eficiente a la hora de ser percibido como innovador. Preocuparse por el dinero es de pobres. Si quieres liderazgo, hazte una pregunta: ¿qué quieres cambiar? ¿Tu cuenta corriente... o el mundo?