RTVE ha cometido dos errores en esta edición del festival de Eurovisión.

El primero ha sido politizarlo, convirtiéndolo en lo que no es: una plataforma de reivindicación política.

El segundo, como consecuencia del primero, ha sido despreciar su condición de evento musical. Es decir, de sencillo producto de entretenimiento.

El resultado de ambos errores fue el antepenúltimo puesto de Melody, que además compareció con una mala canción y una actuación vulgar y anticuada, muy alejada del tono general de Eurovisión.

Tampoco benefició a Melody el empeño de RTVE en convertir su actuación en la excusa para unas reivindicaciones políticas coincidentes con los intereses de Pedro Sánchez.

La insistencia ayer domingo de RTVE en sembrar dudas sobre la legitimidad del televoto de los espectadores, pidiendo una investigación sobre este, reincide en el primero de los dos errores y demuestra una alarmante incapacidad de la televisión pública española para comprender que Eurovisión no es ni debe ser una plataforma para la batalla ideológica.

Confirma también que para este Gobierno, la resolución de los problemas es siempre una consideración secundaria frente al aprovechamiento propagandístico de esos problemas en beneficio propio. Porque ninguna reivindicación esgrimida en Eurovisión servirá para solucionar el conflicto en Gaza. Pero sí puede servir para que algunos políticos se beneficien electoralmente de ese conflicto.

Que el voto a Israel puede haber estado motivado políticamente es una obviedad que, por otro lado, no resta ni un ápice de legitimidad a esos votos.

En primer lugar, porque es evidente que el proceso de votación eurovisivo, que permite a la misma persona votar veinte veces por el mismo candidato, facilita que una minoría muy movilizada pueda alterar sensiblemente los resultados

Y, en segundo lugar, porque ese sistema es el mismo que sirvió, por ejemplo, para que Ucrania ganara en 2022 con la canción Stefania, interpretada por Kalush Orchestra, tras recibir 439 puntos del público. Y en esa ocasión, RTVE no vio nada sospechoso en un televoto que, evidentemente, estuvo espoleado por la reciente invasión del país ordenada por el régimen de Vladímir Putin.

Lo que molesta a RTVE, por tanto, no es que el televoto esté motivado políticamente, sino que ese voto haya beneficiado a Israel. ¿Con qué argumento se queja entonces RTVE de la politización del voto si ella fue la primera en politizar el festival a costa de las posibilidades de España? ¿No debería haber sido el objetivo de RTVE maximizar las posibilidades de victoria de Melody y no boicotearlas?

La utilización que la televisión pública hizo del festival, desobedeciendo las advertencias de los organizadores para insertar mensajes con clara intencionalidad política en contra de Israel, demostró además la pérdida de la vocación de servicio público de RTVE y su sometimiento a las necesidades propagandísticas del Gobierno.

Las declaraciones de uno de los principales presentadores de RTVE afirmando que prefería "pagar una multa" a "ser cómplice de un genocidio", una afirmación tan desafortunada como simplista, confirman la total distorsión de esa función pública.

En primer lugar, porque la multa no la pagarán los presentadores de La 1, sino los españoles.

Y, en segundo lugar, porque esa toma de posición política, que sería legítima en un medio privado, ni siquiera representa a una mayoría de los españoles, como demostró un voto popular que optó abrumadoramente por la cantante israelí en detrimento de los favoritos del festival.

Quien politizó el festival desde el primer minuto no puede quejarse ahora de que los europeos, y no solamente los españoles, hayan aceptado el órdago y se hayan manifestado a favor de un país en el centro de una polémica fuertemente ideologizada.

Porque se puede estar en contra de las tácticas del gobierno israelí en Gaza, como de hecho lo está este diario y hemos argumentado en anteriores editoriales, pero también ser consciente de que Eurovisión no es ni por asomo el foro adecuado para reivindicaciones geopolíticas sin relación alguna con la música.

RTVE debe recapacitar, abandonar su vocación de evangelizadora de masas en beneficio del Gobierno, y afrontar la edición del año asumiendo que Eurovisión es un simple festival de música. Ni más ni menos.