Una okupación sufragada en secreto por el Ayuntamiento, una okupación en la que se pagan rigurosamente el alquiler y las derramas, es en realidad un club de tenis o un hogar del jubilado. También es una burla burguesa y una prueba más de que el capitalismo no repara en subterfugios, y si hace falta tira de chequera, en su afán de domesticación de los pueblos.

El chasco que se han llevado los muchachos de la gasolina al comprender que su particular Comuna de París era en verdad una sucursal caritativa de la derecha nacionalista ha sido tremendo. Estos chicos empezaron “expropiando” un banco en 2011 y han acabado siendo fiduciarios de un contrato de arrendamiento de 5.000 euros mensuales.

Xavier Trias, a la sazón alcalde, se hizo cargo -con el dinero de todos- del agua, el gas, la luz, la calefacción, el IBI y la reparación de cuantos desperfectos domésticos pudiera causar la utopía de Gràcia. Lo curioso no es que el exalcalde afronte ahora una acusación por malversación de caudales públicos, sino que decidiera pagar la okupación sin que lo supieran sus beneficiarios.

Que el Ayuntamiento sufrague a unos okupas por razones humanitarias o de asistencia social podría tener un pase, pero hacerlo por miedo a los violentos convierte el alquiler en una extorsión. Con todo, lo realmente fascinante es que la regularización de la okupación del Banc expropiat se haya realizado en secreto para no truncar el sueño anticapitalista de los arrendatarios.

La furia incendiaria tras el desalojo, una vez sabido lo del alquiler municipal, despoja las algaradas de cualquier atisbo romántico. Es normal que los muchachos se hayan ofendido al comprender que la suya ha sido una anarquía emasculada. Hasta cierto punto es lógico que, entre carga policial y contenedor ardiendo, insistan en que no quieren que el Ayuntamiento les pague nada.

Pero una vez que ya todo el mundo sabe que el Banc expropiat era en realidad un Banc llogat (alquilado) con el presupuesto municipal, difícilmente podrán sus moradores recuperar su condición revolucionaria. Ni siquiera los alegatos de Ada Colau pidiendo “proporcionalidad” a los mossos podrá restituir a las cargas un mínimo de épica contestaria. ¿Con qué cara mantendrían los okupas de Gràcia las proclamas, el decorado y las pintadas antisistema sabiénsose subvencionados? Resulta inimaginable mayor alienación.