Manifestación en Estambul para protestar contra el arresto del alcalde, Ekrem Imamoglu. Reuters
¿Los intereses son el demonio? Cómo un prejuicio antisemita lleva a Erdogan a asfixiar la economía de Turquía
El sultán reinventó la lucha contra la usura… a costa del bolsillo de los turcos.
Más información: Ahora Doha... ¿y luego quién? Catar se convierte en el sexto país atacado por Israel desde el comienzo de la guerra de Gaza
Los medios económicos definen la política monetaria de Recep Tayyip Erdoğan como “poco ortodoxa” y causa de la debacle económica que sufre Turquía desde 2018. Detrás de ese eufemismo se esconden varios motivos, pero uno de los más llamativos es religioso: como musulmán devoto, el presidente turco considera que la usura contradice los principios islámicos.
Históricamente, los judíos fueron perseguidos por practicar el préstamo con interés, actividad que también el cristianismo prohibía a sus fieles, pero que era económicamente necesaria, lo cual ha generado un prejuicio. En consonancia con sus creencias religiosas, la fijación de Erdoğan en los últimos años ha sido mantener los tipos de interés de los préstamos bajos, muy bajos.
El retrato de la evolución macroeconómica turca es deprimente. Al mantener los tipos de interés bajos, la inflación se disparó hasta superar el 80% interanual en 2022. Tras un cambio de timón ante la pérdida de votantes, a mediados de 2024 se redujo hasta aproximadamente un 32%.
El tipo de interés oficial cayó hasta 8,5% durante ese periodo por la presión del “Reis”, el jefe, que tras más de dos décadas en el poder está rodeado de “yes men”, ministros que le dan la razón en todo.
Desde 2019, el líder turco ha eliminado por decreto presidencial cualquier intento ortodoxo de corregir la política monetaria por parte de los gobernadores del Banco Central de Turquía (CBRT) que él mismo nombraba.
La lista es larga: Murat Çetinkaya, Murat Uysal, Naci Ağbal y la gobernadora Hafize Gaye Erkan. En Turquía se les llama “quemados por la ortodoxia”. Por defender la independencia del CBRT cayó también el exministro de Finanzas, Lütfi Elvan.
Pero en verano de 2023 fue nombrado Mehmet Şimşek en esa misma cartera, y convenció al jefe: subió los tipos al 50%. El presidente accedió por la desastrosa situación de la economía del país, las presiones externas y la pérdida de su base de votantes.
Es más difícil votar a Erdoğan con el estómago vacío. La depreciación crónica de la lira ha tenido un coste fiscal de 60.000 millones de dólares. El déficit por cuenta corriente mejoró en 2024, pero continúa estructuralmente negativo. Las reservas se recuperaron parcialmente, y el desempleo oficial se mantiene en el 10,5%, en un país donde la economía informal se calcula en torno al 50%.
El diagnóstico de esta crisis por parte de economistas Nobel como Daron Acemoglu (MIT) radica en los tipos reales negativos prolongados, la politización del Banco Central y la falta de credibilidad.
Dani Rodrik (Harvard) señala vulnerabilidades estructurales y dependencia del capital externo. Las consecuencias: hiperinflación, la cesta de la compra encareció más del 300% (con precios equiparables a capitales europeas, mientras el salario mínimo ronda los 500 €), fuga de capitales, dolarización e intervenciones masivas en el mercado.
Es posible que Erdoğan tuviera otros escenarios populistas al imponer tipos bajos, como incrementar exportaciones y aparentar que el dinero circulaba. Pero en un país que exporta cada vez menos, provocó que las importaciones se encarecieran un 34% frente a un escaso 12,85% de crecimiento de ventas al exterior.
Erdoğan vinculó explícitamente en 2018 su política monetaria a un rechazo religioso al interés, conocido como “riba”, con esta frase: “Los intereses son la madre y el padre de todos los males”.
En el islam, riba es el interés excesivo o cualquier ganancia asegurada sin riesgo. Se considera injusto, explotador y contrario a la equidad económica. Son numerosos los versículos del Corán que prohíben la riba.
Surah Al-Baqarah (2:275-279): “Los que devoran la usura no se levantarán sino como quien ha sido trastornado por Satanás con su locura. Eso es porque dicen: 'El comercio es como la usura', cuando Alá ha hecho lícito el comercio y prohibido la usura”, y también: “¡Oh, creyentes! Temed a Alá y renunciad a lo que queda de usura, si sois creyentes. Y si no lo hacéis, sabed que os espera una guerra de parte de Alá y Su Mensajero”.
En cuanto a la Torá judía, aunque refuerza el préstamo sin lucro entre judíos pobres, lo permite con extranjeros.
Deuteronomio 23:19-20: “No cobres interés a tu hermano... Al extranjero sí”.
Empresarios y altos cargos confirman que los tipos de interés son problemáticos al negociar con países musulmanes. “El tipo de interés formal es un tema sensible”, explicaban Mansoor Khan y Ishaq Bhatti en sus estudios sobre banca islámica. “Es más eficaz presentar condiciones como comisiones de estructuración o tarifas por servicios. Los clientes musulmanes prefieren pagar un sobrecoste indirecto que aceptar una tasa de interés explícita”.
En efecto, a la aspiración religiosa de bonhomía se impone el pragmatismo de los negocios.
Existen otros mecanismos sustitutivos del interés entre los islámicos. La “murabaha” consiste en pactar un precio mayor por aplazar el pago, lo que en la práctica funciona como interés disfrazado.
Los “mudarabah” y “musharakah” son contratos de participación en beneficios, donde la rentabilidad se calcula de forma variable. O el “tawarruq” estructurado, que permite acceder a liquidez sin mostrar explícitamente que hay interés. Cumplen con la Sharía, la ley islámica, pero buscan márgenes económicos equivalentes al interés convencional.
Soluciones que desconoce el vitalicio líder turco. Son numerosos los economistas que han visto en el hundimiento de Turquía su obcecación por imponer su ideología en la economía: Haşmet Gökırmak y Fuat Sekmen, en su análisis de 2022 “Empirical evaluation of President Erdoğan's interest rate policy”, indican que “la visión económica del AKP (el partido de Erdoğan) no es puramente neoliberal ni tecnocrática. Está atravesada por una narrativa moral y cultural que se nutre del islamismo político y de un rechazo a las instituciones económicas occidentales”.
En The Law of Riba in Islamic Banking (Gürak, H. y Hatti, N., 2024), los economistas se ceban con el líder que aseguró que los intereses eran el demonio.
El editor principal e investigador de la Universidad de Lund (Suecia), Hasan Gürak, abre la veda: “¿Acaso Erdoğan solo pretendía recordar a los musulmanes que si desobedecen la orden de Alá sobre la prohibición de obtener o pagar intereses y se inclinan ante el mal, tendrán que sufrir las consecuencias?”.
También otea una salida al recordar que “el Santo Corán ha prohibido claramente la riba, pero no proporcionó ninguna definición de riba o su alcance en los préstamos”.
¿Se aplica igual en todos los países islámicos? “No es algo que necesariamente siempre se refleje en las políticas; la restricción se aplica más bien a nivel privado, de manera individual, en términos de productos financieros que se ofrecen en esos mercados”, explica a este diario un experto del sector financiero.
Sudán es el país identificado como el más estricto en la aplicación de la riba, con estándares inflexibles en sus transacciones bancarias. Algo similar sucede en Arabia Saudí, donde bancos como Al Rajhi han implementado modelos de “musharakah” para proyectos de infraestructura a gran escala.
El país del Golfo tiene la segunda mayor participación en activos bancarios islámicos globales, con un 18%. La primera la tiene Irán, con un 37%, otros de los países más severos con la riba junto con Arabia y Pakistán, en algunos aspectos. Más moderada es Malasia. Y los países con implementación más variable son Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar, Bahréin e Indonesia.
Fuera ya de la ficción religiosa, cabe destacar que la prohibición de la usura no se correlaciona con menores niveles de corrupción. Aparte del propio Erdoğan, acosado por evidencias aportadas por la oposición desde hace una década, algunos de los países más estrictos como Irán, Pakistán, Sudán o Yemen se encuentran entre los más corruptos del mundo, según el CPI 2024.
Será necesario recordar a estos devotos líderes que el Corán también prohíbe el “fasad” o corrupción: “No consuman la riqueza unos de otros injustamente”, ya que “el castigo para quien toma soborno, quien lo da y quien actúa como intermediario entre ellos es una maldición y expulsión de la misericordia de Alá por la lengua del Mensajero de Alá”.