
Donald Trump se dirige a la nación desde la Casa Blanca tras los ataques a instalaciones nucleares iraníes. Reuters
Trump arrastra a EEUU a una nueva guerra en Oriente Próximo tras prometer la paz para la región sin pegar un tiro
El presidente aseguró en mayo, durante su gira por la región, que veía su futuro “definido por el comercio, no por el caos”.
Más información: Trump afirma que ha devastado gran parte del poder nuclear de Irán y Teherán avisa de que contraatacará antes de negociar
Las bombas y misiles de Estados Unidos lanzados en la madrugada del domingo sobre tres centros clave en el desarrollo del arma nuclear de la República Islámica suponen la implicación de Washington en una nueva guerra en Oriente Próximo. Justo lo que Donald Trump prometió que nunca haría.
Lo hace de la mano del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Ha quedado claro quién es el aliado más importante del mundo para el presidente estadounidense. Por él abandonó hace una semana la cumbre del G7 en Canadá antes de tiempo. En el Air Force One, que lo llevaba de regreso a Washington, afirmó que lo hacía porque el conflicto bélico entre Irán e Israel reclamaba su presencia en la Casa Blanca.
El presidente estadounidense decidió pasar a la acción tras el último intento de Francia, Reino Unido y Alemania de desescalar el conflicto.
El viernes, el ministro de Exteriores iraní, Abás Araqchi, se reunió en Ginebra con sus homólogos británico, David Lammy; francés, Jean-Noël Barrot; y alemán, Johann Wadephul, así como con la jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas. El diplomático iraní dejó claro a sus interlocutores que Teherán no estaba dispuesto a volver a la mesa de negociaciones sin una tregua.
Menos de 48 horas después, Trump —que había prometido decidir en dos semanas si emplearía o no la fuerza militar contra el régimen iraní— aprobó el ataque.
Que este se haya producido pocos días antes del viaje del presidente a Europa para asistir a la cumbre de la OTAN no parece haber influido en su decisión. Si alguno de sus socios europeos —singularmente el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron— albergaba reservas respecto a la intervención militar, está claro que sus matices no pesan en el Washington del segundo mandato de Trump.
Trump, curiosamente, ha justificado el uso de la fuerza invocando la paz. En un mensaje en X (antes Twitter), tras anunciar el ataque, afirmó que “la hora de la paz ha llegado”. En su alocución de la madrugada del domingo fue más contundente: “Irán, tirano de Oriente Próximo, debe hacer la paz ahora. Si no lo hace, los ataques futuros serán mucho más importantes y más fáciles de llevar a cabo”.
Tras acusar a Irán de ser el “mayor patrocinador del terrorismo mundial”, responsable de la muerte de “más de mil” estadounidenses y de “cientos de miles de personas en todo el mundo como consecuencia directa de su odio”, Trump advirtió a Teherán: “O habrá paz, o una tragedia para Irán, mucho más grande que la que hemos visto estos últimos ocho días”.
Trump asume de este modo la idea del primer ministro israelí, sintetizada en el lema: “Paz por la fuerza”. Tras el ataque estadounidense, Netanyahu escribió en X: “Primero viene la fuerza, luego la paz (...) Y esta noche, @realDonaldTrump y Estados Unidos actuaron con mucha fuerza”.
De hecho, el propio Trump, en su alocución tras el ataque, “felicitó y dio las gracias” al primer ministro israelí, al que se refirió cariñosamente como Bibi Netanyahu. “Hemos trabajado en equipo, como ningún otro equipo lo había hecho nunca. Y hemos recorrido un largo camino para eliminar la horrible amenaza que pesaba sobre Israel”.
Elige tu propio bando
Queda claro con quién está alineado Trump. No está, sin embargo, nada claro que en casa todo el mundo respalde la iniciativa del presidente.
Trump no sólo prometió acabar con la guerra en Ucrania en una semana —lo que no se ha producido por la resistencia de Vladímir Putin pese a los llamamientos del presidente, que presume de su cercanía—, sino que, además, se ha dejado arrastrar a una nueva guerra en Oriente Próximo. Conviene recordar que, en mayo, durante su gira por la región, aseguró que veía su futuro “definido por el comercio, no por el caos”.
También es significativa esta frase de su discurso inaugural del segundo mandato: “Mediremos el éxito no sólo por las batallas que ganamos, sino también por las guerras que terminamos y, quizá más importante aún, por las guerras en las que no nos metemos”.
Sepultados esos mensajes por la actualidad, toda la retórica del mensaje posterior al ataque, aludiendo a una futura paz en la zona, chocó de frente con el titular con el que The New York Times abrió su edición digital de este domingo: “EE.UU. entra en guerra contra Irán”.
Por eso también resulta significativo que en su alocución tras el ataque Trump apareciera acompañado por el secretario de Estado, Marco Rubio; el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el vicepresidente, J.D. Vance. Este último se había alineado días antes con quienes se oponían a una intervención militar estadounidense.
Grosso modo, los republicanos clásicos estaban a favor de la intervención, mientras que sus partidarios más cercanos al movimiento MAGA eran más proclives al aislacionismo. Entre los demócratas también había tanto partidarios de la intervención como grandes detractores.
“Donald Trump prometió traer la paz a Oriente Próximo. No ha cumplido su promesa. El riesgo de guerra se ha agravado dramáticamente…”, declaró hace unas horas Hakeem Jeffries, jefe de los demócratas en la Cámara de Representantes, en un comunicado publicado en X.
Todo dependerá ahora de la respuesta del régimen de los ayatolás. Trump apuesta a que Teherán, más allá de la retórica incendiaria inicial, no responderá cerrando el estrecho de Ormuz, por donde transita no sólo el 40 % del petróleo que consume el mundo, sino también una parte importante del gas qatarí.