Antony Blinken y Benjamin Netanyahu, en su reunión en Jerusalén

Antony Blinken y Benjamin Netanyahu, en su reunión en Jerusalén Efe

Oriente Próximo

'Juré eliminar a Hamás. No me detendrán': Netanyahu baraja reiniciar la guerra y Blinken le pide otra tregua

La comunidad internacional aboga por una prórroga para el rescate de rehenes y prepararse de cara a organizarse para el día después del conflicto.

1 diciembre, 2023 02:19

Jueves intenso y violento en el marco del enfrentamiento entre Israel y Hamás. Aunque, a primera hora de la mañana, la organización terrorista anunciaba la prolongación del alto el fuego durante veinticuatro horas más, con el correspondiente intercambio de rehenes por prisioneros, el resto de declaraciones y noticias a lo largo del día apuntan a un reinicio inminente de las hostilidades.

El atentado en Jerusalén en el que murieron dos israelíes, reivindicado por Hamás, eleva la tensión en Cisjordania, donde también el ejército israelí mató a un palestino y donde las escaramuzas de mayor o menor intensidad proliferan desde antes incluso de la masacre del 7 de octubre. Las palabras de Netanyahu ante la petición de Antony Blinken de que prolongue la tregua tampoco invitan al optimismo: "He jurado eliminar a Hamás y nada me detendrá", declaró el primer ministro israelí ante las presiones del secretario de estado norteamericano.

Aunque en cualquier momento se puede producir un giro en los acontecimientos y la diplomacia de Qatar, Egipto y Estados Unidos sigue luchando por que así sea, lo cierto es que a última hora del jueves todo apuntaba a que no habría renovación de la tregua este viernes y las IDF retomarían su operación donde la habían dejado: en Gaza City, rodeando el campo de refugiados de Jabulia por tres de los cuatro flancos.

Objetivos incompatibles

Ahora bien, no es Jabulia lo que preocupa a Biden y a Blinken. Lo que les preocupa es que después de casi dos meses de operación contra Hamás no parece haber objetivos definidos y realistas. Lo que le están pidiendo constantemente a Netanyahu, aparte de un mayor miramiento hacia la población civil, es una estrategia coherente. Israel sigue defendiendo que va a acabar con Hamás y que a la vez va a liberar a todos los rehenes tomados el 7 de octubre. Hay demasiados elementos para pensar que ambas opciones son incompatibles.

El hecho de que el ejército judío haya avanzado por la Franja con tanta comodidad, sin encontrarse apenas con una resistencia digna de ese nombre y consiguiendo tan pronto sus objetivos militares, incluido el acceso a gran parte de los túneles que abundan en el subsuelo gazatí, no puede ocultar una verdad incómoda: incluso con tal superioridad bélica, sus hombres solo fueron capaces de liberar a un secuestrado y rescatar cuatro cadáveres.

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El alto el fuego y las negociaciones previas son un ejemplo de esa aparente incompatibilidad en los objetivos: si Israel quiere a sus rehenes, va a tener que pagar por ellos un precio que tal vez parezca excesivo. Puede destrozar a Hamás, puede acabar con sus bases, puede reducir Gaza a un montón de ruinas y puede hacer todo eso con un número de bajas más que razonable (no llegan al centenar desde que empezó la invasión). Ahora bien, no puede encontrar a los secuestrados, para eso necesita ayuda.

Ese debate está desde el principio en la sociedad civil israelí, partida en dos en estos momentos entre los que optan por liberar el mayor número de compatriotas sin importar el posible deshonor... y los que consideran que no se puede ceder ante los terroristas porque eso les reforzará y, aún más peligroso, reforzará a las milicias islamistas de otros países, como Hezbolá. El gobierno de Netanyahu se mueve en esa contradicción constante: defiende la segunda postura, pero ha ido aceptando todas las ampliaciones del alto el fuego. Al menos, hasta este viernes.

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Sin plan definido para el sur

Más allá de las prioridades israelíes y de la evidente dificultad para conciliarlas, Blinken necesita cuadrar la situación dentro de su entorno y eso no es fácil ante la que parece avecinarse en el sur de Gaza. En su tercera gira por la región desde los atentados de octubre, el secretario de Estado se reunió, además de con Netanyahu, con varios líderes árabes y palestinos, incluido el presidente de la ANP, Mahmud Abás. El activo papel de mediador de Estados Unidos le confiere autoridad suficiente como para decirle las cosas claras al primer ministro israelí: no se puede comenzar una guerra en el sur sin reubicar a la población desplazada ni tener un plan de ayuda humanitaria.

Porque lo cierto es que, en cuanto se considere controlada la ciudad de Gaza, las IDF marcharán hacia el sur de la N10 para dirigirse a Jan Yunís, patria chica de Yahya Sinwar, el líder militar de Hamás en la Franja. El asunto es que, hasta ahora, Israel ha insistido a todos los habitantes del norte para que huyan al sur. Incluso ha abierto un corredor a lo largo de la carretera de Salah-al-Din que solo puede cruzarse en un único sentido: de Gaza City hacia abajo.

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¿Qué va a hacer ahora Israel cuando ataque un sur hiperpoblado? ¿Qué plan tiene para contingencias humanitarias? Eso es lo que quiere saber Blinken y lo que quiere saber la comunidad internacional... sin que Netanyahu ofrezca de momento respuesta alguna. Para los Estados Unidos, una prórroga de la tregua no solo serviría para liberar más rehenes, algunos de ellos con la nacionalidad americana, sino para dar tiempo y organizar una respuesta coordinada a los retos que puedan ir surgiendo desde el punto de vista de la población civil.

Dicho esto, el ataque de Hamás en Jerusalén y la contundente respuesta de Netanyahu a estas cuestiones hacen temer que, de nuevo, nadie está pensando en los ciudadanos de a pie. Las hostilidades pueden aplazarse otras veinticuatro horas y tal vez otras veinticuatro horas más a continuación, pero este goteo terminará pronto y da la impresión de que pillará a ambos bandos en la misma situación que hace una semana, es decir, con el objetivo único de infligir el mayor daño posible al enemigo. Sin más consideraciones.