Zelenski y Macron llegan para celebrar una rueda de prensa conjunta en el Elíseo. Reuters
Europa teme que la reunión entre Putin y Witkoff arroje otra campaña de presión sobre Zelenski para ceder territorios
Witkoff habló con Zelenski horas antes de partir a Moscú para reunirse con el presidente ruso. Aunque no trascendieron los detalles de dicha conversación, parece que Estados Unidos y Ucrania tratan de ponerse de acuerdo sobre cuál puede ser la línea de contacto en un posible alto el fuego.
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Kaja Kallas, la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, mostró este lunes su temor a que la reunión entre Steve Witkoff y Vladímir Putin derive en una nueva ola de exigencias sobre Ucrania. "Temo que toda la presión se dirija a la víctima, es decir, a que Ucrania haga concesiones y asuma obligaciones".
Kallas sabe bien de lo que habla: durante los dos primeros años de la guerra, fue una de las portavoces más fieles al Gobierno de Volodímir Zelenski y su defensa de la legalidad internacional en su calidad de primera ministra de Estonia.
Y es que, si alguien se puede permitir el pesimismo respecto a la posición de Rusia en este conflicto y lo que supondría un apoyo de Estados Unidos a sus peticiones, son precisamente los países bálticos, el eslabón más débil de la Unión Europea y de la OTAN por su condición de fronterizos con Rusia y exmiembros de la URSS. Por poner un ejemplo, de Narva, una de las ciudades más importantes del país, a San Petersburgo, hay apenas 135 kilómetros.
Kallas lamentó que la Administración Trump y, en concreto, su enviado especial, esté tomando partido tan claramente por las tesis del Kremlin, pues supone un atentado a la carta de las Naciones Unidas y parece querer imponer la ley del más fuerte en las relaciones diplomáticas.
"Si esto funciona... veremos que quien tiene el poder consigue lo que quiere, y eso no es bueno para la mayoría de los países del mundo", afirmó en rueda de prensa.
La reunión Macron-Zelenski en París
El pesimismo de Kallas, un pesimismo forjado a base de décadas luchando contra la propaganda rusa y sus amenazas imperialistas, contrasta con el optimismo de Emmanuel Macron, el presidente francés. Macron, contestadísimo en su país, pero respetado en el extranjero, no ha renunciado nunca a hacer respetar las posiciones francesas en el tablero geopolítico en un momento en el que parece que todo pasa por Estados Unidos, Rusia, China y, en ocasiones, las monarquías de Oriente Próximo.
Macron, que intentó parar la guerra hasta el último momento con varias reuniones y conversaciones con Putin en las semanas previas, y es el máximo impulsor de la llamada Coalición de los Dispuestos en apoyo de Ucrania, se reunió este lunes con Zelenski para mostrarle una vez más su apoyo.
En un alarde de pensamiento mágico, el presidente francés afirmó que confía en trasladar a Estados Unidos los acuerdos alcanzados con Ucrania y repitió que sus tropas están listas para hacer de garantía de seguridad de cualquier alto el fuego con Rusia.
Aunque la relación entre Macron y Trump siempre ha sido excelente y, en su momento, lo mismo se podría haber dicho de su relación con Putin, lo cierto es que estas palabras solo reflejan una visión poco realista de la situación. Ni Rusia va a aceptar nunca tropas de la OTAN en el país vecino… ni la Casa Blanca va a contradecir al Kremlin en un aspecto tan importante.
Lo que busca Trump es otra paz que apuntarse a cualquier precio y volver a hacer negocios cuanto antes. Lo mismo, exactamente, que busca Witkoff.
La otra lucha por el Donbás
El enviado especial improvisado —recordemos que, en un principio, el designado fue el general retirado Keith Kellogg, pero Moscú lo vetó por no ser lo suficientemente sumiso— mantuvo una charla telefónica con Zelenski en el marco de las negociaciones que una delegación ucraniana encabezada por Rustem Umerov está manteniendo con Marco Rubio y el propio Witkoff en Miami. El objetivo es llegar a un acuerdo que luego se pueda trasladar a Putin en Moscú.
El contenido de la conversación, así como de las negociaciones, no ha trascendido, aunque Rubio se ha mostrado muy optimista, como suele ser habitual.
Sí se ha filtrado, sin embargo, que el objetivo sería establecer una línea de contacto entre Rusia y Ucrania que pudiera servir para fijar ahí el alto el fuego. Esa es la posición que lleva tiempo defendiendo Trump y, de hecho, tras su reunión con Putin en Alaska, ya intentó tirar líneas mapa en mano con Zelenski y sus aliados europeos en la Casa Blanca. No sirvió de mucho.
Y no sirvió, básicamente, porque Putin tiene su propio sentido de lo que es la justicia territorial y eso incluye, como mínimo, el Donbás, tanto la parte conquistada como la parte aún por conquistar y que le puede tomar años hacerse con ella.
Aunque desde el Kremlin —y en ocasiones desde Washington— se insista en que "tarde o temprano, Ucrania va a perder igual esos territorios", lo cierto es que Sloviansk y Kramatorsk están preparadas para una lucha larguísima que Rusia, desde luego, no puede dar por ganada.
La crisis interna de Zelenski
Es de esperar que Putin transmita de nuevo estas condiciones a Witkoff y que a Witkoff le parezcan fantásticas. Lo que no está claro es que ni siquiera eso baste a Moscú.
Hay que recordar que el llamado Plan Trump, que, en realidad, venía a ser la traducción de un plan ruso trasladado por Kirill Dmitriev al propio Witkoff, tampoco le llamó especialmente la atención al presidente ruso. Aunque ahí ya se incluía la cesión de todo el Donbás a Rusia, a Putin simplemente le pareció "un buen punto de partida". Sin más.
Todo lo que no sea un escenario parecido al que describía Kallas en su rueda de prensa supondrá una auténtica sorpresa.
Putin llegará con una propuesta de máximos, Witkoff la suavizará mínimamente, Putin le dirá que, bueno, que puede ser, y Witkoff correrá entusiasmado a decirle a Trump y a JD Vance que la paz está a un paso. A continuación, Trump llamará a Zelenski o le amenazará por redes sociales fijando un ultimátum que ni Europa ni Ucrania aceptarán. Y así, sucesivamente.
Actualmente, y teniendo en cuenta la fragilidad del Gobierno Zelenski tras los casos de corrupción que se han llevado por delante a su número dos, Andriy Yermak, es improbable que Putin quiera llegar a ningún acuerdo de paz.
Su gran opción es la descomposición del Gobierno de Kiev y la irrupción de algún movimiento prorruso que tome el poder o influya lo suficiente en él como para aceptar una dependencia de facto de Moscú, al estilo de Alexandr Lukashenko, y evitar así tener que mandar más hombres a morir al frente.