Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, durante un comparecencia en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, durante un comparecencia en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Reuters

Europa

Macron intenta evitar que su caótico fin de mandato se convierta en una crisis de régimen de la V República

Lecornu, nombrado primer ministro una semana después de su renuncia tiene una misión casi imposible: evitar un voto de censura y aprobar un presupuesto.

Más información: Macron ahonda la crisis más grave de la Quinta República al devolver el cargo al primer ministro que había renunciado

Publicada

Después de la semana más caótica de la V República, Emmanuel Macron intenta evitar que el fin de su segundo mandato que acaba en la primavera de 2027 no derive en una crisis del régimen de la V República, el sistema institucional que gobierna Francia desde 1958.

Pensado como un traje a medida del general De Gaulle, llamado al poder en plena crisis de Argelia, el régimen presidencial francés ha sobrevivido desde entonces, una isla en medio de todos los regímenes parlamentarios del resto de Europa. La V República superó la prueba de revueltas callejeras del calibre de Mayo de 1968 o la de los chalecos amarillo del invierno de 2018. Y permitió la alternancia socialista encarnada por François Mitterrand que previamente habría denunciado el sistema como “golpe de estado permanente”.

El nudo gordiano del impasse francés radica en la composición tripolar de la Asamblea Nacional surgida de las elecciones legislativas anticipadas de 2024. Macron había sido reelegido dos años antes por un amplia mayoría de franceses frente a la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen. Una campaña sin grandes debates marcada por la invasión de Ucrania por la Rusia de Vladimir Putin, admirado tanto por Le Pen como por el tercer clasificado en la primera vuelta, el líder de la extrema izquierda, Jean Luc Mélenchon.

Macron, envalentonado por su segunda victoria presidencial y que nunca ha gobernado un partido político, no supo transformar el ensayo de su victoria individual con una mayoría parlamentaria absoluta en las legislativas que siguen a la elección presidencial desde que se acortó el mandato de siete a cinco años para evitar, precisamente, que el presidente de la República tuviera que cohabitar con un primer ministro del campo contrario. 250 diputados no era una mala cifra de haber conseguido un pacto de legislatura con la derecha homologada que con sus 58 escaños permitía superar el listón de la mayoría absoluta (289 escaños).

Macron logró con una primera ministra del ala izquierda de su grupo, Elisabeth Borne, aprobar una reforma de las pensiones que, figuraba en su plataforma electoral y que retrasó la edad de la jubilación a los 64 años. La policía había aplacado la cólera de los manifestantes callejeros. La Asamblea, en una sesión tumultuosa, avaló la reforma gracias al uso del artículo 49.3 de la Constitución francesa que permite al ejecutivo hacer pasar un texto legal si no triunfa un moción de censura.

Pero el gobierno había perdido la batalla de la opinión pública. Y ésta se expresó con fuerza en la primera ocasión que pudo, en las elecciones al parlamento europeo de 2024: Reunión Nacional (RN extrema derecha) obtuvo 30 escaños, los partidarios de Macron, 13 actas; los socialistas encabezados por Raphaël Glucksman quedaron terceros con otros 13 diputados; la Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda) se quedó en 9; los republicanos (PPE) en seis y los ecologistas en cinco.

Una hora después de la publicación de los resultados, Macron disolvía la Asamblea Nacional: “el crecimiento de los nacionalistas y de los demagogos es un peligro para nuestra nación y también para Europa…Por eso, he decidido volver a dar a los ciudadanos la posibilidad de elegir nuestro futuro parlamentario”.

La candidata de derechas en la presidenciales, Valérie Pécresse, acusó a Macron de “jugar a la ruleta rusa”. Y de hecho, el tiro le salió por la culata al jefe del Estado francés. Queriendo pillar desprevenidos a los rivales y/o cansados a los electores impuso una elección exprés, tres domingos después. Buscaba un ejecutivo con el que llevarse bien, enrolado bajo la bandera de “la mayoría presidencial”, de la derecha clásica al socialismo. Fuera quedarían los dos extremos del arco político, Le Pen y Mélenchon, derecha e izquierda extremistas.

La cosa empezó pintando bien para Macron: la derecha francesa estallaba tras la decisión de su líder, Éric Ciotti, de formar una alianza electoral con Le Pen. En cambió, los socialistas, hicieron lo contrario de lo previsto,se coaligaron con los insumisos de Mélenchon, los ecologistas y los comunistas en un Nuevo Frente Popular.

Con las expectativas de la extrema derecha en máximos, el resto de fuerzas forjó un pacto de desistimientos mútuos en la segunda vuelta que impidieron que el grupo de Le Pen alcanzara la mayoría absoluta. A día de hoy siguen siendo el mayor grupo de la cámara baja con 123 escaños a los que se suman los 15 de los desertores de la derecha clásica. Total, 138 escaños

Los partidarios de Macron suman 91 actas presididlos por Gabriel Attal, el que fuera primer ministro más joven de la república y que ha marcado diferencias con su mentor, Macron. Forma parte de la mayoría presidencial los 36 centristas del exprimer ministro François Bayrou y los 34 diputados del primer ministro Édouard Philippe. Total 161 escaños. Su alianza con la derecha homologada con el PPE, que dispone de 50 diputados sólo suma 211 escaños, lejos de la mayoría absoluta pero mayor que el de los otros grandes bloque ideológicos.

La bancada de la izquierda del hemiciclo está compuesta por 71 insumisos, 69 socialistas, 38 ecologistas y 17 comunistas. Suman 195 diputados. Esto es lo que se ha dado en llamar tripolarización. Completan la Asamblea 22 parlamentarios inclasificables entre centristas, independentistas y regionalistas de variado pelaje y 9 no inscritos en ningún otro grupo.

Así las cosas, Macron nombró primer ministro a Michel Barnier, un veterano de la derecha que sólo pudo aguantar medio año en el puesto, antes de ser derribado por la primera moción de censura que triunfaba en Francia desde 1962. Tras su caída, el presidente de la República quiso nombrar a Sébastien Lecornu pero cometió el error de intentar explicárselo al centrista Bayrou, favorito de los mentideros políticos parisinos. La entrevista en el Elíseo duró varias horas, al término de las cuales, Bayrou salió con el encargo de nombrar gobierno. Con la benevolencia inicial de la extrema derecha y algunas concesiones a los socialistas superó mociones de censura y logró unos presupuestos para el año en curso.

Sea porque no estaba dispuesto a pasar por el mismo calvario o por su convicción profunda de la necesidad de un presupuesto para 2026 con 44.000 millones de ahorro a primeros de septiembre planteó a la Cámara una cuestión de confianza. Tras perderla se fue a su casa, o mejor dicho a la alcaldía de Pau, cargo que había hecho compatible con el de primer ministro .

Estamos en octubre y por fin llega la hora de Lecornu. Ministro de varias cosas menores y de la Defensa, palabras mayores. Fiel entre los fieles al presidente, Lecornu acumula ya varios récords: el primer ministro más efímero de la V República, el primero en ser renombrado por el presidente Macron (el viernes por la noche mientras la selección francesa ganaba a Azerbaiyán) tras dimitir antes de que sus ministros tomaran posesión de sus cargos (el martes pasado).

Sebastien Lecornu, primer ministro de Francia.

Sebastien Lecornu, primer ministro de Francia. Reuters

Entre su primera dimisión y su renombramiento, Lecornu aceptó una misión del presidente Macron: comprobar si había mimbres en la Asamblea para sostener un presupuesto. Respondió positivamente el miércoles por la noche a la vez que dejaba claro en el telediario de máxima audiencia que no quería el cargo de primer ministro. Dos días de consultas después, incluida una inusitada reunión en el Elíseo con todos los lideres políticos menos Le Pen y Mélenchon, y he aquí al “monje soldado”, según su propia definición al servicio de la causa.

Su hoja de ruta incluye formar un nuevo ejecutivo durante este fin de semana, aprobar en consejo de ministros el lunes próximo un nuevo presupuesto para 2026 que debería presentar a la Cámara el miércoles a más tardar. Conviene saber que en Francia la presentación y discusión parlamentaria está sujeta a un calendario preciso y que prorrogar el presupuesto del año anterior requiere de una ley especial, además a de ser considerado una prueba de debilidad parlamentaria.

Entretanto deberá leer a la Camara una declaración de politica general… y hacer un guiño a los socialistas para que no sumen sus votos a los de insumisos, comunistas y ecologistas que ya han anunciado la presentación de una moción de censura a la que Le Pen y los suyos han jurado respaldar. Según varios cálculos de los medios franceses, Lecornu necesita al menos que unos 25 diputados socialistas no se sumen a la maniobra de los dos extremos de la Asamblea.

De momento, los Republicanos de la derecha clásica han anunciado que no quieren formar parte del nuevo gabinete. Estudiarán caso por caos cada iniciativa gubernamental y decidirán al día. No vayan a creer ustedes que es una prueba de maquiavelismo político. Antes bien, es que no están de acuerdo entre ellos mismos.

Lecornu agradeció este viernes los servicios prestados por su líder Bruno Retailleau, ministro del Interior en funciones y dinamitero del efímero gobierno que la semana pasada no llegó a tomar posesión. Lecornu habló al término de una visita a una gendarmería ayer sábado a mediodía. A su lado, el prefecto de París, Laurent Núñez, al que muchos ven ya como futuro sucesor al frente de la cartera de Interior.

Macron ha asegurado que su nuevo primer ministro tendrá carta blanca para formar su gabinete y hacer las concesiones necesarias a los socialistas para evitar la censura inmediata. Tiene alguna baza: su popularidad frente a un Macron en horas bajísimas. Y el miedo de muchos diputados a que si fracasa, Macron opte por disolver la asamblea de nuevo.

Nuevo Frente Popular

Los socialistas está claro que preferirían no tener que presentarse de nuevo ante sus electores con el Nuevo Frente Popular al que prefieren dar por muerto. Mélenchon preferiría que Macron dimitiera y se convocaran elecciones presidenciales ya mismo. Para ser candidato por cuarta vez, claro está. Es la hipótesis que más temen los mercados y que el jefe del Estado ha descartado siempre.

Louis Hausalter, cronista de Le Figaro que cubre el Elíseo, acaba de publicar un libro titulado El relámpago y las cenizas que narra “El crepúsculo del macronismo contado desde dentro”.

En él describe a un Macron “obsesionado por la posteridad" y por su posible regreso en 2032. Porque la constitución francesa limita el número de mandatos a dos consecutivos. Hasta la fecha los dos presidentes que cumplieron los dos mandatos sucesivos, Mitterrand y Chirac, no estaban en condiciones físicas para afrontar un tercer mandato tras dejar pasar un turno presidencial. Pero en 2032, Macron tendrá 54 años.