Emmanuel Macron, en Nueva York, antes de reconocer el Estado palestino.

Emmanuel Macron, en Nueva York, antes de reconocer el Estado palestino. Eduardo Muñoz Reuters

Europa

Un ex primer ministro de Macron le pide que dimita y otro lo critica en televisión: "No entiendo qué está haciendo"

La salida del sexto primer ministro francés en cinco años provoca las críticas del Nuevo Frente Popular, la Agrupación Nacional… y al menos dos de sus anteriores jefes de gobierno.

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“Hace tiempo que dejé de entender lo que hace el presidente”. Quien se manifiesta así no es Jordan Bardella ni Marine Le Pen ni Jean-Luc Mélenchon, sino Gabriel Attal, primer ministro francés de enero a septiembre de 2024 y miembro del partido Renaissance (Renacimiento), encabezado por el propio Emmanuel Macron. Attal fue el gran perjudicado por la decisión del presidente de la República de disolver la Asamblea Nacional en junio de 2024, después de la victoria aplastante de la ultraderecha en las elecciones europeas.

El movimiento de Macron tenía un punto plebiscitario y, en principio, no salió del todo mal para su partido, pero dejó a Francia sumida en la misma incertidumbre que venía viviendo desde 2022, con un Parlamento donde la derecha radical y la izquierda radical pueden vetar cualquier propuesta del Gobierno centrista. Desde la sustitución de Attal, han pasado por el puesto de primer ministro otros tres políticos: el gaullista moderado Michel Barnier, el conservador François Bayrou y el recientemente dimitido Sébastien Lecornu.

En total, son seis los primeros ministros encargados de formar Gobierno desde julio de 2020, es decir, en menos de cinco años. A estas alturas, la responsabilidad de Macron es ineludible y el problema para el presidente francés es que las críticas ya no vienen de fuera, sino de dentro… y no se quedan solo en Attal. Édouard Philippe, primer jefe de Gobierno con Macron, de 2017 a 2020, y asesor en la sombra del centrista durante años, pidió este martes un adelanto electoral, no ya para la Asamblea Nacional, sino para el propio Elíseo.

Acabar con la agonía parlamentaria

Según Philippe, Francia no puede soportar dos años más de agonía —el mandato de Macron termina en 2027— y la convocatoria de legislativas dejaría las cosas como están, es decir, con un Parlamento sin mayorías y condenado al bloqueo. Hay que recordar que el primer ministro no es elegido directamente por la Asamblea Nacional, como en la gran mayoría de los sistemas parlamentarios, sino que es el presidente de la República quien lo nombra. De ahí que, aunque el Nuevo Frente Popular sea la coalición con más representantes, Macron insista en nombrar primeros ministros de un perfil de centroderecha.

Philippe no explicó, sin embargo, en qué mejoraría la situación con un nuevo presidente de la República. Ahora mismo, las encuestas dan un enfrentamiento entre Marine Le Pen —si es que al final puede presentarse— y Jean-Luc Mélenchon en segunda vuelta de unas presidenciales. La victoria de cualquiera de los dos supondría un vuelco total para la sociedad francesa y, sobre todo, para su política exterior, pues ambos han tenido en el pasado vínculos estrechos con la Rusia de Vladímir Putin y no creen en la “Europa de los mercaderes” que, según ellos, es en realidad la Unión Europea.

Asimismo, de cara a unas legislativas, la victoria de cualquiera de los dos abriría unas opciones poco optimistas para la democracia francesa: si el mismo partido repite triunfo, hay un claro riesgo de colapso de los controles democráticos; si la victoria va para el partido contrario, se produciría una “cohabitación” de extremos que difícilmente lograrán ponerse de acuerdo en nada más que en sus fobias liberales.

El macronismo sin Macron

Ahora bien, puede que Attal y Philippe, en realidad, no estén pensando en el bien de Francia. O no del todo. Ambos políticos luchan por hacerse con el electorado de centro que ve con horror las otras dos opciones. Ambos creen que pueden ser presidenciables y llevar a Francia por el buen camino si se les da tiempo y se les dan opciones. En un momento en el que la popularidad de Macron en Francia está en los mínimos de sus dos mandatos, distanciarse de él parece lo más oportuno en términos electoralistas.

Del mismo modo, una salida ordenada del Elíseo, antes de que la cosa se complique aún más, puede aumentar las posibilidades de un candidato de consenso. Por este camino, en 2027 no va a quedar ni rastro de la moderación política en Francia y quién sabe si en el resto de Europa occidental. Es normal que en las filas de Renacimiento exista esa inquietud respecto al macronismo sin Macron y es normal, también, que haya quien piense que prolongar la situación solo va a dañar sus propias opciones electorales.

Dicho esto, ¿qué hará Macron? El presidente ha afirmado en repetidas ocasiones su voluntad de terminar su mandato en 2027 y nada hace indicar que haya cambiado de opinión. Pese a la tremenda contestación interna, Macron siente que tiene dos obligaciones para con su país: en primer lugar, salvar a Francia de la ultraderecha; en segundo lugar, mantener su estatus como potencia internacional en un momento de crisis constante.

Las buenas relaciones de Macron con Donald Trump, con Friedrich Merz y con Volodímir Zelenski, además de su papel de mediador desde hace años en el conflicto entre Israel y Palestina, lo convierten ahora mismo en un personaje clave en términos geopolíticos. Él lo sabe. Y siente que no puede irse hasta que la guerra de Ucrania y la de Gaza toquen a su fin. ¿Va a llevarse a su partido por delante en la tarea? Muy probablemente. Pero, ya se sabe con los dirigentes franceses: después de ellos, el diluvio.