Cumbre de la Comunidad Política Europea en Copenhague.

Cumbre de la Comunidad Política Europea en Copenhague. Ritzau Scanpix Reuters

Europa

Zelenski pide "un esfuerzo global" para cerrar una paz como la de Gaza antes del invierno más duro de la guerra

Rusia sigue castigando la extracción de gas en suelo ucraniano de cara al invierno, con el fin de minar la moral de los civiles y disuadir a Europa de que siga apoyando al gobierno de Kiev.

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El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, felicitó este jueves a Donald Trump por el principio de acuerdo llegado en Egipto para un proceso de paz en Gaza y reclamó un “esfuerzo global” para lograr un alto el fuego similar en su país.

“Si la violencia y la guerra se detienen en una parte del mundo, la seguridad global se incrementa para todos”, afirmó, antes de acusar a Rusia de ser el gran patrocinador del terrorismo en todo el mundo e insistir en la necesidad de una mayor “presión internacional” contra Putin.

Obviamente, los contextos son muy diferentes, como prueba el hecho de que Trump ya haya conseguido dos altos el fuego en Gaza en menos de nueve meses de mandato, mientras que no ha habido avance alguno en Ucrania, guerra con la que prometió acabar en 24 horas. En ello, tienen mucho que ver las excelentes relaciones que la actual Casa Blanca tiene con el mundo árabe, a quien ha conseguido sumar a su proyecto de paz y acercar a su vez a Israel.

Sin embargo, con Rusia, Trump no consigue dar con la tecla. Parte de la responsabilidad es propia, pues ha adoptado desde el principio un enfoque de paz por territorios que sí ha funcionado en el pasado en Oriente Próximo, pero que no está en la mente de Putin. El presidente ruso no se ha metido en esta guerra para ver si conquista Pokrovsk, sino para restaurar el dominio absoluto de su país sobre el vecino y convertirlo en una especie de colonia. No se trata, como repite, de una cuestión de seguridad, sino del intento de refundar un imperio. Ante eso, es muy difícil negociar.

La otra parte de la responsabilidad recae en Europa. El ejemplo de Gaza, parece apuntar Zelenski, deja a las claras lo que puede pasar cuando toda una región rema en una misma dirección. Egipto, EAU, Catar, Jordania, Arabia Saudí e incluso, de manera algo más reticente, Turquía, se han involucrado en el proceso y han dado a Trump, en menor o mayor medida, lo que Trump pedía. No se puede decir lo mismo de la Unión Europea, cuyo peso se ha mostrado insuficiente para presionar a ninguno de los actores en el conflicto oriental.

Sin novedad en el frente

Otra gran diferencia, por supuesto, es el equilibrio casi absoluto en el frente de combate entre Rusia y Ucrania, algo que no se daba en Gaza.

Putin sigue pensando que puede ganar una guerra a largo plazo y Zelenski no ve motivo para rendir más territorio a cambio de una tregua que sabe temporal. Desde el otoño de 2022, y de esto hace ya tres años, no se ven cambios realmente significativos y la línea de defensa ucraniana sigue con los pies en Donetsk, a muchos kilómetros del río Dniéper, que podría hacer de línea natural de repliegue.

Durante buena parte de la primavera, se estuvo hablando de una ofensiva rusa de verano que al final no ha llegado. Cada pocos meses, se especula con una nueva pieza mágica que desequilibrará la balanza en favor de Moscú -la movilización, los drones, el cansancio…-, pero nada parece vencer la resistencia local.

Putin cuenta con la demografía a su favor y la capacidad de seguir mandando gente al matadero. Por el contrario, sabe que más movilizaciones y en centros de poder como San Petersburgo o la propia capital pueden poner a las élites en su contra.

Da la sensación de que la gran esperanza del Kremlin ahora mismo no está en una victoria militar, sino en un cambio político en Kiev, sea mediante elecciones -pero para eso tendría que haber un alto el fuego en algún momento- o sea mediante una especie de golpe de estado en el que puedan colaborar los servicios secretos rusos aprovechando el malestar de la ciudadanía ucraniana.

La lucha por el gas

Ahora bien, ese malestar hay que azuzarlo. Por eso, durante los últimos meses, el ejército ruso ha concentrado sus ataques más violentos contra objetivos civiles en Kiev y otras grandes ciudades… y en centrales eléctricas y refinerías de gas. El objetivo es reducir al máximo la cantidad de energía térmica que Ucrania puede generar para este invierno. Según informan el Financial Times y la cadena Bloomberg, hasta el 60% de los recursos propios ucranianos estarían ya inutilizados.

Dicho esto, Ucrania sigue manteniendo el 40% restante… y tiene línea de crédito para importar el resto, gracias a la ayuda de la Unión Europea. Solo en lo que llevamos de año, se calcula que Kiev ha comprado 4.580 millones de metros cúbicos de gas. Para aguantar el invierno, puede necesitar otros 4.400 millones hasta marzo, lo cual, a su vez, puede provocar estrecheces energéticas en Europa y, sobre todo, ante la escasez, puede disparar los precios.

“Rusia hará todo lo posible por no dejarnos extraer nuestro gas”, afirmó Zelenski, que presumió por su parte de haber reducido en un 20% la capacidad energética enemiga con los ataques de los últimos días. Puede que todas las cifras estén infladas para concienciar a los aliados de la necesidad de mejorar las defensas antiaéreas ucranianas o puede que la estimación sea la adecuada, en cuyo caso, Ucrania, Rusia y probablemente algunas partes de Europa podrían verse afectadas este invierno por problemas de abastecimiento y cortes en el suministro.

Si eso será suficiente para provocar una rebelión ciudadana en Kiev o si obligará a los gobiernos europeos a replantearse la necesidad de una paz en cualquier precio, es lo que no está tan claro. Este será el cuarto invierno de guerra y Rusia siempre ha jugado la baza del frío para disuadir a Europa, sin éxito alguno. El asunto será ver cómo es el primer invierno de Trump con este conflicto y si al final se decide a mandar los Tomahawk a Ucrania. Algo que, lamentablemente, ayudará a la defensa local, pero difícilmente garantizará que Putin tire la toalla.