Ilustración de 'Paris Match' con el antes y el después del terrorista juzgado.

Ilustración de 'Paris Match' con el antes y el después del terrorista juzgado.

Europa

Francia sienta en el banquillo a un palestino acusado del atentado contra un restaurante judío en París en 1982

Más de cuatro décadas después del ataque que dejó seis muertos en el corazón del barrio judío del Marais, Francia juzga al presunto miembro del grupo palestino liderado por Abu Nidal.

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La Justicia francesa ha decidido abrir juicio oral contra Walid Abou Zayed y otras cinco personas acusadas del atentado en la Rue des Rosiers, en el que fueron asesinadas seis personas. Los hechos ocurrieron el 9 de agosto de 1982. El gobierno francés miró entonces hacia otro lado y, ahora, cuatro decenios después, quiere reparar su falta.

Aquel lejano día, un comando integrado por varios hombres entraron disparando en el restaurante de Jo Goldenberg, en el número 7 de la Rue des Rosiers. Eran las 13:15 y en el local comían medio centenar de clientes. Tras arrojar una granada de mano, los pistoleros huyeron a pie abriéndose paso a tiro limpio por la calle, eje comercial, entonces y ahora, del barrio judío de la capital francesa, convertido hoy en la zona hipster del Marais.

El atentado no fue reivindicado, pero los casquillos recogidos en el lugar de los hechos apuntaron sin discusión a un grupo palestino disidente que considera “derrotista” a su líder histórico Yasser Arafat. La fracción Fatah Consejo Revolucionario estaba liderada por Abu Nidal, en la órbita de Hafez al-Ásad, dictador de Siria y padre del actual tirano de Damasco, Bashar al-Ásad, que huyó a Rusia hace unos meses.

La munición empleada era de 9 mm, calibre corto tipo Makarov, y había sido disparada por armas de fabricación polaca, la WZ 63. Según el ministro del Interior francés, Gaston Déferre, coincidía con la utilizada en Viena, en un ataque contra la sinagoga principal de la capital austriaca el año anterior, y en el tiroteo contra el embajador israelí ante el Reino Unido, Shlomo Argov, el 3 de junio de aquel 1982.

Sin embargo, la justicia francesa no tomó declaración nunca a varios testigos. La investigación fue encargada por el presidente de la República, el socialista François Mitterrand, a la célula antiterrorista del Elíseo, y el caso quedó sepultado entre pistas falsas. “Lo que cuenta es la voluntad de hacer recular el terrorismo allí donde se esconda, de perseguirlo hasta la raíz”, afirmó, tan solemne como cínico, Mitterrand una semana después de la matanza.

La causa fue mantenida viva por dos magistrados de la Fiscalía antiterrorista francesa. El primero, el juez Jean-Louis Brugière, logró en 1983 que el embajador de Polonia en Francia admitiera que las WZ 63 empleadas en el atentado, una de las cuales fue encontrada abandonada, provenían de los arsenales militares polacos y habían sido declaradas oficialmente “perdidas”.

Ese mismo año, el asesino de un consejero de Arafat en Portugal interesa a la investigación del caso. El detenido pasó unas horas, en la noche del 9 al 10 de agosto de 1982, en Francia, donde se sospecha que ayudó a huir al comando de la Rue des Rosiers. Condenado por usar un pasaporte falso, fue puesto en libertad por Lisboa por buena conducta en 1986.

Corre el rumor de que Abu Nidal y París han hecho un deal. Un pacto por el que el grupo terrorista se habría comprometido a no volver a actuar en Francia a cambio de no ser perseguidos por la policía francesa. ¿Evidencias? Dos miembros de la banda, condenados a 15 años de prisión por el asesinato del representante de la OLP en París en 1978, fueron puestos en libertad y expulsados.

Brugière llegó a tomar declaración a François de Grossouvre, con despacho en el Elíseo, pero el encargado de la caza presidencial —una misión oficial para alguien de la máxima confianza del presidente— negó rotundamente el acuerdo. Años después, caído en desgracia, se suicidaría en su despacho oficial del palacio presidencial.

En los años 90 y 2000, las pistas fueron desapareciendo. Abu Nidal fue encontrado muerto, acribillado a balazos, en su casa de Bagdad. Los iraquíes consideraron el caso como un suicidio. Hafez al-Ásad murió dos años antes, y Sadam Hussein, otro protector del grupo terrorista, fue ahorcado en 2006.

El viento de la Historia ha cambiado. El grupo terrorista se diluye entre purgas y odios. Policías y jueces logran mantener el caso vivo. A comienzos del siglo XXI, Philippe Rondot confirmó off the record a una fuente judicial el ‘deal’ entre París y Abu Nidal. Fue él mismo quien cerró el trato.

El mítico general, al que la revista Jeune Afrique llamaba “Rondot de Arabia” por su conocimiento de Oriente Próximo, era un espía culto que hablaba ruso, alemán y árabe. Llegó a la cúspide del espionaje francés en 1997. Fue el hombre que capturó a Ilich Ramírez, alias Carlos, el terrorista venezolano que purga una sentencia a perpetuidad en las cárceles francesas desde 1994. Un año antes, el jeque Hasán el Turabi, hombre fuerte de Sudán, buscando congraciarse con Francia, dio a Rondot a escoger entre ‘Carlos’ y Abu Nidal.

El superespía no lo dudó: el venezolano había matado a dos miembros de la DST, el servicio al que pertenecía Rondot. Por esos dos asesinatos, y el delator que lo denunció, ‘Carlos’ fue condenado a la perpetua. Rondot falleció en diciembre de 2017.

El segundo juez que impulsó la investigación fue el magistrado Marc Trévidic, sucesor de Brugière al frente de la Fiscalía antiterrorista en 2007. Sabedor de que en ausencia de huellas, ADN o retratos robot concluyentes, las declaraciones pueden ser decisivas, emprendió un road trip que lo llevó de una prisión de EE. UU. a España. Antiguos asesinos eran el objetivo. Unos ‘cantaron’ y otros no. Tres testigos anónimos, bien situados en la organización, dieron nombres. Solo dos aceptaron testimoniar a cara descubierta.

Estamos ya en 2015. Francia emite cuatro órdenes de busca y captura internacionales. La Justicia de Jordania rechazó en 2019 la extradición del presunto cerebro del atentado, conocido por su alias de Amjad Atta, y de otro miembro del comando, Nizar Hamada. El tercer terrorista localizado responde al alias de Hicham Harb y reside en Ramala, la capital de la Autoridad Palestina, un limbo jurídico.

El cuarto miembro del comando sería Walid Abdulrahman Abou Zayed, naturalizado noruego, extraditado por el país nórdico a Francia tras la entrada en vigor del acuerdo judicial con la Unión Europea en 2019. Ese mismo año, Yves Bonnet, director de la DST de noviembre de 1982 a agosto de 1985, confirmó ante el juez encargado de la investigación que “un pacto no escrito” fue concluido en 1982 entre el Estado francés y el grupo de Abu Nidal.

Walid Abou Zayed fue imputado desde su entrega a Francia en diciembre de 2020 por asesinato. La justicia se apoya en notas de los servicios secretos y en tres testimonios de miembros del grupo de Abu Nidal. En Noruega, el acusado declaró: “Sí, soy palestino, estaba con Yasser Arafat y con la OLP para protegerle. Pero no tengo nada que ver con todo esto”. Sostiene que estaba en Montecarlo el 9 de agosto de 1982.

Zayed dista de ser un ciudadano ejemplar. Según Le Monde, en Noruega fue condenado por violencia contra sus próximos y ha pasado tres veces por la cárcel: por conducir ebrio y sin permiso, por posesión de estupefacientes y por venta de productos de contrabando. En su petición de asilo afirmó haber huido a través de Siria tras ser torturado por las Fuerzas Armadas israelíes. Llegó a Noruega casado y con dos hijos. Luego se divorció y tuvo otro hijo con una ciudadana noruega.

El 1 de diciembre de 2022, tras dos años de negaciones, el acusado admitió haber pertenecido a Fatah Consejo Revolucionario y a su comité militar encargado de planificar y ejecutar atentados en Europa. Sigue negando haber tomado parte en el atentado de la Rue des Rosiers y mantiene que era un simple chófer de la organización.

Sus abogados, Romain Ruiz y Bruno Gendrin, sostienen que su cliente no estaba en Francia el día de autos y que uno de los tres testigos de la acusación finalmente declaró que no estaba seguro de su participación en el atentado.

Ambos letrados denunciaron “un procedimiento demencial e hipócrita que pisotea todos los principios del derecho” y se niegan “a aceptar que la verdad sea sacrificada en el altar de un proceso que quiere mantenerse a cualquier precio”.

El juez instructor del caso se apoya en el rechazo previo de la imputación por un tribunal de apelación, así como en la existencia de “indicios graves y concordantes” que demostrarían la implicación del acusado en un crimen en Chipre en 1984 y en otros delitos cometidos en Bélgica a comienzos de los años 80. El instructor no se cree que Zayed, “rodeado de asesinos que actuaban en el extranjero” y de miembros cercanos a Abu Nidal, fuera el encargado “de hacer la compra y regar los árboles”.

Por todo ello, días antes de que terminara, el 4 de agosto, la última prórroga de la detención preventiva, se ha dispuesto abrir juicio contra el acusado. Le acompañará en el banquillo Hamza Taha, sospechoso de haber ocultado las armas, quien también niega los hechos que se le atribuyen.

El restaurante de Jo Goldenberg cerró en 2006 y su patrón falleció en 2014. El local ha albergado desde entonces varios negocios. Pero aún hoy conserva en una de sus fachadas una placa con los nombres de quienes allí murieron el 9 de agosto de 1982: Mohamed Benemmou, un asalariado del local; André Hezkia Niego, sobrino del dueño; dos norteamericanos, Grace Cutler y Anna van Zanten, madre de una niña de tres años; Denise Guerche Rossignol y un pastor evangélico de una comunidad zíngara, Georges Demeter.