Vista aérea de los daños sufridos en Mariúpol por los ataques rusos.

Vista aérea de los daños sufridos en Mariúpol por los ataques rusos. Reuters

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Putin convierte la ocupada ciudad de Mariúpol en un resort para rusos: "Es perfecta para jubilarse junto al mar"

El supuesto "renacer" de la ucraniana Mariúpol margina a los supervivientes del asedio y pone sus hogares en manos de ciudadanos rusos recién llegados.

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En Mariúpol, ciudad símbolo de la resistencia ucraniana y del poder devastador de la ofensiva rusa, las ruinas han dado paso a un lucrativo negocio inmobiliario reservado, casi en exclusiva, a ciudadanos rusos.

Esta ciudad portuaria está situada en el sureste de Ucrania, a orillas del mar de Azov y cerca de la frontera con Rusia, en la región de Donetsk.

En ella se encontraba la acería Azovstal, uno de los mayores complejos siderúrgicos de Europa, vital para la economía ucraniana y capaz de producir millones de toneladas de acero al año.

Durante la invasión rusa de 2022, sus extensos túneles subterráneos se convirtieron en un bastión de resistencia donde centenares de soldados ucranianos, junto a algunos civiles, resistieron durante semanas el asedio, simbolizando la defensa a ultranza de la ciudad frente al avance ruso.

Ahora, las autoridades de ocupación, respaldadas por el Kremlin, han expropiado miles de viviendas de quienes huyeron del asedio, declarándolas “sin dueño”, para después venderlas a recién llegados con hipotecas blandas y ventajas fiscales.

Entre los beneficiados, empresas constructoras vinculadas al Ministerio de Construcción ruso que han convertido la tragedia en una oportunidad de inversión.

El caso del emblemático Edificio del Reloj refleja esta estrategia de apropiación y repoblación. Construido en los años 50, era uno de los inmuebles más codiciados de Mariúpol.

Civiles ucranianos caminan por las calles devastadas de Mariúpol.

Civiles ucranianos caminan por las calles devastadas de Mariúpol. Reuters

En 2021 se restauró su fachada y se instaló un reloj luminoso que el entonces alcalde, Vadym Boychenko, presentó como símbolo de la “renovación” de la ciudad.

Pocos meses después, en marzo de 2022, un misil ruso abrió un boquete en el edificio, matando a varios vecinos. Los supervivientes, entre ellos Elena Pudak, huyeron dejando atrás sus hogares, como cuenta The Wall Street Journal.

Promesas y excavadoras

El plan maestro aprobado por Vladímir Putin en 2022 prometía restaurar el Edificio del Reloj. Sin embargo, a finales de ese mismo año llegaron las excavadoras.

Edificio del Reloj antes y después del ataque ruso.

Edificio del Reloj antes y después del ataque ruso. Ayuntamiento de Mariúpol

Los residentes observaron impotentes cómo la estructura era demolida: “La casa se resistía; rompió tres excavadoras”, recuerda María Tikhovskaya, presidenta de la comunidad vecinal. En pocos meses, el lugar estaba reducido a escombros.

Una orden de 2022 reconocía el derecho de los antiguos vecinos a ser realojados en el mismo emplazamiento.

Pero el solar fue adjudicado a RKS Development, filial de Roskapstroy, propiedad del Ministerio de Construcción ruso.

El nuevo proyecto no contemplaba la vuelta de los residentes originales: el diseño sustituía los amplios pisos por estudios y pequeños apartamentos, más fáciles de vender a compradores foráneos.

Apartamentos para otros

Cuando las imágenes generadas por ordenador y los planos aparecieron en Telegram en 2023, los antiguos vecinos comprendieron que habían sido apartados del proyecto.

Intentaron contactar con la promotora, sin éxito. Mientras tanto, se inauguraba una oficina de ventas junto a la obra. Los pisos se vendieron en una semana, en su mayoría a rusos.

Un agente inmobiliario local admitió que sabía de las quejas de los exresidentes, pero fue tajante: “Si querían vivir aquí, podían haber puesto la señal como todos”.

El precio triplicaba la compensación que las autoridades ofrecieron a los antiguos propietarios: “No llega ni para comprar un nicho”, lamentó uno de ellos.

Aun si hubieran podido pagar, muchos se negaban por principios: “¿Por qué tenemos que pagar por lo que ellos destruyeron?”, cuestionan.

Mariúpol para rusos

El proceso de “reconstrucción” ha traído consigo un cambio demográfico deliberado. Recién llegados de Moscú, Siberia o San Petersburgo ocupan viviendas levantadas sobre propiedades confiscadas.

Una compradora rusa se mostraba entusiasmada: “El sol aquí es de un naranja intenso. Es el lugar perfecto para jubilarse junto al mar”.

Mientras tanto, quienes huyen del asedio y viven en el exilio se topan con barreras para regresar: la madre de Pudak fue rechazada en el aeropuerto moscovita de Sheremétievo cuando intentó reclamar su piso.

El patrón recuerda a los años 30, cuando la URSS llenó el Donbás de trabajadores rusos mientras el Holodomor -la hambruna provocada por Stalin- exterminaba a millones de campesinos ucranianos.

Hoy, la ocupación de Mariúpol reproduce ese guion con fines políticos y económicos.

Una batalla perdida

Los vecinos del Edificio del Reloj presentaron demandas contra la autodenominada República Popular de Donetsk, alegando que sus derechos como nuevos ciudadanos rusos -estatus que Moscú les impuso- habían sido vulnerados.

También enviaron cartas a Putin. La respuesta fue el silencio. A finales de 2024, la justicia local falló en su contra y la última puerta legal se cerró.

Mientras, la nueva Mariúpol avanza: bloques de hormigón frescos, promociones con vistas al mar y anuncios que hablan de “renacimiento” y “aire limpio”.

Pero para quienes un día vivieron allí, es un espejismo levantado sobre ruinas y despojos. La ciudad que reconstruyen no es para ellos.