Geert Wilders, líder del partido PVV, anuncia la retirada de su partido de la coalición neerlandesa.

Geert Wilders, líder del partido PVV, anuncia la retirada de su partido de la coalición neerlandesa. Remko de Waal Reuters

Europa

Wilders da una lección a Von der Leyen: por qué meter a un ultra en tu coalición es activar una bomba debajo de la mesa

El líder de la ultraderecha neerlandesa rompe, once meses después, su coalición de gobierno con otras tres formaciones de centroderecha, esgrimiendo la laxitud de su política migratoria.

Más información: Dimite el primer ministro neerlandés, Dick Schoof, después de que su socio Wilders abandonara la coalición

Publicada
Actualizada

Durante años, Paul se mantuvo al margen. La reacción de su hermano pequeño ante un atentado, sin embargo, rompió el voto de silencio. Geert Wilders aprovechó que un terrorista tunecino arrolló con un camión a decenas de personas en un mercado navideño de Berlín —doce de ellas murieron, sucedió en 2016— para compartir un fotomontaje de la canciller Angela Merkel con las manos bañadas en sangre. Para su hermano aquello fue ir demasiado lejos.

“Esto no es crítica política”, dijo en una entrevista para la revista alemana Der Spiegel. “Mi hermano sabe que algunos de sus seguidores interpretan literalmente sus mensajes y que usan Facebook para incitar a la violencia. Geert no quiere violencia, y aun así acepta las posibles consecuencias”.

Paul, en cierto modo, lo disculpó. Geert Wilders vive escoltado, protegido, obsesionado con la idea de que el islam es la principal “amenaza” para Europa. Una amenaza que, a su juicio, exige militarizar las fronteras y expulsar masivamente a los musulmanes de los Países Bajos. Millones de neerlandeses están de su lado.

Su Partido por la Libertad (PVV) ganó las elecciones de noviembre de 2023. Wilders logró que sus diputados ocuparan 37 de los 150 escaños de la Cámara de Representantes. Pero no lideró el Gobierno. Que hubiese sido condenado por insultar a la minoría marroquí decantó la balanza en su contra. Decidió apoyar, eso sí, una coalición a cuatro de lo más variopinta, liderada por Dick Schoof, el antiguo jefe de los espías.

Muchos analistas auguraron una legislatura muy corta. Ayer, Wilders les dio la razón. Apenas once meses después, el representante de la extrema derecha rompió su coalición, según dijo, por ser demasiado blanda con los inmigrantes. Sus socios europeos, agrupados en la familia de los Patriotas (donde comparte mesa con Viktor Orbán y Santiago Abascal), alimentan una idea romántica de su retirada.

“Para Wilders” —tuiteó el candidato presidencial austríaco Gerald Grosz— “el programa, las promesas electorales y la responsabilidad hacia el país son más importantes que aferrarse a un gobierno que no protege al pueblo y no quiere protegerlo”.

Stan Veuger, director de la Netherland-America Foundation, lo ve de otra forma. La coalición era extremadamente frágil. Ya sobrevivió de milagro en marzo, cuando Schoof se comprometió en Bruselas a aumentar el gasto militar sin tener asegurado el apoyo en casa, especialmente de Wilders y del Partido de los Campesinos. Los liberales, para quienes el apoyo a Ucrania y el rigor fiscal son dos asuntos vitales, llevaban tiempo buscando la ocasión para romper con Wilders y culparlo del fracaso de la coalición.

El líder de la extrema derecha fue más rápido. “Necesitaba asegurarse de que, si el Gobierno iba a caer —y eso iba a ocurrir pronto de todos modos—, tenía que ser por un tema de inmigración”, explica Veuger. “Porque ese es su punto fuerte”.

A Schoof no le quedaron más opciones que disolver el Ejecutivo. Las próximas elecciones serán en otoño. Veuger cree que “las cosas irán a peor para Wilders”. Muchos neerlandeses, calculan las encuestas, van a retirarle su confianza. La formación de corte personalista que lidera bajaría de 37 a 30 escaños en un año.

Ningún partido mayoritario volverá, a su vez, a comprometer su futuro a la voluntad de Wilders. Los democristianos están escarmentados. De hecho, Mark Rutte, actual secretario general de la OTAN, ya encajó su puñalada en 2012. Como Schoof en 2025. La simpatía confesa por Vladímir Putin y su sintonía con Donald Trump tampoco llevarán a Wilders en volandas. Ambos son muy impopulares en los Países Bajos, y no parece que vayan a dejar de serlo próximamente.

Wilders, en cambio, confía en revertir la tendencia. “Su objetivo principal es convertir las próximas elecciones en un referéndum sobre la migración”, explica el politólogo neerlandés Simon Otjes, profesor de la Universidad de Leiden.

Factor de inestabilidad

En sus distintas versiones, la ultraderecha supone un factor de inestabilidad política para Europa. Las evidencias se acumulan. Como el neerlandés Geert Wilders, rompen coaliciones de gobierno. Como Abascal, se retiran de gobiernos autonómicos. Como el austriaco Herbert Kickl, sabotean negociaciones para formar gobierno. Como el polaco Andrzej Duda y en adelante Karol Nawrocki—, ejercen bloqueos institucionales sobre el Gobierno.

Los partidos de centroderecha, sean democristianos, liberales o conservadores, o liberal-conservadores, tienen cada vez menos políticas en común con las formaciones que figuran en el espectro de ultraderecha.

La cuestión migratoria acerca sus agendas, como demostró el respaldo de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a los planes para enviar migrantes a Albania de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Pero incluso en esta materia existen diferencias de calado, como evidenció ayer el propio Wilders.

Parte del problema es la Unión Europea. Por lo general, el centroderecha es europeísta; mientras que la ultraderecha, salvo contadas excepciones, como la propia Meloni, es euroescéptica.

“Existe una fuerte inestabilidad provocada por el hecho de que estos partidos no se alinean con la Comisión”, señala, en este sentido, el politólogo Alessio Scopelliti. “Aunque ni siquiera hay una postura homogénea entre los propios partidos de extrema derecha sobre estos temas”.

Zsuzsanna Végh, gran conocedora de la extrema derecha europea, tira de hemeroteca para recordar otros casos, como la expulsión de La Liga de Matteo Salvini del Gobierno de Giuseppe Conte tras sus amenazas reiteradas con tumbar la coalición o la elección como líder del ultraderechista Partido de los Finlandeses a Jussi Halla-aho, a quien “los socios mainstream de coalición no aceptaron” por su radicalidad.

Tanto el democristiano Friedrich Merz como el conservador Luís Montenegro tomaron nota. El canciller alemán mantuvo, pese a las dudas, el cordón sanitario a la AfD, mientras que el primer ministro portugués, reelegido en mayo, volvió a decir alto y claro não é não a Chega. Eran conscientes del peligro que conlleva activar la cuenta atrás de una bomba que, tarde o temprano, hará saltar por los aires el Gobierno.