
Taavi Madiberk, confundador de Skeleton, en las oficinas de la empresa en Tallin.
Madiberk, el genio estonio de la energía: "Llevo años avisando; el apagón es un toque de atención para renovar la infraestructura"
El cofundador de la empresa Skeleton promueve una infraestructura (mucho) mejor adaptada a las energías verdes y destaca que la modernización de la red europea es una cuestión de seguridad.
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“Puedes comprobar las vistas”. Dentro, una amplia sala de reuniones, una fachada acristalada, una luz limpia y fría prestada de Fincher. Afuera, desde lo alto, un pedazo de Tallin. “Nuestra primera oficina no era así”. Era, cuenta Taavi Madiberk, al otro lado de la pantalla, un laboratorio de veinte metros cuadrados en Tartu, tierra adentro, a unos 200 kilómetros del mar. Muchas cosas han cambiado desde entonces, sugiere. El número de sedes, por ejemplo, y los números en la cuenta. Ahora Skeleton Technologies factura unos 75 millones de euros al año, tiene negocios en media Europa e inversores como la alemana Siemens o la japonesa Marubeni.
El producto estrella de Madiberk, miembro a su vez del Consejo Europeo de Innovación, son los supercondensadores. Es decir: unos dispositivos –fabricados a base de un tipo de grafeno que tienen patentado– incapaces de almacenar tanta energía como las baterías. Su punto fuerte es, en cambio, que pueden absorberla y liberarla de golpe, algo bastante útil cuando hay un apagón y te quedas a oscuras. Básicamente, explica Madiberk, “conseguimos que la luz siga encendida”.
Hace dos semanas y media que España y Portugal hubiesen dado lo que fuera por una tecnología como esa. La normalidad se pospuso hasta el día siguiente, y todavía circulan muchas dudas sobre las razones para el apagón. Ayer la ministra de Energía y Transición Ecológica, Sara Aagesen, ofreció en el Congreso de los Diputados algunas averiguaciones. Expuso, por ejemplo, que la cosa comenzó en una subestación de Granada. Luego, como fichas de dominó, cayeron otra en Badajoz, otra en Sevilla y, al final, la península entera.
En apenas 20 segundos España perdió 2,2 gigavatios de potencia. Es decir: la producción equivalente a dos reactores nucleares.
Los técnicos no saben, todavía, por qué se fue la luz en todas partes y por qué no sólo en algunas y de forma controlada. Sospechan que no fue un ciberataque, pero, en estos tiempos de guerra, prefieren curarse en salud y confirmarlo más adelante. La ministra trasladó, además, que el apagón no vino por los apuros para atender la demanda de energía. Negó que fuese por depender demasiado de las renovables, como sostiene parte de la oposición. Insistió, de hecho, en que jubilará las centrales nucleares en 2027.
En esta niebla, con estos datos, Madiberk ahonda en sus convicciones.“Hemos avisado durante años del riesgo de sufrir estos apagones en Europa”, avanza. “Y puedo entender que los políticos no nos escucharan demasiado porque, a fin de cuentas, se lo decía una empresa que ofrece su producto como solución”. Madiberk sonríe y amplía su diagnóstico. “Si prestas atención a las inversiones que se han hecho en red eléctrica, tuvieron lugar en buena medida en los cincuenta, sesenta y setenta. Esto es así en España e Italia, pero también en Alemania. Entonces la energía renovable era casi una quimera. Nadie podía hacerse una idea de que pudiéramos experimentar este tipo de fluctuaciones”.
"Si nuestra red no es segura, bastará con una semana para sembrar el caos"
Este estonio viene a decir que el problema no es cómo se obtiene la energía, sino si tu sistema energético está preparado para lo que le exiges o si, como parece, anda obsoleto. “Es evidente que la solar y la eólica son mucho más baratas de conseguir, pero para explotarlas tienes que modernizar tu infraestructura. Si mantienes lo que tienes, corres ciertos riesgos”. Como España y Portugal.
En Alemania, la nueva coalición de gobierno acordó un plan de 500.000 millones de euros para renovar sus infraestructuras. Entre ellas, claro, la energética. Madiberk elogia la iniciativa. Lo que cree, en cualquier caso, es que la respuesta debe ser más amplia, más ambiciosa: colectiva. “La Comisión Europea tiene que hacer más para impulsar estas inversiones”, argumenta. “Serán buenas para la estabilidad energética y serán buenas para la economía. Este problema es más difícil de resolver si cada país hace la guerra por su cuenta. Esta vez lo ha sufrido España, pero hemos detectado ciertas interrupciones en Francia. No es un asunto nacional, sino europeo”.
“Quizá”, continúa, “el apagón de España fue el mal necesario para que Europa se ponga las pilas, para que mejore la estabilidad de la red con supercondensadores...”. Es optimista, dice, aun por la incertidumbre. “No vivimos en el mundo de 2019”, confirma, “ha cambiado por completo. Esto vale tanto para la defensa como para la energía, y las políticas no se han adaptado a la velocidad de los cambios”.
Madiberk, en este punto, advierte de otro peligro: dependemos demasiado de China. “Y ya lo sé”, bromea, “es mucho más sexy insistir en los coches chinos que en los componentes chinos de nuestro sistema eléctrico. Asumo que es un tema para bichos raros. Pero tenemos que tomárnoslo tan en serio como lo hicimos con la tecnología 5G [la Unión Europea vetó de facto a Huawei]. No es fácil crear una cadena de valor únicamente estonia. Lo es más si es europea, y es un tema crítico. Tenemos que producir dentro de Europa, y tenemos que mantener la cadena de valor dentro de Europa”.
Las cosas pueden seguir como están con China si tenemos la garantía de que no van a cambiar, sugiere. Hay un inconveniente: nadie te da esa garantía. “Pensamos y debatimos sobre defensa europea, sobre seguridad europea”, apuntala, “pero hay una cosa indiscutible. Si nuestra red no es segura, bastará con una semana para hundirnos en el caos. Así que más nos vale abordar esto como merece: como una cuestión de seguridad europea”.