Protestas en Tbilisi.

Protestas en Tbilisi. Reuters

Europa

Rusia teme que un nuevo Euromaidán en Georgia abra un inesperado frente diplomático

Promovida por el gobierno del primer ministro Irakli Garibashvili y su partido, Sueño Georgiano, se ha encontrado con el rechazo de la presidenta.

9 marzo, 2023 02:55

Decenas de miles de personas volvieron a reunirse este miércoles en las calles de Tiblisi, capital de Georgia, para protestar contra la nueva ley que se está debatiendo en el Parlamento y que establece limitaciones a la participación de "terceros países" en empresas georgianas. La ley se ha interpretado como una injerencia rusa y un intento de alejar a Georgia de la influencia occidental y, más concretamente, de la Unión Europea, de ahí que la bandera azul con sus doce estrellas doradas se haya convertido en el símbolo más repetido entre los manifestantes.

Esta iniciativa parlamentaria no solo ha provocado un terremoto social, sino también político. Promovida por el gobierno del primer ministro Irakli Garibashvili y su partido, Sueño Georgiano, se ha encontrado con el rechazo inmediato de la presidenta del país, Salomé Zurabishvili, que ha asegurado que ejercerá su derecho a veto. El gesto de Zurabishvili, hija de exiliados en Francia y claramente pro-occidental, tendrá, sin embargo, pocas consecuencias prácticas: el veto solo sirve para devolver la ley al Parlamento, donde Sueño Georgiano tiene votos suficientes para volver a aprobarla.

Lo curioso de esta disputa es que ni Garibashvili ni su partido son prorrusos, por mucho que la legislación que piensan aprobar sea casi idéntica a la que el Kremlin puso en vigor en 2012. De hecho, cuando se produjo la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022, Garibashvili tardó una semana en solicitar por escrito la admisión de su país en la Unión Europea. En febrero de 2021, había recibido una condecoración por parte del presidente Volodimir Zelenski por sus pronunciamientos a favor de que Rusia devolviera Crimea a Ucrania.

Una manifestante georgiana delante de un cartel con el mensaje 'Stop Russia' (Parad a Rusia)

Una manifestante georgiana delante de un cartel con el mensaje 'Stop Russia' (Parad a Rusia)

Garibashvili, un hombre conservador en lo social y extremadamente liberal en lo económico -normal, teniendo en cuenta que trabajó durante años para el multimillonario Bidzina Ivanishvili, fundador a su vez de Sueño Georgiano y presidente del país hasta que delegó en su segundo de a bordo-, no ha destacado en ninguno de sus mandatos como presidente del gobierno por su simpatía hacia Putin. De hecho, durante el período 2013-2015, Rusia fue de los pocos países con los que no mantuvo ninguna cumbre diplomática, algo que sí hizo con Estados Unidos, Turquía o la propia Unión Europea.

El recuerdo de la guerra de Osetia

¿Qué ha pasado para que Garibashvili decida ahora que cualquier empresa con más de un 20% de participación extranjera tenga que declararse como “agente de influencia extranjera”? Tal vez, el miedo. Georgia tiene una extrañísima relación con Rusia. Por un lado, es su gran enemigo político en la zona. Por otro, es su principal aliado comercial. Si Ucrania se quedó sin Crimea en 2014, Georgia mantiene una disputa territorial con Moscú por Osetia del Sur desde 1991, reforzada por el reconocimiento ruso de la independencia de esta región y de Abjasia en 2008. Una situación muy parecida a la que mantiene con Moldavia por la provincia de Transnitria.

Manifestantes en Tbilisi.

Manifestantes en Tbilisi. Reuters

Georgia tiene miedo a que Rusia vuelva a intentar invadir el país, como ya hizo en 2008, en una fulgurante guerra de diez días en la que ocupó una quinta parte del país. La excusa en aquel momento fue la intervención de Tiblisi en los territorios fronterizos, pero, ya puestos en materia, Rusia entró como cuchillo en mantequilla y forzó un alto el fuego bajo sus condiciones con sus tropas a apenas treinta kilómetros de la capital. En un nuevo giro de la historia, el presidente de Georgia era por entonces Mijaíl Shaakashvili… que acabaría como gobernador del oblast de Odesa, en Ucrania, tierra de sus antepasados, bajo la administración Poroshenko.

Escondido en Ucrania durante años, sólo las buenas relaciones entre Zelenski y Garibashvili permitieron su entrega a Georgia en 2021, donde, pese a sus problemas de salud, continúa encarcelado a la espera de juicio. Como se ve, los conflictos en la zona son constantes y la inestabilidad está al orden del día. Ya en 2003, Georgia protagonizó la llamada Revolución de las Rosas que acabó con el gobierno de Eduard Shevernadze, exministro de asuntos exteriores con Mijaíl Gorbachov en los últimos años de la Unión Soviética. Es normal que Rusia mire con desconfianza todo lo que suceda en dicho país.

Manifestaciones en Georgia.

Manifestaciones en Georgia. Reuters

¿Será Garibashvili el nuevo Yanukovich?

Y lo que está sucediendo ahora mismo recuerda en exceso a las protestas del Euromaidán de 2014, que acabaron con la dimisión y huida del país de Viktor Yanukovich, aliado de Putin en el gobierno de Kiev. En la narrativa rusa de su conflicto con Ucrania, todos los problemas derivan de dichas protestas, que en Moscú se consideraron como un golpe de estado patrocinado desde Occidente y que provocaron no solo la destitución de Yanukovich sino la anexión inmediata, por supuestos motivos de seguridad, de Crimea y de partes de Donetsk y Lugansk, dando inicio así a la guerra del Donbás.

En el Kremlin se teme que las protestas de estos días en Tiblisi se lleven por delante a Garibashvili en favor de alguien cercano a la presidenta Zurabishvili. No es que Garibashvili sea precisamente Yanukovich, eso ya ha quedado claro, pero aquí Putin prefiere lo conocido a lo improvisado. Una nueva Revolución de las Rosas que acerque a Georgia aún más a Occidente y que ahonde el profundo sentimiento antirruso de buena parte de la población abriría un frente diplomático que Rusia no se puede permitir en medio de una guerra encarnizada con su vecino.

[Rusia instala un centro de movilización en la frontera con Georgia en plena huida masiva]

Eso por no mencionar un posible nuevo intento de ocupar determinadas zonas de Osetia del Sur y Abjasia aprovechando que el ejército ruso está volcado prácticamente en su totalidad en la frontera con Ucrania. Desde luego, esta vez Rusia tardaría más de diez días en sofocar la situación. No parece un escenario probable, en cualquier caso, pero la sola imagen de las velas a la puerta del Parlamento, las protestas reprimidas por los antidisturbios y las banderas europeas ondeando como símbolo de libertad ya apuntan a un inminente conflicto civil en Georgia.

Durante años, el Kremlin ha hecho y deshecho en lo que considera su “zona de influencia” por mucho que acuse a la OTAN y a Occidente de reprimir sus instintos. Si la mecha que se encendió en Ucrania llega a Georgia y se propaga por países como Kazajistán, siempre al filo del amor y el odio con el régimen de Putin, Rusia puede tener un serio problema en el peor momento posible. 

Retirada de la ley

Durante la mañana de este jueves (un día después de la publicación de este reportaje), los promotores del polémico proyecto de ley sobre agentes extranjeros retiraron "sin condiciones" su iniciativa legislativa, ya aprobada en primera lectura por el Parlamento.

"Ante todo debemos cuidar la paz, la tranquilidad y el desarrollo económico de Georgia, el avance de Georgia en la senda de la integración europea. Por ello, como fuerzas responsables hemos decidido retirar sin condiciones el proyecto de ley", anunciaron en una declaración conjunta Fuerza del Pueblo y Sueño Georgiano.

A pesar de esto, la oposición georgiana ha anunciado que continuará las acciones de protesta. "No creemos a Sueño Georgiano. Que explique cómo retira jurídicamente el proyecto. Por ahora el procedimiento es muy nebuloso", dijo en rueda de prensa el dirigente del partido Guircham, Tsotné Koberidze.