Europa

Un día de entrenamiento con el Regimiento Azov: "Por cada hombre caído, matamos a 50 rusos"

EL ESPAÑOL acompaña a esta unidad paramilitar ucraniana, que desvela detalles sobre cuál fue su papel en la contraofensiva de Járkov mientras se prepara ahora para integrarse con el Ejército regular de Zelenski.

30 noviembre, 2022 02:59

"¿Qué piensas de que se os considere el regimiento fascista de Ucrania?", pregunto al soldado de Azov que camina a mi lado, por el barro, durante uno de sus entrenamientos. "Estar dispuesto a morir defendiendo tu patria no es ser fascista. Y además, soy judío", sentencia.

La jornada empieza rompiendo ideas preconcebidas, algo catártico para cualquier periodista. Pero me aseguran que la presencia de judíos en el Regimiento Azov no es una rareza. La comunidad judía de Ucrania es muy numerosa, el rabino de Járkov es el tercero más importante del mundo y el propio presidente Volodímir Zelenski también profesa esta religión.

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Tampoco es casualidad que la popularidad de esta unidad militar haya aumentado después de la exitosa contraofensiva de Járkov. Se lanzó a finales de agosto y permitió liberar en un tiempo récord todas las ciudades que el Kremlin tenía ocupadas en esta provincia. Se han escrito ríos de tinta sobre los resultados de esta gesta, pero no se ha hablado tanto de cómo se preparó -rodeada de un secretismo absoluto- durante los meses previos.

Entre junio y septiembre, las unidades de inteligencia del Regimiento Azov desempeñaron un papel clave recogiendo información sobre bases, posiciones y el despliegue de efectivos rusos en Járkov. Recolectaron una cantidad ingente de información. Y sin ser detectados.

El trabajo de campo realizado por Azov durante esos meses previos permitió que la contraofensiva se llevara a cabo con precisión quirúrgica y, además, pillando por sorpresa a las tropas rusas, que huyeron sin presentar batalla en la mayoría de las ciudades. En lugares donde sí hubo combates encarnizados, como Kupyansk, también fueron unidades paramilitares las que abrieron brecha, por cierto, pero esa es otra historia.

Miembros del Regimiento Azov durante un entrenamiento.

Miembros del Regimiento Azov durante un entrenamiento. María Senovilla

Relojes suizos

Volviendo con Azov, durante la jornada de entrenamiento que comparto con ellos me desvelan un dato sorprendente: su porcentaje de éxito a la hora de neutralizar efectivos rusos es superior al de la mayoría de cuerpos militares ucranianos. El comandante Rost, al frente de la compañía con la que me encuentro, asegura que "por cada hombre de Azov que cae en combate, nosotros matamos a 50 rusos, soldados y oficiales".

"Esto no sucede por casualidad -prosigue el comandante, condecorado por el presidente Zelenski después de una de las misiones que llevó a cabo-. Nuestros escuadrones son como relojes suizos; entrenamos hasta la saciedad para que cada soldado sea el mejor en lo suyo, porque si un hombre no trabaja bien, la unidad entera no trabaja bien".

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De las vivencias que me relatan los hombres de Rost se desprende que, no sólo entrenan tácticas militares, también entrenan la convivencia. Están "hermanados", se consideran familia. Y trabajar como una familia es parte de su éxito. Por eso ahora les preocupa cómo va a ser la integración con el Ejército, con el que van a trabajar codo con codo de manera más habitual.

La forma de trabajar de Azov es muy autónoma. Están formados en escuadrones ligeros muy versátiles, capaces de recorrer a pie decenas de kilómetros para avanzar sin ser detectados. Y normalmente no requieren apoyo de otras unidades.

En cada escuadrón hay un especialista en minas, otro en drones, al menos un francotirador, un agente de inteligencia y un binomio capaz de manejar artillería ligera. "Somos invisibles, nos llaman fantasmas porque salimos en silencio y regresamos en silencio", me explica uno de los soldados, con nombre clave Shalom. Cada uno tiene un "nombre Azov" para identificarse.

Un francotirador del Regimiento Azov recarga su arma durante un entrenamiento.

Un francotirador del Regimiento Azov recarga su arma durante un entrenamiento. María Senovilla

Entrenando la interoperabilidad

Ahora, con la provincia de Járkov liberada en su totalidad y los combates centrados en el Frente Sur y el Donbás, esta compañía de Azov se prepara para integrarse con el Ejército en cualquier punto de Ucrania. Entrenan la interoperabilidad para trabajar en grupos más grandes y con unidades que no conocen.

Es un entrenamiento exigente. Cada soldado puede llevar más de 50 kilos encima entre los pesados chalecos antibalas, el fusil de asalto y las enormes minas -de 8 kilos cada una- que transportan a cuestas cuando van abriendo brecha y asegurando posiciones. "Los hombres de mi tamaño llevamos hasta cuatro a la vez, los que son más pequeños cargan con dos", me explica Shalom.

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El entrenamiento se realiza con estándares militares OTAN. Todo. La forma en la que se adiestra a los francotiradores, el modo de colocar y desactivar minas, la manera de redactar los mapas de minas, etc. Los estándares militares occidentales se introdujeron en Ucrania tiempo después de que estallara la guerra en el Donbás, cuando los diligentes se dieron cuenta de que necesitaban una doctrina común que permitiera que todas sus unidades pudiesen trabajar juntas.

Desde entonces, el concepto de interoperabilidad se ha seguido trabajando, y a día de hoy es un requisito imprescindible para que el Ejército de Ucrania pueda integrar a brigadas de la Defensa Territorial, o a unidades paramilitares como Azov o Kraken.

Estos escuadrones están entrenados para caminar decenas de kilómetros sin ser detectados.

Estos escuadrones están entrenados para caminar decenas de kilómetros sin ser detectados. María Senovilla

El espíritu de Azovstal

El Regimiento Azov se creó en mayo de 2014, un mes después de que comenzasen las hostilidades en las provincias de Lugansk y Donetsk. Pertenecen a la Guardia Nacional de Ucrania. Y en estos años no han estado exentos de polémica, a raíz de publicarse imágenes de algunos de sus miembros haciendo el saludo nazi o portando símbolos ultranacionalistas. Pero después de la gesta que protagonizaron en Mariúpol -donde resistieron 82 días en la acería Azovstal- se ha proyectado otra imagen muy distinta de ellos.

Tras aguantar casi tres meses asediados, heridos, en unas condiciones lamentables pero sin rendirse hasta que sus oficiales se lo pidieron, el Regimiento Azov se convirtió en un símbolo de la resistencia de Ucrania que traspasó fronteras.

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Durante esos 82 días, los corazones de los ucranianos estuvieron en vilo siguiendo el devenir del asedio ruso. Recuerdo que por aquellos días, cuando preguntabas por Azovstal a los ciudadanos de a pie en Odesa o en Járkov, la respuesta más frecuente era que "si ellos están resistiendo eso por defendernos, nosotros tenemos que estar a la altura".

"Somos invisibles, nos llaman fantasmas porque salimos en silencio y regresamos en silencio"

El capítulo de Azovstal aún sigue abierto. De los 771 hombres de Azov que finalmente se rindieron, aún quedan varios centenares cautivos en Rusia. En cada nuevo intercambio de prisioneros suelen incluir a algunos. Pero mientras tanto las familias no saben nada de ellos.

Entre los soldados que participan en el entrenamiento, donde intento entender cómo es la vida dentro de Azov, está el hermano de uno de los hombres de Azovstal. Es uno de los que continúa prisionero. No sabe cuándo y en qué condiciones lo volverá a ver, y prefiere no hablar de ello. "La guerra deja cicatrices que no se ven", me dicen, "pero ahora no es momento de pensar en ellas, es momento de pensar en la victoria".