Un soldado ucraniano en la región de Jersón.

Un soldado ucraniano en la región de Jersón. Europa Press

Europa

Rusia prepara un ataque de "falsa bandera" en Jersón para culpar a la OTAN de las represalias

La estrategia propagandística de Rusia desde el principio de la guerra ha sido amenazar con el apocalipsis para que Occidente retire sus ayudas.

22 octubre, 2022 02:53

Los movimientos de los últimos días en torno a la capital de la provincia de Jersón apuntan en una misma dirección: Rusia va a rendir la población en cuanto tenga organizada la retirada de sus soldados. A las declaraciones del general Surovikin anunciando la necesidad de tomar "medidas difíciles" en el frente sur y al desalojo de civiles de la zona, con la idea, según fuentes rusas, de evitar un nuevo Mariúpol, se suman los continuos ataques de Ucrania sobre los puentes que unen la ciudad con la otra orilla del Dniéper y los relatos de los corresponsales de guerra prorrusos, que preparan también su huida.

Rusia sabe que va a perder toda esa zona porque, según fuentes sobre el terreno, la proporción de tropas es de cuatro a uno en favor de los ucranianos. La presión es, sencillamente, inaguantable. Menos aún sin refuerzos dignos de ese nombre, pues la mayoría de los reservistas están siendo enviados al frente del Donbás y, en cualquier caso, carecen de la preparación necesaria para una guerra de este tipo. Jersón va a volver a manos locales y Rusia perderá así la única capital de provincia que había conquistado durante esta ofensiva.

El asunto es de qué manera afrontará esa retirada. La idea, obviamente, es proteger Crimea, la línea roja de la defensa rusa. Todo lo demás, anexiones incluidas, son maneras de ganar espacio vital para la península. En ese sentido, tanto los territorios ocupados en Jersón como en Zaporiyia, por mucho que nominalmente pertenezcan a la Federación Rusa, no son sino escenarios de contención en los que los ciudadanos son poco más que rehenes del Kremlin. Así hay que entender la movilización general anunciada esta semana por Putin para esos territorios.

[Putin envía 2.000 nuevos soldados a Jersón para frenar el avance ucraniano]

La importancia de la central de Nova Kajovka

Como Rusia no tiene ningún interés en el sur de Ucrania más allá que como muro de protección y fuente de recursos energéticos -sobre todo, la central hidroeléctrica de Nova Kajovka, pegada a Jersón capital, y la central nuclear de Energodar, en la provincia de Zaporiyia-, los servicios de inteligencia occidentales y ucranianos temen que la retirada del ejército invasor sirva como excusa para provocar el caos.

En concreto, alertan de lo que se conoce como un "ataque de falsa bandera", es decir, de que Rusia sabotee parte del tejido industrial de la región y culpe luego a los ucranianos de haber llevado a cabo el ataque. Es exactamente lo que hicieron en Crimea en 2014 para justificar su intervención militar y su anexión posterior. De hecho, es un método bastante habitual en casi todos los conflictos rusos: negar la realidad, asumir el papel de víctima y, desde ese rol, emprender represalias a su gusto.

Soldados ucranianos atacan desplegados en Jersón atacan desde sus posiciones.

Soldados ucranianos atacan desplegados en Jersón atacan desde sus posiciones. Twitter

El objetivo podría ser la citada central hidroeléctrica de Nova Kajovka, según todos los informes. Hacer explotar este complejo provocaría no solo una pérdida enorme de recursos energéticos para los habitantes de la región, que se cuentan en millones, sino unas inundaciones que podrían destrozar los campos de la zona y obligar a evacuar poblaciones enteras, además de dificultar, obviamente, el avance de las tropas ucranianas.

Se podría entender como una política de "tierra quemada": acabar con los recursos de la zona ocupada para que no los disfruten los que llegan detrás. El problema aquí es que los perjudicados serían, una vez más, los civiles, siguiendo la doctrina Surovikin de causar el mayor daño posible a la población para bajar la moral del país, obligar al gobierno a diversificar recursos y forzar un acuerdo lo más cercano a sus pretensiones, que ya no son, ni mucho menos, las mismas con las que Rusia empezó este conflicto y pueden pasar por un reconocimiento legal de Crimea y, tal vez, administraciones rusas casi simbólicas en las regiones anexionadas de Jersón y Zaporiyia.

La OTAN como chivo expiatorio 

El problema, en este caso, es que, al culpar a Ucrania y, por extensión, a la OTAN -así lo hizo recientemente Sergei Markov, director general del Instituto de Estudios Políticos y presidente del Consejo Nacional Estratégico ruso-, Putin se reservaría la carta de la represalia, como hizo tras la explosión del puente de Kerch, en Crimea. A los daños provocados tanto en el terreno energético como en el de la supervivencia pura y dura, se añadiría la posibilidad de organizar nuevos ataques contra civiles como venganza ante las supuestas acciones de la OTAN permitidas por el gobierno de Zelenski.

De esa manera, Surovikin podría seguir bombardeando grandes capitales y dejándolas sin recursos energéticos claves para aguantar el frío invierno, por mucho que sus tropas tengan que seguir reculando y sean incapaces de avanzar en ninguna de sus posiciones. Esto iría en línea con lo que exige la propaganda estatal en Rusia: obligar a los ucranianos a morir de frío y hambre para así acelerar su rendición sin sufrir más pérdidas de tropas ni de recursos propios. Un plan maquiavélico y que se acerca bastante a la definición de "crimen de guerra".

Insinuaba Markov también la posibilidad de que la OTAN utilizara un arma nuclear táctica en Ucrania, culpara a Rusia de ello y justificara una intervención convencional posterior. Eso es lo mismo que insinuar que Rusia está pensando en utilizar un arma nuclear táctica y culpar a la OTAN de ello. Hay que tomarse estas referencias a lo nuclear con cierta calma, aunque sea difícil. Es la estrategia propagandística de Rusia desde el principio de la guerra: amenazar con el Apocalipsis para que Occidente tiemble y retire sus ayudas. Ahora bien, el Apocalipsis es una cosa muy seria y que a todos conviene retrasar lo máximo posible. También al Kremlin.