Diseño: Arte EE/ Gtres, EP

Diseño: Arte EE/ Gtres, EP

Europa

Europa ante el abismo: amenazas nacionales e internacionales ponen en peligro la unidad de la UE

A la amenaza que supone Rusia se le suma la oleada de populismos que sacude a algunos de los estados miembros. 

25 julio, 2022 01:34

La guerra en Ucrania ha impactado directamente en la línea de flotación de la Unión Europea. La inflación y las restricciones energéticas derivadas de ella han desatado un torbellino político en algunos de los miembros clave que amenaza con hacer saltar por los aires la relativa estabilidad conseguida tras la pandemia. Así, al peligro externo que supone Putin y su injustificada invasión a un país soberano se le suma ahora la oleada de populismos, de derechas y de izquierdas, que acechan Estados como Francia e Italia.

El país transalpino es quizá el mejor ejemplo. Al menos, el más reciente. El pasado 21 de julio, la dimisión de Mario Draghi provocó una crisis política que hizo revivir los fantasmas del fascismo. Fue después de que el Gobierno de coalición, formado por dos partidos de derechas -La Liga y Forza Italia- y el partido antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5E), decidiese abandonar al ex ya primer ministro italiano y abocar al país a unas elecciones anticipadas en las que la extrema derecha parte con ventaja.

En concreto, es el partido heredero del fascismo Fratelli d’Italia el que gana enteros para los comicios del próximo septiembre. Así lo sostienen los últimos sondeos nacionales, que presentan a su líder, Giorgia Meloni, como favorita para sustituir al flamante tecnócrata que ha acabado por tirar la toalla. Tendría que conseguirlo, eso sí, tendiendo la mano a sus posibles socios electorales y responsables del asesinato político de Draghi: Matteo Salvini y Silvio Berlusconi.

Giorgia Meloni, junto a Silvio Berlusconi y Matteo Salvini.

Giorgia Meloni, junto a Silvio Berlusconi y Matteo Salvini. Reuters

[De las juventudes fascistas a poder gobernar Italia: quién es Giorgia Meloni]

Sea cual sea el resultado que salga de las urnas, el próximo jefe de Gobierno italiano tendrá que enfrentarse a unos presupuestos, a la gestión de los fondos de recuperación tras la pandemia y, sobre todo, a la crisis energética y de suministro.

Este último punto parece preocupar especialmente a la Unión Europea, donde Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, gozaba de cierto prestigio. Y es que con una fuerte dependencia energética del gas ruso (más del 40%), la Italia post-Draghi podría volverse en contra de las sanciones a Moscú.

Sobre todo porque Draghi ha liderado las iniciativas europeas para golpear la economía de Rusia, pero también porque la derecha italiana ha criticado desde el principio las restricciones europeas a Moscú. Tal ha sido la oposición que Salvini llegó incluso a proponer ir personalmente a Rusia para negociar la paz con Putin.

Asedio en Francia

Hoy es Italia, pero la extrema derecha de Marine Le Pen lleva años amenazando la estabilidad interna de Francia. Ahora, sin embargo, al Gobierno de Emmanuel Macron las amenazas le llegan por distintos flancos. Algunos de ellos totalmente nuevos.

A priori, la extrema derecha sigue siendo una de las principales preocupaciones del presidente francés. Y no es para menos: Agrupación Nacional, el partido que lidera la ultraderechista Le Pen, logró 89 escaños en la segunda vuelta de las legislativas, celebrada a finales de junio. Fueron los mejores resultados de la extrema derecha en Francia en 35 años.

Sin embargo, los principales quebraderos de cabeza de Macron proceden ahora del otro lado de la bancada política. Porque si bien la izquierda parecía perder fuelle a inicios de año con un Partido Socialista en mínimos, la coalición de izquierdas NUPES ha logrado convertirse en la primera fuerza de oposición y despojar a Macron de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional de la que gozaba desde 2017. Una derrota que obligó al primer ministro a remodelar de arriba abajo su gabinete.

extrema derecha francesa ha cosechado los mejores resultados electorales de los últimos 35 años

No contento con ello, el dirigente de la coalición de izquierdas, Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa (aliado con Podemos en Europa) encabezó hace dos semanas una moción de censura. Un intento fallido de derribar al Gobierno, pero que ha contribuido a desestabilizar a Macron, férreo defensor del europeísmo. Y lo ha hecho, además, en el peor momento posible: Francia ha declarado la "economía de guerra" para amortiguar la subida de precios y reforzar la independencia energética.

Cisma norte-sur

Alemania también ha confesado su debilidad. Es uno de los países más dependientes del gas ruso y, por tanto, uno de los que más está sufriendo el “chantaje” energético de Putin.

El canciller alemán, Olaf Scholz, ha puesto todas las cartas sobre la mesa y ha anunciado a los ciudadanos que se avecinan tiempos oscuros, de escasez y de subida de precios. Ha sido él mismo quien ha recibido con los brazos abiertos la propuesta de la Comisión Europea (CE) de recortar un 15% del consumo de gas nacional. Una muestra del estado crítico en el que se encuentra Berlín, que teme no conseguir llenar las reservas de hidrocarburos para invierno.

El canciller alemán, Olaf Scholz, durante su comparecencia por la crisis energética este viernes 22 de julio

El canciller alemán, Olaf Scholz, durante su comparecencia por la crisis energética este viernes 22 de julio Fabrizio Bensch Reuters

Sin embargo, la medida presentada por Ursula von der Leyen ha reabierto el cisma entre norte y sur provocado en su momento por la crisis financiera de 2008. Y es que el plan de Bruselas ha sido rechazado por países como España o Portugal, que consideran que la reducción compete exclusivamente a los países altamente dependientes de los suministros del gas ruso, como Alemania.

[Teresa Ribera se planta ante Bruselas: "España no apoya recortar el 15% el consumo de gas"]

Así que esta vez los papeles se han invertido: ahora es Berlín la que, en una situación de vulnerabilidad, apela a la "solidaridad" y Madrid la que se niega a salir en su ayuda. Se trata de la misma solidaridad que España reclamó a la UE cuando pidió el rescate bancario en 2012 y sobre la que Alemania puso condiciones y exigió reformas.

Alineada con la postura de los países ibéricos, Grecia también ha rechazado la propuesta energética. No obstante, las discusiones con sus socios europeos son su menor problema. La amenaza, en su caso, procede del este.

El ultranacionalismo del este

Las relaciones entre Turquía y el país heleno son tensas desde hace décadas por la soberanía de las islas griegas del mar Egeo, cuyas aguas esconden vastos yacimientos de hidrocarburos. Sólo en los últimos 50 años, estos dos miembros de la OTAN han estado a punto de ir a la guerra hasta en tres ocasiones.

Ahora, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha reclamado directamente la soberanía del territorio y ha advertido de que responderá si Grecia "sigue armando la zona". Una respuesta que podría asemejarse a la de 1974, cuando Turquía ocupó el 38% del territorio de la isla de Chipre, hoy dividida en dos.

El momento que ha escogido Erdogan para reavivar el conflicto no es casual. El líder turco acaba de reafirmar su influencia en la OTAN, primero al vetar y luego al desbloquear la adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza militar. Una decisión -la de los países nórdicos- histórica que ratifica la grave amenaza de seguridad a la que se enfrenta Europa.

Porque no sólo Finlandia y Suecia temen un ataque ruso. La guerra en Ucrania también ha inquietado a los países bálticos. Y es que a pesar de que están protegidos por el muro democrático de la UE y el muro militar de la OTAN, los complicados lazos históricos y la proximidad que les unen con Rusia les hacen vulnerables a una invasión. Sobre todo porque, el cierre del corredor Suwalki -una franja de unos 100 km que une el enclave ruso de Kaliningrado con Bielorrusia- las aislaría de cualquier asistencia terrestre por parte de los aliados.

[El corredor Suwalki, talón de Aquiles de la OTAN: por qué puede empezar aquí la III Guerra Mundial]

La guerra de Putin en Ucrania también ha conseguido lo imposible: menoscabar el eje polaco-húngaro. Ambos países, unidos por las derivas autoritarias y ultranacionalistas que caracterizan los gobiernos de Viktor Orbán y Mateusz Morawiecki, llevan años echando un pulso a la UE a costa del Estado de derecho y la independencia de poderes. Un desafío que el Club de los 27 ha castigado con el bloqueo de millones de euros en ayudas.

La separación se consumó el pasado marzo, cuando una delegación del Gobierno polaco viajó a Kiev para mostrar su apoyo a Ucrania. Mientras, en Hungría, Orbán decidía mantenerse al margen de la guerra para proteger sus intereses, lo que implica no enfadar a su aliado, el presidente ruso.

Morawiecki y Orbán, durante su comparecencia tras la firma de la Declaración de Budapest.

Morawiecki y Orbán, durante su comparecencia tras la firma de la Declaración de Budapest. Zoltan Fischer Reuters

[Viktor Orbán participará en la cumbre de Santiago Abascal de líderes de ultraderecha en Madrid]

Ante esta actitud, Morawiecki decidió que no participaría en el Grupo de Visegrado (V4), un foro en el que Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa cooperan para defender sus intereses en el marco europeo. Aunque más tarde el primer ministro húngaro condenó la agresión rusa, Orbán ha bloqueado varios paquetes de sanciones europeas a Moscú, que le suministra ni más ni menos que el 85% del gas nacional.

Ahora la cuestión es ver si, cuando se depongan las armas, Varsovia sigue reparando su relación con la UE o si, por el contrario, volverá a acercarse a Budapest.

El legado de Boris Johnson

El seísmo político provocado por la guerra en Ucrania también ha llegado hasta Reino Unido. El pasado 7 de julio, Boris Johnson cedía ante la presión de su partido y anunciaba su dimisón. Lo hacía después de meses de esfuerzo por intentar tapar los escándalos nacionales que le perseguían con su incondicional apoyo al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. 

  obablemente, Johnson será recordado como el político que culminó el proceso del Brexit, pero también como el responsable de reabrir una herida que estaba en proceso de curarse. 

Boris Johnson durante su intervención de este miércoles en el Parlamento británico.

Boris Johnson durante su intervención de este miércoles en el Parlamento británico. Reuters

  anunciar que abandonaba el Nº10 de Downing Street, el premier británico aprobó un proyecto de ley que trata de anular unilateralmente partes del protocolo suscrito con la Unión Europea sobre Irlanda del Norte que forma parte del acuerdo del Brexit. Un pacto que tiene el objetivo de evitar una frontera dura entre Irlanda del Norte e Irlanda. 

nquiera que sea el venceder, las conversaciones se antojan tensas. Tanto Truss como Sunak son fervientes defensores del Brexit desde que se inició, allá por 2016, la campaña de uno de los socios más influyentes de la UE para abandonar el club comunitario