Una cabina de interpretación en la Eurocámara

Una cabina de interpretación en la Eurocámara Parlamento Europeo

Europa Divorcio Reino Unido-Europa

¿Qué pasará con el inglés en la UE tras el 'brexit'?

La lengua de Shakespeare se ha convertido en el auténtico esperanto para comunicarse en las instituciones comunitarias.

28 septiembre, 2017 02:59
Bruselas

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"Me expresaré en francés porque, de forma lenta pero segura, el inglés está perdiendo importancia en Europa". Estas palabras del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, enfurecieron el pasado mayo a la clase política y periodística británica. Juncker parecía augurar la decadencia definitiva del inglés en el continente debido al brexit. Los comentaristas obviaron el tono jocoso del veterano político, que se expresa de forma fluida en inglés, francés, alemán y luxemburgués. La lengua de Shakespeare es ahora la segunda más hablada del mundo y el principal idioma de trabajo de las instituciones de la UE. ¿Pero qué pasará cuando Reino Unido se vaya el 29 de marzo de 2019?

El primer interrogante es si el inglés perderá su estatus de lengua oficial de la UE tras el brexit. Un rango que ostenta desde 1973, año en el que Reino Unido se adhirió, junto con Irlanda y Dinamarca, a la entonces Comunidad Económica Europea. Los idiomas originales de trabajo de la CEE eran francés, alemán, italiano y neerlandés.

Desde entonces, y coincidiendo con la entrada de nuevos socios, las lenguas oficiales de la UE se han ampliado hasta 24 en la actualidad. Son cuatro menos que el número de países miembros porque algunos comparten idioma. Esta es la lista completa: búlgaro, croata, checo, danés, holandés, inglés, estonio, finés, francés, alemán, griego, húngaro, irlandés, italiano, letón, lituano, maltés, polaco, portugués, rumano, eslovaco, esloveno, español y sueco. Además, algunas lenguas regionales como el catalán, el euskera, el gallego o el galés han adquirido el estatus de lenguas cooficiales de la UE y pueden usarse en algunas reuniones. 

Un funcionario retira la bandera de Reino Unido en la Comisión

Un funcionario retira la bandera de Reino Unido en la Comisión François Lenoir/Reuters

"Si no tenemos a Reino Unido, no tendremos inglés". La presidenta de la comisión de Asuntos Constitucionales de la Eurocámara, la conservadora polaca Danuta Hübner, sembró la confusión hace unos meses al sugerir que la lengua de Shakespeare podría dejar de ser idioma oficial tras el brexit. Según su tesis, cada país miembro sólo tiene derecho a proponer una lengua para la UE. El inglés es lengua oficial en tres Estados miembros, pero únicamente Reino Unido lo designó legalmente en Bruselas, ya que Irlanda optó por el irlandés y Malta por el maltés. La conclusión lógica es que cuando Londres se marche, no hay ningún motivo para conservar el rango del inglés en las instituciones comunitarias.

Pero la Comisión, garante de los Tratados, ha desmentido categóricamente esta interpretación. El inglés seguirá siendo lengua oficial, ha dicho Juncker en una respuesta parlamentaria. El régimen lingüístico de la UE está inscrito en un reglamento, que puede modificarse cuando Londres se haya ido, pero sólo por unanimidad de los otros 27 Estados miembros. "Y, por supuesto, es muy improbable que Irlanda y Malta quieran cambiar las cosas", explican a EL ESPAÑOL fuentes europeas. 

¿Son todas las lenguas iguales?

Una vez dilucidado que el rango legal del inglés en la UE se mantendrá tras el brexit, la siguiente incógnita es qué pasará con su uso cotidiano en las instituciones comunitarias. En teoría, las 24 lenguas oficiales están en pie de igualdad. "Todas las lenguas oficiales se usan por la Comisión en su interacción con los Estados miembros y los ciudadanos. Ningún idioma es más importante que otro. La Comisión Juncker está muy comprometida con la diversidad lingüística", señala a este periódico un portavoz del Ejecutivo comunitario.

En la práctica, el uso del inglés avanza imparable en la UE, hasta el punto de que se ha convertido ya en la auténtica lingua franca de comunicación entre políticos, funcionarios y periodistas en Bruselas. El caso más paradigmático es el del Parlamento Europeo, que se distingue de las demás instituciones de la UE por su obligación de garantizar el mayor grado posible de multilingüismo.

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Todos los documentos se publican en las 24 lenguas oficiales y todos los eurodiputados tienen derecho a expresarse en el idioma de su elección. Sin embargo, muchos de ellos optan por hablar en inglés: en los primeros meses de 2017, el número de horas habladas en inglés en el pleno de la Eurocámara (120) supera al total de la suma de alemán (46), francés (30), italiano (25) y español (18), según las estadísticas a las que ha tenido acceso este periódico.

Por su parte, la Comisión ha optado por un régimen simplificado con tres lenguas de trabajo: inglés, francés y alemán. Durante los primeros años de existencia de la CEE, incluso después de la entrada de Reino Unido, el francés fue el principal idioma de comunicación en Bruselas. Por razones históricas, pero también porque las instituciones están situadas en ciudades predominantemente francófonas: la capital belga, Luxemburgo y Estrasburgo.

La explosión del inglés

El equilibrio empezó a cambiar a partir de 1993 con la adhesión a la UE de Suecia, Finlandia y Austria. La mayoría de los nuevos funcionarios tenían el inglés, y no el francés, como segundo idioma y lo utilizaban de forma creciente como lengua común de comunicación. El auténtico tsunami que destronó definitivamente a la lengua de Molière se produjo sin embargo en 2004 con la ampliación a 10 países del este. En casi todos ellos, el inglés es el primer idioma extranjero en la enseñanza y pocos de los nuevos eurofuncionarios (o incluso comisarios) sabían francés.

Las estadísticas son muy elocuentes: la lengua de Shakespeare arrasa ahora en la UE. En la actualidad, la vasta mayoría de los documentos de trabajo de la Comisión se escribe originalmente en inglés antes de traducirse a cualquier otra lengua. Muchos comunicados de prensa, especialmente los más urgentes, se publican inicialmente sólo en inglés y se traducen posteriormente, cuando ya no sirven para nada (al menos a los periodistas).

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En 2016, los servicios de traducción de Bruselas tradujeron 247.569 páginas al inglés, frente a sólo 145.985 páginas al francés, 118.658 páginas al alemán o 90.419 páginas al español. La tendencia es similar en el caso de la interpretación. La interpretación proporcionada por los intérpretes del Ejecutivo comunitario el año pasado equivale a 10.812 días en el caso del inglés, 10.302 días para el francés, 9.427 días para el alemán y 8.495 días para el español.

El 98% de las reuniones de trabajo que se celebran en Bruselas cuentan con interpretación al inglés, porcentaje que se reduce al 74% en el caso del francés, el 59% en el caso del alemán y el 51% en el caso del español. El inglés es también -junto con el francés y el alemán- una de las tres lenguas de la nueva patente unitaria europea, vital para la industria, de la que España se ha excluido precisamente por considerar que discrimina al castellano.

Con una plantilla permanente de 1.750 traductores y 600 asistentes, la Comisión tiene uno de los mayores servicios de traducción del mundo, al que hay que añadir 600 intérpretes a tiempo completo y 3.000 autónomos. El coste estimado de todos los servicios lingüísticos en todas las instituciones de la UE asciende a menos del 1% del presupuesto general anual de la UE. Dividido entre la población de la UE, esto representa unos 2 euros por persona al año, según los datos de Bruselas.

Un nuevo dialecto: el euroinglés

¿Volverá a imponerse el francés como lengua principal de trabajo de la UE tras el brexit? ¿Le sustituirá el alemán? Los franceses nunca han digerido su derrota lingüística en las instituciones comunitarias. Los periodistas galos se quejan periódicamente en la sala de prensa de la Comisión por la marginación de su lengua frente al inglés. Y la Alianza Francesa organiza cursos gratuitos para diplomáticos y periodistas. 

En las negociaciones de divorcio del brexit, las lenguas de trabajo son el inglés y el francés, aunque el negociador jefe de la UE, el conservador galo Michel Barnier, se pasa siempre que puede a su lengua materna.

Pero ya se detectan grietas, signos de debilidad. Políticos franceses como el comisario Pierre Moscovici, el ministro de Economía, Bruno Le Maire o el propio presidente Emmanuel Macron no dudan en expresarse en inglés en público cuando quieren que su mensaje llegue más lejos. Algo impensable hace unos años, cuando el ex presidente Nicolas Sarkozy reprochaba al ex jefe del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, que usara la lengua de Shakespeare para dirigirse a los mercados.

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La evolución del aprendizaje de lenguas extranjeras en la UE tampoco hace prever un regreso del francés o un repunte del alemán. El inglés es la lengua más popular en la enseñanza secundaria en toda Europa. La estudian el 97,3% de los alumnos, a gran distancia del francés (33,8%), alemán (23,1%) o español (13,6%), según los últimos datos de Eurostat.

En la Comisión no quieren especular sobre qué pasará con el inglés tras el brexit. Eso sí, apuntan que si actualmente se usa ampliamente en las instituciones comunitarias es porque la mayoría de eurofuncionarios lo habla y también porque es la principal lengua de comunicación con los socios de la UE en el resto el mundo. "Es un idioma oficial en Reino Unido, pero también en otros dos Estados miembros: Irlanda y Malta", insisten.

El mismo argumento se repite desde la Eurocámara: el triunfo del inglés en Europa no tiene marcha atrás. "Es evidente que el inglés, o una versión un tanto simplificada del mismo, se ha convertido en el verdadero esperanto de Bruselas. Eso difícilmente va a cambiar", explica a EL ESPAÑOL el director de comunicación del Parlamento Europeo, Jaume Duch. 

Y es que, como apunta Duch, el inglés que se habla en las instituciones de la UE no es exactamente la misma lengua que usan los británicos o los irlandeses. Se trata más bien de un nuevo dialecto, un euroinglés con sus propias reglas, muy influido por el resto de idiomas europeos. "A lo largo de los años, las instituciones europeas han desarrollado un vocabulario que difiere de cualquier forma reconocible de inglés", ha escrito Jeremy Gardner, un funcionario del Tribunal de Cuentas de la UE que ha elaborado una guía de palabras y expresiones mal utilizadas en el inglés de Bruselas. 

En este euroinglés se usa a menudo 'control' en lugar de 'monitor' o 'assist' en lugar de 'attend' por similitud con el francés o el español. O se añade la 's' para señalar el plural en sustantivos que en inglés auténtico no lo tienen como 'competence(s)' o 'information(s)'. Unas desviaciones que horrorizan a Gardner, que considera que el inglés usado en la UE hace que sus documentos sean a menudo difíciles de entender.

"La causa de este problema se encuentra en la naturaleza multilingüe de la organización y el desajuste entre una política oficial que dicta la igualdad entre todas las lenguas y el actual estatus quo, en el que casi todos los documentos son redactados en inglés por hablantes no nativos. Estos documentos no son sometidos a revisiones o ediciones sistemática, lo que significa que los errores pueden trasladarse a las versiones publicadas", señala el funcionario del Tribunal de Cuentas.

Según pronostica, la situación seguirá deteriorándose en el futuro. La proporción total de hablantes nativos del inglés entre los funcionarios de la UE se está reduciéndose rápidamente, con una caída de casi el 50% en el porcentaje de personal británico desde 2004. Una tendencia que se agravará con la salida de Reino Unido.

La gran paradoja del brexit es que deja una situación extraña: una Unión de casi 450 millones de habitantes dominada por una lengua que sólo se hablará oficialmente en Irlanda (4,7 millones) y Malta (434.000 habitantes).