Imagen de la capitulación de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

Imagen de la capitulación de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

Asia

Ochenta años de la rendición de Japón en la II Guerra Mundial: "Continuar llevaría a la destrucción de la humanidad"

El 6 de agosto de 1945, un bombardero estadounidense lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Tres días después, otra devastó Nagasaki.

La rendición se formalizó el 2 de septiembre a bordo del acorazado USS Missouri. Aunque oficialmente terminó la guerra, pequeños destacamentos japoneses aislados siguieron resistiendo durante meses o años.

Más información: 80 años de Hiroshima y Nagasaki: el papel de la URSS y el 'bushido' japonés en la hecatombe nuclear

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El 15 de agosto de 1945, la voz temblorosa del emperador Hirohito resonó por primera vez en las radios de todo Japón.

Era el anuncio de la rendición incondicional del Imperio y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Mientras en las calles de Londres, Nueva York o París se celebraba la victoria, en Japón la reacción fue de silencio y lágrimas: se acababa la guerra, pero también la era imperial que había llevado al país a su expansión militarista.

Hiroshima y capitulación

A mediados de 1945, Japón estaba cercado. Su marina había sido destruida y el bloqueo aliado asfixiaba la economía.

El 26 de julio, EEUU, Reino Unido y China emitieron la Declaración de Potsdam, exigiendo la rendición incondicional bajo amenaza de “aniquilación inmediata y absoluta”.

Tokio la rechazó, mientras buscaba en secreto la mediación soviética para una paz negociada, ignorando que Moscú había pactado con los aliados entrar en la guerra.

El 6 de agosto, un bombardero estadounidense lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Tres días después, otra devastó Nagasaki.

Ese mismo 9 de agosto, la Unión Soviética rompió su pacto de neutralidad e invadió Manchuria, Corea, Sajalín y las Kuriles.

La combinación de la destrucción nuclear y el avance soviético eliminó cualquier esperanza de negociación.

Ante una parte del alto mando decidido a luchar hasta el final, Hirohito intervino de forma inédita y ordenó aceptar los términos de Potsdam.

La voz imperial

En la madrugada del 15 de agosto, se grabó en secreto el mensaje imperial. Al mediodía, la nación escuchó por primera vez la voz de quien era considerado una figura semidivina.

Hirohito reconoció que “la trayectoria de la guerra no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón” y aludió a “una nueva y cruel bomba cuyo poder de perjuicio es realmente incalculable”.

Advirtió que continuar el conflicto significaría “la aniquilación de la nación japonesa y la destrucción total de la civilización humana”.

Por ello, dijo, había decidido “soportar lo insoportable y padecer lo insufrible” para “abrir un camino hacia la paz duradera”.

El mensaje, conocido como Gyokuon-hōsō, dejó al país en conmoción. Muchos no comprendieron de inmediato que significaba rendición, pero el tono era inequívoco.

Hubo suicidios de oficiales ultranacionalistas, pero la mayoría de la población acató con resignación. Japón había perdido.

El impacto humano

El fin de la guerra puso término a una carnicería en Asia-Pacífico que dejó alrededor de 3,1 millones de japoneses muertos, la mayoría militares.

Ciudades arrasadas, escasez extrema y hambrunas marcaron la posguerra inmediata. Más de 7 millones de soldados fueron hechos prisioneros y repatriados lentamente; millones de civiles retornaron desde las colonias, a menudo en condiciones precarias.

En China, Corea, Filipinas e Indonesia, la rendición significó liberación, pero no paz inmediata. En Corea, la salida japonesa dio paso a la ocupación soviético-estadounidense y a la división del país.

En Vietnam e Indonesia, la retirada nipona abrió procesos de independencia que derivaron en guerras.

El fin del Imperio japonés aceleró la descolonización en Asia, aunque con un alto coste humano.

Consecuencias geopolíticas

El 28 de agosto comenzó la ocupación aliada bajo el mando del general Douglas MacArthur. Se disolvió el ejército, se purgó a los responsables de la guerra y en 1947 se promulgó una nueva constitución que convirtió a Japón en una monarquía parlamentaria pacifista.

Hirohito renunció públicamente a su carácter divino.

El Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente juzgó a los líderes japoneses por crímenes de guerra.

En 1948, siete fueron ejecutados, incluido el exprimer ministro Hideki Tōjō. Geopolíticamente, EEUU se consolidó como potencia dominante en el Pacífico, mientras la URSS extendía su influencia en el norte de Asia y en Corea del Norte.

La rendición se formalizó el 2 de septiembre a bordo del acorazado USS Missouri. Aunque oficialmente terminó la guerra, pequeños destacamentos japoneses aislados siguieron resistiendo durante meses o años.

Memoria y conmemoración

En Japón, el 15 de agosto es el Día de Duelo por los Caídos en la Guerra y de Oración por la Paz.

Cada año se celebra una ceremonia en Tokio. En 2024, el emperador Naruhito expresó “profundo remordimiento” por el papel de Japón en la guerra y el deseo de que “el horror no se repita jamás”, mientras el primer ministro Fumio Kishida evitó mencionar la agresión japonesa, centrándose en compromisos de paz.

El aniversario suele avivar polémicas, sobre todo por las visitas de políticos al santuario Yasukuni, donde están consagrados criminales de guerra.

En China y Corea del Sur, estos gestos se consideran una negación de las atrocidades del pasado.

En otros países, la fecha se interpreta de forma distinta. En el Reino Unido y la Commonwealth, el 15 de agosto es el V-J Day.

EEUU conmemora el 2 de septiembre, aunque muchos veteranos recuerdan el 14 o 15. Corea del Sur celebra ese día su independencia; Vietnam e Indonesia lo asocian al inicio de su emancipación.

Legado en disputa

El uso de las bombas atómicas sigue generando debate: para algunos, fueron decisivas para salvar vidas al evitar una invasión; para otros, un acto innecesario contra civiles.

Historiadores discrepan sobre si fue la amenaza nuclear o la entrada soviética el factor clave de la rendición.

En Japón, la memoria de la guerra ha oscilado entre verse como víctima y reconocer responsabilidades.

La Declaración Murayama de 1995, en la que el entonces primer ministro reconoció “daños y sufrimientos incalculables” causados por Japón y ofreció “sinceras disculpas”, marcó un hito, aunque sigue siendo cuestionada por sectores conservadores.

Ochenta años después, el 15 de agosto de 1945 permanece como un día de luto, liberación y reflexión.

La voz del emperador que pidió “soportar lo insoportable” sigue siendo un recordatorio de que la paz, aunque imperfecta, es siempre preferible al abismo de la guerra.