El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el presidente chino, Xi Jinping, hablan mientras caminan por los jardines de la Casa de Huéspedes Diaoyutai tras una reunión en Pekín, China, el 11 de abril de 2025.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el presidente chino, Xi Jinping, hablan mientras caminan por los jardines de la Casa de Huéspedes Diaoyutai tras una reunión en Pekín, China, el 11 de abril de 2025. Andrés Martínez Casares Reuters

Asia

China responde a la distopía arancelaria de Trump con un nuevo negociador y una gira para seducir a sus víctimas

Pekín emite señales de estar dispuesto a discutir alternativas a la guerra comercial mientras Xi Jinping trata de convencer a sus vecinos de la necesidad de cerrar filas para aguantar el pulso de EEUU.

Más información: China podría encarar aranceles de hasta el 245% por sus represalias en la guerra comercial, según la Casa Blanca

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China no descarta en absoluto emprender la vía negociadora con Estados Unidos para dirimir la guerra arancelaria, una agria disputa entre las dos grandes economías del planeta que cada vez adquiere más tintes distópicos. Antes, sin embargo, Pekín quiere ver un cambio de actitud sustancial por parte de la Administración de Donald Trump. Una actitud menos beligerante. Una actitud más respetuosa, en definitiva. No habrá negociaciones directas hasta entonces, pese a la insistencia de un Trump que aspira a sentar en la mesa de negociación a Xi Jinping.

“La pelota está en el tejado de China. China tiene que hacer un trato con nosotros. Nosotros no tenemos que hacer un trato con ellos”, declaró este martes en rueda de prensa la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt. Comentarios que, por otra parte, no sentaron tan mal en Pekín como lo hicieron las palabras de JD Vance. El vicepresidente de Trump llegó a decir durante una entrevista con la Fox que los estadounidenses piden “dinero prestado a los campesinos chinos para comprar las cosas que esos campesinos chinos fabrican”.

La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Lin Jian, no dudó en tachar de “irrespetuosas e ignorantes” las declaraciones del exsenador de Ohio, quien, como demostró en sus memorias, Hillbilly Elegy, libro récord de ventas, profesa un gran respeto por lo rural.

Según Bloomberg, Pekín espera que, en esa hipotética mesa de diálogo, Washington también aborde sus preocupaciones relativas a las sanciones estadounidenses y a la siempre espinosa cuestión de Taiwán, una isla autónoma cuya soberanía Pekín reclama. China espera que la Administración Trump designe a un interlocutor directo. Alguien de confianza que responda sus llamadas. Un Steve Witkoff particular que, como sucede en el caso de Rusia, sepa comprender sus necesidades. De acuerdo con Bloomberg, en Pekín no tienen preferencias para este puesto.

El primer paso, aunque no explícito, para negociar lo dio ayer Pekín con el nombramiento de un nuevo jefe negociador comercial. El elegido es Li Chenggang, un funcionario de 58 años formado en Hamburgo que viene de servir en Ginebra como embajador ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). El movimiento sorprende porque Li reemplaza a Wang Shouwen, un veterano funcionario que participó en el acuerdo comercial con Estados Unidos firmado en 2020.

“Ambas partes han dejado retóricamente la puerta abierta a las negociaciones, pero la sostenibilidad de cualquier negociación real es cuestionable: los fundamentos de las relaciones económicas, tecnológicas, de seguridad y geopolíticas entre EEUU y China son cada vez más irreconciliables”, subraya Jacob Gunter, analista principal de MERICS, un think tank alemán especializado en China.

Sólo unas horas después del nombramiento de Li Chenggang, la Casa Blanca amenazó con elevar los aranceles a la mayoría de las exportaciones chinas hasta el 245%. El enésimo órdago de Trump. Un órdago que, al menos desde la óptica de Pekín, no parece responder a una estrategia coherente.

La semana pasada, China respondió a los aranceles del 145% que Trump anunció con el aumento de sus gravámenes a los productos estadounidenses del 125%. Más madera. El Ministerio de Comercio chino aclaró ayer a través de un comunicado que “luchará hasta el final”, es decir, que mantendrá el pulso mientras Estados Unidos mantenga la presión. No planea dar un paso atrás en la guerra comercial de Trump. No lo hará por mucho que su economía, cuyo crecimiento meteórico se ha visto ralentizado, pueda verse resentida.

Ayer, en cualquier caso, China anunció que, entre los meses de enero y marzo, su PIB creció un 5,4%, en comparación con el mismo periodo del pasado año. Cifras que superan con creces las expectativas de los analistas pero que no reflejan el impacto de los aranceles. China tiene no pocas bazas de negociación. Para empezar, es uno de los mayores tenedores de bonos del Tesoro de Estados Unidos.

En este impasse, hasta que los aranceles asesten el golpe, Xi Jinping decidió embarcarse en una gira diplomática por el Sudeste asiático para seducir a las principales víctimas de los aranceles de Trump. El presidente chino pasó por Vietnam y Camboya, que encajaron aranceles del 46% y 49%, respectivamente, durante el denominado “día de la liberación” de Trump, antes de que el mandatario estadounidense diera marcha atrás concediendo un plazo de 90 días para su entrada en vigor.

El presidente vietnamita, To Lam, recibió esta semana a Xi en Hanói. Un To Lam que, sin embargo, había mantenido días antes una conversación telefónica con Trump que el propio Trump definió como “muy productiva”. En esa conversación, siempre según Trump, su homólogo vietnamita mostró interés en negociar la rebaja de los aranceles. Esto es, precisamente, lo que la Administración estadounidense pretende: aislar a Pekín, para quien no cuenta la pausa de tres meses.

Xi, en cambio, quiere aprovechar la oportunidad para atraer hacia sí a sus vecinos, con los que mantiene una relación económica más lucrativa incluso que con Estados Unidos y la Unión Europea. El intercambio comercial de Pekín con el Sudeste asiático ascendió el año pasado hasta los 982.000 millones de dólares, según los datos oficiales chinos. Por eso, Xi necesita que la región cierre filas y aguante el tirón.