Militares reunidos para escuchar lo que el presidente Trump tiene que decirles.

Militares reunidos para escuchar lo que el presidente Trump tiene que decirles. Kevin Lamarque Reuters

EEUU

Trump anima a sus generales a que las ciudades sean "campos de entrenamiento" y los llama a combatir al "enemigo interior"

El presidente de Estados Unidos y su secretario de Defensa apelaron a la violencia, la lealtad y la estética ante los generales de mayor rango del ejército americano. Su objetivo explícito: desplegar tropas en las capitales demócratas.

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Que Donald Trump quiere huir de lo “woke” está claro desde el inicio de su mandato. Que se le está yendo la mano con la testosterona, también. En una reunión extraordinaria con los generales de mayor graduación del Ejército estadounidense, venidos de todos los rincones del planeta, el presidente de Estados Unidos y su secretario de Defensa, Pete Hegseth, se colocaron por encima de la lealtad a la Constitución y al país para defender una relación directa de fidelidad al Gobierno.

Ese camino, cuando se transita en un sentido, tiene difícil vuelta atrás.

“Si no me gustan, los despediré en el momento”, dijo Trump a las cámaras antes de entrar en la reunión celebrada en Quantico (Virginia), sede del Pentágono. Aunque el presidente estadounidense es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, sus poderes no son los de un autócrata o un dictador. Ese tipo de decisiones tiene que pasar por la cúpula del Ejército y ser ratificadas por el Congreso con un razonamiento detrás.

“No me gusta” no cuenta como parámetro para una medida de ese calibre.

En cualquier caso, una vez dentro, como suele ser habitual, Trump mostró otro tono, más conciliador… y bastante más difuso. Primero fue Hegseth el que criticó el estado de forma de algunos oficiales —“gordos”, los llamó— y exigió que el Ejército se rigiera por los “más altos criterios de masculinidad”.

En su discurso de investidura, Trump ya cargó contra los soldados trans, prometiendo que los apartaría del Ejército, pero no se sabe qué criterios de masculinidad han de seguir las decenas de miles de mujeres que sirven a Estados Unidos en todo el mundo.

Más militares “simpáticos”

De echar discrecionalmente a quien le diera la gana, Trump pasó a insinuar que iba a aumentar el Ejército porque “sois gente muy simpática”, según dijo a los generales reunidos. No es una afirmación baladí, pues va contra el corazón de la doctrina Steve Bannon de reducir la deuda estadounidense. El ideólogo del movimiento MAGA ha repetido numerosas veces la necesidad de recortar el gasto armamentístico, incluido el personal de las Fuerzas Armadas.

Aunque Bannon se crio en una escuela militar y sirvió en la Marina durante siete años, el recorte militar es una de sus prioridades, al considerar que Estados Unidos ya tiene suficientes recursos para defenderse como país y que no necesita ir ayudando a los demás en sus problemas territoriales.

De hecho, lo irónico de la declaración de Trump es que llega a pocas horas del más que probable cierre del Gobierno federal, lo que quiere decir que no solo no podrá reclutar más militares, sino que ni siquiera podrá pagar a los que ya tiene.

Hay que recordar que, en los últimos años de la Administración George W. Bush y los primeros de la Administración Barack Obama —es decir, cuando EE UU aún mantenía a la vez dos guerras en el extranjero, Irak y Afganistán—, el gasto en defensa se disparó hasta el 4,9% del PIB. Sin embargo, en la actualidad, apenas dedica el 3,4%, aunque exige a sus aliados de la OTAN que lleguen al 5%.

Objetivo: las ciudades demócratas

Dicho esto, es obvio que había una intención política y no solo de reivindicación de la fuerza bruta en esta reunión insólita que no se había producido jamás. Trump repitió de nuevo su intención de desplegar la Guardia Nacional en Chicago, ciudad demócrata por excelencia y hogar de su archienemigo Obama.

Desde hace tiempo, el presidente estadounidense lleva deslizando que se trata de una ciudad peligrosa y que toda la culpa recae en el gobernador demócrata de Illinois, J.B. Pritzker, y en el alcalde, también demócrata, Brandon Johnson.

Los datos, sin embargo, y como es habitual, apuntan a todo lo contrario. Durante el primer semestre de 2025, los crímenes violentos han caído un 21%, con especial mención a los homicidios, que se han reducido un 32,3%. Es una táctica que Trump ya ha utilizado antes en California y en Washington D.C.: fingir una catástrofe que no es tal para poder tomar el territorio con tropas federales y así imponer sus medidas de seguridad por encima de las estatales.

Este martes, sin embargo, fue más allá. Trump animó a los generales del Ejército a que usaran “las ciudades más peligrosas como campo de entrenamiento”. No se sabe muy bien qué quiere decir con eso, porque probablemente ni lo haya pensado, pero tomado al pie de la letra es peligrosísimo.

Si por un lado el presidente se dedica a desplegar tropas en las ciudades donde gobiernan sus rivales políticos —también mencionó Nueva York y habló de “guerra interna”— y, por el otro, da carta blanca a dichas tropas para hacer lo que les dé la gana, el problema está servido.

Los barcos “son feos”

Siguiendo su retórica agresiva, Trump azuzó a los militares y aseguró que, cuando alguien les escupiera en la calle —se refería a las tropas desplegadas que protegen a su vez a los oficiales antiinmigración—, deberían responder con violencia… y que, si alguien les tiraba una piedra o algo parecido, directamente tenían permiso para hacer lo que les diera la gana, algo que, una vez más, está por encima de la ley.

Aparte de los coqueteos con el autoritarismo menos sutil, Trump tuvo también tiempo para la belleza. Al parecer, igual que Hegseth piensa que demasiados generales están gordos, el presidente opina que los barcos de la Marina estadounidense son “feos”. “Soy una persona muy estética y no me gustan los barcos que estáis haciendo”.

Es de suponer que él podría hacerlos más bonitos. O alguna de sus empresas. Más bonitos y más caros, por supuesto, que de eso se trata, por mucho que le pese a Bannon.