El trumpismo tiene nuevos ídolos.
Estos son los jóvenes sin experiencia de los que nunca oíste hablar y acumulan más poder en los EEUU de Trump
Al frente de despachos que manejan desde terrorismo hasta telecomunicaciones, perfiles sin formación están marcando el rumbo de las instituciones.
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Thomas Fugate tiene 22 años, cero experiencia en seguridad y un pasado como cajero de supermercado. Hoy es el responsable de prevenir el terrorismo doméstico en Estados Unidos. Su nombramiento no es un error burocrático ni una broma. Es el símbolo de una estrategia de gobierno que privilegia la lealtad ideológica sobre la preparación técnica. Y no está solo.
Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca, ha colocado a jóvenes sin experiencia —muchos de ellos sin título universitario, y casi todos con vínculos personales o políticos con él— al frente de organismos clave de su administración. Controlan datos confidenciales, reparten millones en subvenciones y toman decisiones que afectan la seguridad nacional. Lo que antes se ganaba con años de trabajo, ahora se consigue con un tuit, fe incondicional y una camiseta de campaña.
El jefe antiterrorista
En cualquier otro contexto, el currículum de Thomas Fugate pasaría desapercibido. Trabajador a tiempo parcial en un supermercado mientras estudiaba, becario en una fundación conservadora y voluntario en la última campaña presidencial de Donald Trump. Acaba de graduarse en Ciencias Políticas y Derecho por la Universidad de Texas en San Antonio.
No ha trabajado nunca en inteligencia, ni ha diseñado políticas públicas, ni ha pisado un despacho gubernamental. Y, sin embargo, desde junio de 2025, es el máximo responsable del CP3, el Center for Prevention Programs and Partnerships, un programa federal del Departamento de Seguridad Nacional norteamericano (DHS, por sus siglas en inglés) que distribuye millones de dólares para frenar el extremismo violento en Estados Unidos.
Bajo su supervisión están las políticas de prevención del terrorismo doméstico, la gestión de ayudas a comunidades vulnerables y el diseño de estrategias contra ataques motivados por ideologías radicales. Una responsabilidad crítica en manos de alguien que aún no ha demostrado estar preparado para ella.
Su llegada no solo ha provocado desconcierto, sino una estampida: más del 75 % del personal del CP3 ha dejado el centro tras su nombramiento.
William Braniff, el experto que dirigía el programa —con dos décadas trabajando en la lucha contra el terrorismo y un largo historial académico y militar— dimitió en protesta por la “desprofesionalización del servicio” y los recortes de la administración Trump. En apenas unas semanas, el CP3 se ha quedado reducido a un esqueleto.
Varios funcionarios que prefieren mantener el anonimato para que no peligre su trabajo describen a Fugate como alguien educado, dispuesto a aprender, pero completamente perdido. “Era como si estuviera allí para una sesión de orientación, no para dirigir una oficina de seguridad nacional”, explica uno de ellos.
Otros aseguran que se comporta más como un vigilante político que como un gestor: supervisa lo mínimo para mantener el programa a flote mientras la administración reorienta sus prioridades hacia inmigración o narcotráfico.
El DHS, por su parte, defiende la designación con frases vagas: “Thomas ha demostrado una ética de trabajo ejemplar”. Pero nadie responde a la pregunta que de verdad importa: ¿por qué alguien con ninguna experiencia está a cargo de prevenir actos terroristas? La razón, para muchos dentro del departamento, es clara: porque es de los suyos.
Y lo más inquietante es que no se trata de un caso aislado. Su nombramiento encaja en un patrón cada vez más reconocible dentro del segundo mandato de Trump: colocar a perfiles jóvenes fáciles de manejar, gracias a una absoluta lealtad ideológica, en puestos de alta responsabilidad.
Adolescentes con acceso a datos clasificados
En el Departamento de Gobierno Electrónico (DOGE), al menos seis ingenieros de entre 19 y 24 años —varios sin título universitario— trabajan en sistemas que contienen bases de datos sensibles del gobierno federal: historiales migratorios, movimientos financieros, registros de salud e incluso patrones de viaje de ciudadanos y residentes.
Algunos de ellos fueron contratados tras destacar en foros digitales afines a Trump, sin pasar por procesos mínimos. Varios formaban parte de la comunidad "Palantir MAGA", un grupo de defensores de los softwares de vigilancia con un enfoque ideológico ultraconservador.
Actualmente, estos jóvenes tienen acceso a información que tradicionalmente estaba reservada a funcionarios con años de experiencia y acreditaciones de seguridad. Según informes filtrados a las agencias de noticias, al menos cuatro de estos ingenieros participaron en auditorías internas de bases de datos sin supervisión directa, y uno de ellos llegó a revisar solicitudes de asilo sin contar con formación jurídica ni autorización específica.
Para ser exactos, ahora mismo el 40% de las tareas técnicas clave en DOGE están en manos de personal no certificado, lo que ha hecho saltar las alarmas, especialmente desde la salida de Musk del organismo.
Desde su dimisión, el departamento ha quedado sin liderazgo claro. No se ha nombrado un director oficial, aunque se barajan nombres, y las decisiones estratégicas han quedado en manos de asesores internos sin conocimientos previos en gestión pública ni seguridad tecnológica. “Están jugando con fuego, pero no lo saben. Y lo peor es que sus jefes tampoco”, alertan los funcionarios que trabajan con ellos.
Un influencer para decidir el futuro de internet
Con apenas 31 años, Gavin Wax ha sido propuesto para ocupar un puesto en la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), el organismo que regula todo lo relacionado con las telecomunicaciones en Estados Unidos: radio, televisión, internet, redes móviles y neutralidad de la red.
De ser confirmado, sería el miembro más joven desde 1945.
Pese a que su candidatura aún no ha sido formalizada por la Casa Blanca, cuenta con el respaldo explícito de su antecesor en el cargo, Nathan Simington, quien lo describe como “una voz conservadora fuerte” y con “visión de futuro”. Wax no tiene destreza técnica ni regulatoria. Hasta ahora, era el jefe de gabinete de Simington, pero su verdadero perfil es el de un agitador político.
Exlíder de los Jóvenes Republicanos de Nueva York, comentarista en medios conservadores y activista en redes sociales, Wax se ha posicionado como defensor de la desregulación total del entorno digital. Ha criticado la neutralidad de la red, atacado a la prensa —“el verdadero partido de oposición”, dice — y promovido una FCC “menos burocrática y más combativa”.
Wax, ante los medios, se ha mostrado confiado: “Lo que temen mis detractores no es que no tenga experiencia, sino que no tenga miedo. La FCC necesita una limpieza y alguien dispuesto a enfrentar al complejo mediático y a los burócratas del status quo”.
El zar de la justicia
Ed Martin fue nombrado fiscal interino del Distrito de Columbia el mismo día que Trump retomó la presidencia, sin haber trabajado nunca como juez ni fiscal. Durante semanas, controló uno de los despachos más sensibles del país, donde se investigan delitos federales, corrupción, y donde, precisamente, se archivaron muchos de los procesos por el asalto al Capitolio.
Su llegada provocó un terremoto interno: al menos siete fiscales veteranos fueron despedidos o degradados, y, además, disolvió la unidad encargada de los casos relacionados con el 6 de enero de 2021. En su lugar, Martin creó una “Unidad de Responsabilidad Electoral”, orientada a investigar supuestos fraudes en las votaciones.
La polémica creció cuando se reveló que Martin había trabajado como abogado defensor de acusados del asalto, incluso mientras ya firmaba documentos en nombre de la fiscalía. Su nominación permanente fue retirada en mayo tras la oposición de más de 100 exfiscales y senadores republicanos moderados.
Pese a ello, Martin no ha desaparecido. Fue nombrado poco después asesor presidencial para indultos y responsable de coordinar la nueva estrategia de “despolitización de la justicia”, un aparato paralelo creado por el gobierno para revisar causas judiciales incómodas.
Estos nuevos nombramientos no solo cambian quién toma las decisiones, sino cómo se toman. Al frente de despachos que manejan desde terrorismo hasta telecomunicaciones, perfiles sin formación están marcando el rumbo de las instituciones.
No hay un plan legislativo ni una reforma estructural. Solo una estrategia de ocupación: sustituir el criterio por la lealtad, la experiencia por la afinidad, el sistema por la consigna. Y esa forma de gobernar, más que una excepción, apunta a convertirse en una norma.