Donald Trump atiende a los periodistas a bordo del Air Force One a su regreso a Washington, el pasado miércoles.

Donald Trump atiende a los periodistas a bordo del Air Force One a su regreso a Washington, el pasado miércoles. Kevin Lamarque Reuters

EEUU

El enfrentamiento entre Trump y Associated Press delata su doble rasero: lo que pide para Europa no lo quiere en EEUU

Mientras el vicepresidente Vance carga contra los “comisarios” de Bruselas por atentar contra la libertad de expresión, la Casa Blanca veta a la agencia de noticias por no querer llamar Golfo de América al Golfo de México.

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Hace unos días los reporteros de Associated Press, la agencia de noticias fundada en 1846, no pudieron acceder al Despacho Oval durante la firma de una orden ejecutiva por parte de Donald Trump. Tampoco se les permitió asistir a una rueda de prensa posterior con Narendra Modi, el primer ministro de la India, ni a otra serie de eventos organizados por la Casa Blanca en los que sí pudieron estar otros periodistas.

Estas prohibiciones no son casuales. Al contrario: responden a la negativa de Associated Press de cambiar la denominación “Golfo de México” por “Golfo de América” –una modificación impuesta por Trump– en su libro de estilo. “Associated Press no quiere acatar la ley”, declaró este martes el presidente durante una rueda de prensa ofrecida en Mar-a-Lago, su residencia de Florida. “Ya no se llama Golfo de México y sus periodistas se van a quedar fuera hasta que acepten que ahora se llama Golfo de América”.

Trump realizó estas declaraciones poco después de que Taylor Budowich, el subdirector de gabinete de la Casa Blanca, dijese en sus redes sociales que Associated Press tiene todo el derecho a informar “de manera irresponsable y deshonesta”, por supuesto, pero que eso debe tener consecuencias. La pérdida de acceso a según qué espacios presidenciales como el Despacho Oval o el Air Force One, por ejemplo.

Como era de esperar, la agencia de noticias no se ha quedado callada. Una portavoz de la misma ha dicho que la prohibición de acceso responde al afán del Gobierno por decirle a la prensa, y por extensión al público general, qué palabras debe utilizar so pena de recibir un castigo por no hacerlo.

Una vez esgrimida la queja, Associated Press ha argumentado su negativa a cambiar la denominación del mar situado entre el sur de Estados Unidos, Cuba y México diciendo que si bien la orden ejecutiva de Trump tiene autoridad dentro de Estados Unidos no ha sido reconocida por México y diciendo, además, que la mayor parte de ese mar se encuentra fuera de la jurisdicción estadounidense. A esa explicación la portavoz de Associated Press ha añadido que, pese a tener su sede en Nueva York, la agencia de noticias se considera un medio internacional y, por lo tanto, debe conducirse como tal.

De hecho, Associated Press sí ha cambiado la denominación del pico más alto de Norteamérica, el Denali, dado que éste se encuentra en Alaska y por lo tanto la imposición de Trump no afecta a terceros. A partir de ahora la agencia de noticias se referirá a él como Monte McKinley –en honor al 25º presidente de Estados Unidos–, tal y como ha exigido el nuevo inquilino de la Casa Blanca.

¿Un discurso para cada orilla?

Hay quien no ha podido evitar relacionar el trasfondo del enfrentamiento entre Trump y Associated Press con el discurso que pronunció la semana pasada el vicepresidente de Estados Unidos en la Conferencia de Seguridad de Múnich y clamar doble rasero. Porque en la ciudad bávara, donde se esperaba que JD Vance evaluara la situación geopolítica del viejo continente, el respetable asistió a un ataque frontal contra el “comisariado” bruselense por lo que Vance calificó como ataques contra la libertad de expresión.

“Lo que más me preocupa al pensar en Europa no es Rusia, China o cualquier otro actor externo sino la amenaza que viene de dentro: el retroceso en algunos valores fundamentales”, dijo Vance antes de exponer varios ejemplos concretos en lugares como Suecia, Reino Unido o la propia Alemania. Y añadió: “Estoy dispuesto a admitir que, a veces, las voces más fuertes a favor de la censura no provienen de Europa sino de mi propio país, donde la administración anterior amenazó e intimidó a las redes sociales para que censuraran todo aquello calificado como desinformación”.

Acto seguido, el vicepresidente estadounidense hizo una promesa: “La administración de Biden estaba dispuesta a silenciar a las personas que expresaban su opinión, pero la administración de Trump hará justo lo contrario y espero que, desde Washington, podamos trabajar juntos en ello”.

Unión en el gremio periodístico

Como era de esperar, la prohibición de acceso a los corresponsales de Associated Press ha encrespado a buena parte del periodismo estadounidense.

El periódico más poderoso del país, The New York Times, ha mostrado públicamente su apoyo a la agencia de noticias al tiempo que condenaba “los reiterados actos de represalia de este Gobierno por decisiones editoriales con las que no está de acuerdo”. También lo han hecho algunas de las caras más conocidas de Fox News; referencia televisiva del derechismo estadounidense y el canal más popular del país. El veterano analista político Brit Hume, por ejemplo. O Eugene Volokh, colaborador habitual de la revista Reason, apodada por algunos como “la biblia de los libertarios”.

Asimismo, la Fundación para los Derechos y la Expresión Individual, una organización financiada principalmente por grupos conservadores que se mostró de acuerdo con el discurso de Vance en Múnich, ha emitido un comunicado pronunciándose sobre el contencioso. Tras criticar duramente el castigo a periodistas “por no adoptar la terminología que exige el Estado”, ha alegado que “el papel de nuestra prensa libre es exigir cuentas a quienes están en el poder, no actuar como su portavoz, y cualquier esfuerzo del Gobierno por erosionarlo merece ser condenado”.

Incluso hay quien ha defendido boicotear las ruedas de prensa ofrecidas diariamente por la Casa Blanca. “Hasta que Trump no dé marcha atrás hay que dejar de cubrir sus ruedas de prensa y sus viajes”, comentaba hace unos días un ex presentador de la CNN llamado Jim Acosta. “Ningún periodista que se precie debería asistir a una reunión informativa en la Casa Blanca mientras ésta prohíba la presencia de Associated Press por no aceptar el lenguaje impuesto por el Estado”, escribía casi al mismo tiempo Ron Fournier, el antiguo corresponsal jefe de la agencia en Washington.

Otros, en cambio, han advertido contra el boicot por considerarlo contraproducente. “Entre los periodistas son pocos los que dudan de que la actitud de Trump es vengativa y posiblemente ilegal, parte de su campaña de difamación contra los medios tradicionales, y además es difícil encontrar una víctima más inocente que Associated Press, la cooperativa de noticias sin fines de lucro que ha servido noticias veraces a los medios durante casi 179 años”, escribía en la revista Columbia Journalism Review –considerada por muchos la brújula profesional y ética del gremio periodístico– el veterano reportero Paul Farhi. “Sin embargo, un boicot masivo de las reuniones informativas en señal de protesta no sólo parece improbable, sino también impracticable e imprudente”.

Impracticable e imprudente –añadía Farhi– porque la prensa no es una entidad única y unificada; los periodistas que trabajan en la Casa Blanca son “un conjunto ecléctico de individuos que representan a organizaciones de noticias con diferentes perspectivas y agendas”. Con lo cual –sentenciaba Farhi– de nada sirve que medios como el Washington Post, el New York Times o el Wall Street Journal abandonen la Casa Blanca si permanecen en ella las docenas de medios alternativos, pódcasters e influencers a los que ha dado la bienvenida el equipo de Trump.

Por otra parte la medida, de producirse, sería inédita. Es cierto que la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca se ha quejado periódicamente de las restricciones de acceso al presidente de turno, pero nunca ha existido un boicot como tal. Solo estuvo cerca de producirse en una ocasión, durante el primer mandato de Barack Obama, cuando tras el amago de veto a Fox News en una entrevista los jefes del resto de cadenas televisivas amenazaron con ausentarse de la misma. Si el asunto no pasó de la categoría de anécdota fue porque la Casa Blanca dio marcha atrás.