Un hombre sostiene un cartel sobre el Nobel de la Paz en Venezuela.

Un hombre sostiene un cartel sobre el Nobel de la Paz en Venezuela.

América

El Nobel a María Corina y la presión militar de EEUU sobre Venezuela impulsan el colapso del régimen de Maduro

El presidente venezolano instó al Consejo de Seguridad de la ONU, presidido actualmente por Rusia, a reunirse de urgencia ante la “acción militar a corto plazo” que espera de Estados Unidos.

Más información: La opositora venezolana María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz cuando Trump aspiraba a conseguirlo

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En principio, Nicolás Maduro tiene todo lo que le debería gustar a Trump: es un populista autoritario que usa el poder para su propio beneficio, tiene sometida a la oposición y no duda en manipular las elecciones a su antojo. Eso, que tanto atrae al presidente estadounidense cuando lo hacen Putin, Erdogan, Xi Jinping o el propio Kim Jong-Un, sin embargo, le repele en el autócrata venezolano.

Había miedo en la oposición a que Maduro consiguiera engatusar a Trump a base de acuerdos comerciales y que este cayera ante el encanto de un buen negocio y una buena palabrería. Sin embargo, no ha sido así. Al contrario, Trump se ha atrevido a lo que no se atrevieron ni George W. Bush ni Barack Obama ni Joe Biden ni él mismo en su primer mandato: apuntar contra el chavismo y buscar el recoveco legal para justificar un cambio de régimen.

Eso no quiere decir que Maduro no lo haya intentado a fondo. Sabedor de la que le esperaba, según publicó este viernes el New York Times, el régimen de Caracas intentó llegar a acuerdos a la desesperada con la Casa Blanca, prometiendo mejores condiciones a las petrolíferas estadounidenses y dando marcha atrás a ciertas nacionalizaciones en curso. Ha sido en vano. Trump ya avisó ante la ONU de que estaba dispuesto a “hacer volar” a Maduro del poder en Venezuela y sus acciones militares hablan por sí mismas.

Al poco de llegar al poder, Trump declaró organización terrorista al cártel Tren de Aragua, estableció que Maduro era su cabecilla y ofreció una recompensa multimillonaria para quien diera información que llevara a su captura.

El pasado mes, fue un paso más allá, bombardeando un barco venezolano que navegaba en aguas internacionales y que, según el Pentágono, se trataba de un transporte de droga que iba de Venezuela a Estados Unidos. Hasta once personas pudieron morir en el ataque, del que Trump presumió eufórico desde la Casa Blanca.

Malestar en los aliados españoles por el Nobel a María Corina

Si todo ello ya indicaba una situación complicada para Nicolás Maduro, aislado de la comunidad internacional, con China y Rusia como únicos aliados, y contestado por su propio pueblo tras 26 años de chavismo, la concesión del Premio Nobel de la Paz a su máxima rival, María Corina Machado, ahonda en su soledad.

Machado, en paradero desconocido para evitar su detención, es la líder de la oposición aunque no pueda presentarse a los comicios presidenciales por una inhabilitación judicial a la medida del régimen.

Su lucha y su valentía fueron premiados por la Fundación Nobel en lo que es un claro mensaje desde Occidente: no solo el tiempo de Maduro ha terminado, sino que es hora de reconocer como héroes a los que se oponen a él, como siempre se ha hecho con quien disiente de cualquier dictadura. Para medir hasta qué punto están mal las cosas para el chavismo, basta con observar las reacciones propias y las de sus mayores defensores en el extranjero.

Mientras el propio Maduro reclamaba una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU ante lo que él califica de “acción militar inminente” de Estados Unidos, sus socios en España han salido a ningunear a Machado y a poner el grito en el cielo por el galardón recibido.

Por ejemplo, el fundador de Podemos y ex vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, comparó a la líder opositora con Adolf Hitler en redes sociales, mientras que Gabriel Rufián, líder de ERC en el parlamento español, bromeó con que el premio era el equivalente a dar el Nobel de Ciencia -que no existe- al futbolista Marcos Llorente, reciente defensor de la teoría de los “chemtrails”.

Los vínculos del chavismo con determinada izquierda española han sido públicos y notorios, desde Juan Carlos Monedero al propio Pablo Iglesias pasando por José Luis Rodríguez Zapatero, cuyas excelentes relaciones con el Palacio de Miraflores han sido siempre motivo de crítica. Sin ir tan lejos, en 2020, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez pisó suelo español pese a la prohibición de la Unión Europea, ante la anuencia, como se ha sabido, de al menos parte del gobierno de Pedro Sánchez.

El escollo de Rusia

En términos geopolíticos, el acoso de Trump al régimen de Maduro remite una vez más a la relación entre Estados Unidos y Rusia. De hecho, la petición de reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad va dirigida al representante permanente de Rusia en la ONU, Vasili Nebenzia, que ejerce además en la actualidad de presidente rotatorio del Consejo. De hasta qué punto quieran Putin y Xi defender a Venezuela dependerá la rapidez con la que Trump cumpla sus amenazas.

El presidente norteamericano ya ha demostrado en el pasado poca mano izquierda con aliados tradicionales de Rusia como, por ejemplo, Irán. Aunque su relación personal con el presidente Putin se supone que es excelente, no consigue arrancarle ni un alto el fuego temporal en su guerra con Ucrania y su frustración al respecto es notable.

Eso le ha llevado a apostar por un enfoque más agresivo para ver si así Putin empieza a ceder posiciones: tras la pérdida de su influencia en Siria, los bombardeos israelíes y estadounidenses sobre Irán y los pactos económicos de Estados Unidos con Armenia y Azerbaiyán, la posición de Rusia en el mundo es cada vez más irrelevante.

¿Puede permitirse el Kremlin la pérdida de otro de sus peones? En principio, no. Venezuela es una potencia energética que, en manos occidentales, podría abastecer a Europa y en concreto a Ucrania, cuando una de las amenazas rusas recurrentes es precisamente el frío. Ahora bien, el asunto es qué puede hacer Rusia, en su situación actual, para defender a Maduro.

Un camino aún largo

Quien piense mal, puede suponer que si a Trump le daba igual que Maduro dirigiera cárteles de droga de 2017 a 2021 o que sometiera en ese período a la oposición, probablemente ahora le importe lo mismo. La diferencia, por lo tanto, ha de ser geopolítica. Trump va a utilizar la baza venezolana para poner presión a Rusia y a China. Para la oposición, desde luego, eso es mejor que nada, pero tampoco debería lanzar las campanas al vuelo: Trump es imprevisible en todos los sentidos y bien podría postergar el derrocamiento de Maduro siempre que Putin y Xi le den algo a cambio.

Es complicado imaginar una entrada militar estadounidense en Venezuela porque iría en contra del principio America First y porque el chavismo tiene un ejército muy preparado para oponerse. Otra cosa es que caiga Maduro y, con su caída, el resto del aparato vaya rodando detrás hacia algo parecido al menos a una democracia.