Legisladores chilenos discuten sobre la acusación constitucional contra el presidente Sebastián Piñera.

Legisladores chilenos discuten sobre la acusación constitucional contra el presidente Sebastián Piñera. Reuters

América

Chile retrocede treinta años entre la polarización política y el surrealista proceso a Piñera

A diez días de las elecciones, la mitad de los quince millones de electores chilenos afirman que su voto está aún por decidir.

11 noviembre, 2021 06:03

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A las diez de la mañana del pasado lunes, el diputado socialista Jaime Naranjo subía al estrado de la Cámara de Diputados chilena con los mil trescientos folios de su discurso bajo el brazo. Naranjo, de setenta años, es uno de los veteranos de la lucha contra Pinochet, un hombre curtido en las pequeñas batallas rurales y diputado o senador de la república desde la primera legislatura de Patricio Aylwin, en 1990. "La dictadura militar me acostumbró a estos ayunos", decía Naranjo mientras pasaban las horas sin llevarse nada a la boca, en un alarde de populismo. Dos veces fue al baño, una se tomó la tensión. A las doce de la noche, seguía de pie en el estrado, leyendo y leyendo.

¿Cuál era el objetivo de esta "performance" surrealista? Dar tiempo a que dos diputados de la oposición al presidente Sebastián Piñera se personaran en la Cámara. Sin sus votos, el juicio político que pretende destituir a Piñera cuatro meses antes del final de su mandato estaba condenado al fracaso. Por un lado, Jorge Sagab, diputado democristiano, se encontraba en el sur del país, a quinientos kilómetros de Valparaíso. No es un viaje corto. Menos si, además, uno no se encuentra del todo bien. Sagab llegó a la Cámara como pudo, ingresó por una puerta lateral para esquivar los controles sanitarios, votó y se metió en la cama.

Por el otro lado, Giorgio Jackson, de la coalición de izquierdas, Frente Amplio, contaba las horas que faltaban hasta las doce de la noche, hora a la que terminaba oficialmente su cuarentena por haber estado en contacto con el candidato Gabriel Boric, uno de los dos favoritos a pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales del próximo 21 de noviembre. Boric dio positivo la semana pasada y las autoridades sanitarias están investigando si respetó por completo la cuarentena una vez se diagnosticó la enfermedad. Esas mismas autoridades le habrían pedido a Jackson que se hiciera una PCR nada más acabar la cuarentena para confirmar que estaba limpio de virus. Obviamente, no había tiempo para tanto: Jackson salió escopetado de casa a medianoche, votó y la moción salió adelante.

Un proceso de muy corto recorrido

¿Cuáles son los efectos prácticos de este inicio de "impeachment" al presidente Piñera? Muy pocos. De entrada, hablamos de un presidente saliente. A sus setenta y un años, Piñera terminará su segundo mandato como presidente de la República el próximo mes de marzo, cuando le sustituya el ganador de los comicios de noviembre. En términos políticos, Piñera apenas es presente y desde luego no pinta nada en el futuro de Chile. Es pasado, sin más. El primer presidente de derechas desde la marcha de Pinochet, el hombre que batió contra pronóstico a Michelle Bachelet en 2009 y repitió triunfo ocho años más tarde, ante la división del electorado de izquierda.

Todas estas triquiñuelas políticas y sanitarias tienen un recorrido muy corto: en el mejor de los casos, acortar la legislatura de Piñera unos pocos meses. En el peor, ver cómo el Senado, donde Piñera tiene más apoyos, tumba la iniciativa y acaba con el proceso antes siquiera de haber comenzado. Si no hubiera unas elecciones en unos pocos días, si el país no estuviera polarizado como no se ha visto en, quizá, treinta años, si las revueltas de 2019 contra el gobierno no estuvieran aún tan recientes, nada de esto se habría dado y Jaime Naranjo podría al menos haberse tomado un zumito.

Pero la realidad es tozuda: Chile vive la mayor crispación política en años, los candidatos de derecha e izquierda radicalizan cada día sus mensajes de desprecio al consenso del 89 y este tipo de "happenings" se legitiman incluso desde la opinión pública extranjera. Es probable que Piñera tenga que pagar un precio político por su aparición en los llamados Pandora Papers. Es inadmisible que el presidente de un estado regatee la vigilancia de ese estado para ahorrar dinero en paraísos fiscales. Ahora bien, las prisas y el esperpento solo se justifican por la inminencia de las urnas, dentro de un panorama voluble en las encuestas y una desafección ciudadana que no se sabe qué consecuencias traerá.

Entre "el nuevo Allende" y el nostálgico de Pinochet

Si, en España, el apagón demoscópico se produce una semana antes de las elecciones; en Perú llega dos semanas antes de los comicios. Eso es mucho tiempo a oscuras. Durante el último mes, ha habido cierto consenso en que el candidato de Frente Amplio, el citado Boric, se jugará la presidencia en segunda vuelta con el candidato de extrema derecha, José Antonio Kast. Las últimas encuestas, publicadas este domingo, dan a Kast una pequeña ventaja sobre Boric en primera vuelta, con la candidata democristiana, Yasna Provoste, en tercera posición, a casi diez puntos del balotaje. En segunda vuelta, Boric, el llamado "nuevo Allende" por sus guiños constantes al presidente asesinado en 1973, se impondría por la mínima.

¿Cómo es posible que el espacio de la derecha, tradicionalmente ocupado por la democracia cristiana y partidos moderados, haya sido ocupado por alguien como Kast? En ello tiene mucho que ver la caída en desgracia de Piñera, la falta de experiencia de Provoste… y el espíritu de los tiempos. Kast no es Pinochet, pero siempre ha mostrado una enorme simpatía por el dictador chileno y sus gobiernos de 1973 a 1989. En 2017, durante la campaña de las anteriores presidenciales, llegó a declarar "si Pinochet estuviera vivo, votaría por mí", además de prometer el indulto a todos los miembros de las Fuerzas Armadas aún presos por delitos contra los derechos humanos.

Kast se ha ido nutriendo del desencanto y del populismo. Es una especie de Bolsonaro chileno, admirador ferviente de Donald Trump y enemigo furibundo del aborto -tiene nueve hijos-, que mezcla el liberalismo económico con un conservadurismo social propio de otros tiempos. De tanto mojar, el mensaje ha calado. Más que en 2017, donde al final se quedó "solo" con el 7,93% de los votos. No deja de ser curioso que las dos candidaturas oficialistas que se jugaron aquellas elecciones -Vamos Chile y La Fuerza de la Mayoría- hayan sido barridas cuatro años después por el ímpetu y la apelación a la acción directa de Frente Amplio y Kast, que se presenta como independiente, sin una estructura de partido detrás.

Entre el virus y la abstención

En principio, ambos candidatos deberían estar en torno al 25% de los sufragios en un escenario de voto disperso. El problema es que las encuestadoras en Chile están bajo sospecha, como todo lo que debería representar estabilidad. Desde 2019, los sondeos han ido fallando en distintas elecciones regionales y locales, aparte de no reflejar del todo el sentir del plebiscito de 2020 en torno a una nueva constitución. Algunos piensan que esos errores son intencionados. En realidad, es muy probable que tengan más que ver con la propia inestabilidad del país.

A diez días de las elecciones, la mitad de los quince millones de electores chilenos afirman que su voto está aún por decidir. No es fácil afinar las proyecciones con tanta falta de información. Los últimos comicios regionales del 13 de junio presentaron una abstención histórica del 80,4%. Dos millones y medios de chilenos decidieron por los otros trece millones. En un clima político de tanto hastío y desmovilización, es lógico que los candidatos más contundentes, los más vehementes, si se quiere, partan con una cierta ventaja. La tibieza empieza a estar mal vista en Chile, aunque en buena parte fuera la tibieza la que trajo la democracia al país.

A la falta de encuestas en estas dos semanas, hay que añadir también el parón en la propia campaña. El positivo de Boric tras el debate televisivo hizo que cinco de los otros candidatos tuvieran que interrumpir sus actos durante una semana. Tras la PCR negativa y la cuarentena de una semana -que acabó el pasado lunes, como sucediera con el diputado Giorgio Jackson-, ya pueden volver a salir a unas calles convulsas a buscar los votos de los millones de indecisos. El régimen del 89 parece dar sus últimas bocanadas y lo sucedido en la Cámara el pasado martes no ayuda a legitimarlo, desde luego. Tampoco las acciones de Piñera, por otro lado. Entre todos mataron la estabilidad democrática y ella solita se murió.