El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Reuters

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Trump aplastará a los demócratas en el Senado tras su derrota en la peor semana del 'impeachment'

EEUU, fracturado: las bases de Trump le siguen apoyando y los republicanos justifican su actuación. Los demócratas esperan movilizar a los indecisos.

23 noviembre, 2019 02:31

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Tras una maratoniana semana de testimonios públicos por parte de una docena de testigos, la investigación que la Cámara de Representantes está llevando a cabo para determinar si emprender un juicio político contra Donald Trump parece más que sustentada. Los demócratas han sobrepasado su objetivo inicial, presentar un caso claro y fácil de entender al público estadounidense.

Horas de declaraciones de funcionarios de seguridad nacional, asistentes de la Casa Blanca y diplomáticos de carrera han confirmado que el presidente trató de presionar a Ucrania para que anunciara públicamente que investigaría si los demócratas se entrometieron en las elecciones presidenciales de 2016 desde su país -una teoría de la conspiración que circula entre los republicanos-, así como un posible caso de corrupción en la empresa energética ucraniana Burisma, donde el hijo del ex vicepresidente Biden, Hunter Biden, había sido colocado mientras su padre mantenía relaciones gubernamentales con aquel país.

La extorsión o soborno consistiría, según el planteamiento de los demócratas, en dos aspectos. Trump había invitado al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, a la Casa Blanca en mayo, pero aquella cita estaría codiciada a que anunciara dichas investigaciones. Además, se retuvieron casi 400 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania, que no fueron entregados hasta el 11 de septiembre, después de que la denuncia de un funcionario sacara el escándalo a la luz.

Con estos testimonios y hechos relatados, a estas alturas pocos pueden dudar de que el presidente, de una u otra manera, voluntaria o involuntariamente, utilizó la política exterior de Estados Unidos contra sus rivales demócratas.

Por supuesto, hay matices. Dependiendo a quién se le pregunte, unos encontrarán esto motivo suficiente para avanzar en el proceso de impeachment, mientras que otros justificarán y minimizarán hasta el final la actuación de Trump. Lo mismo pasa si uno opta por informarse a través de la CNN o de Fox News. La polarización social y mediática del país sigue intacta.

Con independencia de las interpretaciones, lo que es un hecho es que el Congreso de momento ha bajado el telón y se tomará un respiro hasta que pase Acción de Gracias, la próxima semana. Pero quedan cuestiones por responder. Los demócratas aún no han aclarado si han tenido suficiente con los testimonios de estas dos últimas semanas o si aún necesitan mas.

En principio, salvo novedad en este sentido, los legisladores del Comité de Inteligencia presentarán sus conclusiones, sobre las que se redactarán los artículos que se imputarán al presidente para ser juzgados en el Senado. Estos cargos, que posiblemente incluyan la extorsión y el soborno, serán sometidos a votación en el pleno de la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, antes de final de año.

Una vez en el proceso llegue al Senado, serán los conservadores, mayoritarios en la Cámara Alta, los que controlarán el juicio. Y allí son los demócratas los que más tienen que temer, en varios campos de batalla.

Primero, en el de la opinión pública. Si esta primera fase del impeachment estaba diseñada para dañar la imagen de Trump, la próxima pondrá en la diana a sus oponentes, tal y como ha avanzado el propio presidente este viernes en una entrevista en su cadena favorita, Fox News. “Quiero un juicio”, anunció Trump durante una intervención en Fox & Friends, defendiendo que “no hay nada” malo en lo que hizo.

Para el magnate, su llamada del 25 de julio con el presidente Zelensky fue “totalmente apropiada”. Y si finalmente la Cámara de Representante aprueba los cargos contra él, ya avisa de que pedirá la comparecencia en el juicio de Adam Schiff, el demócrata de California que ha liderado el comité de audiencias públicas, así como del denunciante anónimo que destapó el escándalo presentando una queja, al que calificó como “un agente político”.

Trump avanzó que los republicanos también citarán a Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente Joe Biden, su posible rival a las presidenciales de 2020. Lo interrogarán sobre por qué fue fichado por la empresa de gas ucraniano Burisma mientras su padre era número dos de Obama y mantenía relaciones con Ucrania.

Para asegurarse de que los conservadores cumplan su plan, este jueves el presidente mandó al abogado de la Casa Blanca, Pat Cipollone, a almorzar con un grupo de senadores republicanos para discutir esta estrategia. Mientras, sus asesores Kellyanne Conway y Jared Kushner, dos pesos pesados en su equipo, se reunieron con otro grupo de legisladores del mismo partido, según publican varios medios.

En estos encuentros, al margen de los testigos, se discutió sobre la duración del proceso en el Senado, que probablemente se prolongará al menos dos semanas en enero.

Daño a las primarias demócratas

Esto conduce al segundo frente en el que los demócratas se verán dañados. Las reglas del impeachment obligan a que todos los senadores estén presentes durante el juicio político. Seis de los aspirantes a las primarias presidenciales del partido tienen acta en la Cámara Alta, como Bernie Sanders, Elizabeth Warren o Kamala Harris. Ninguno de ellos podrá dedicarse a hacer campaña en Iowa durante las semanas previas a los caucus de aquel estado, una cita clave en la carrera presidencial.

Esta es al menos la intención de Trump, y todo hace indicar que los republicanos la respaldarán de cabo a rabo. No en vano, testimonios tan explosivos como el del embajador de EEUU ante la Unión Europea, Gordon Sondland, que confirmó que Trump condicionó la ayuda a Ucrania a una investigación a los Biden, no han variado su postura.

Por ahora, el único congresista republicano en el Comité de Inteligencia que ha mostrado cierta preocupación por las revelaciones de los testigos ha sido el representante Will Hurd, de Texas. “No estoy de acuerdo con este tipo de política exterior fallida”, dijo este jueves, no sin antes añadir que no había escuchado “evidencias que demuestren que el presidente cometió soborno o extorsión”. Para entender sus palabras conviene tener en cuenta que este legislador no se postula para la reelección.

El resto de congresistas conservadores se agarra al argumentario oficial, que precisamente aprovecha la declaración del pasado miércoles de Sondland, uno de los pocos testigos que hablaba directamente con Trump cuando ocurrieron los hechos.

El embajador reconoció ante el comité que Trump habló de la investigación a Burisma en la llamada telefónica del 26 de julio, pero también admitió que en una llamada posterior, él mismo le preguntó abiertamente: “¿Qué quieres de Ucrania?”. “No quiero nada”, fue la respuesta de Trump, unas palabras que desde entonces el presidente repite cada vez que tiene ocasión, ayudado de unas toscas notas escritas a mano que ya se han hecho virales.

Este matiz ha dado algo de aire al presidente, que como como en crisis anteriores trata de presentarse como la víctima de una “caza de brujas” injustificada, algo que funciona entre sus seguidores.

“Sigan luchando duro, republicanos, están lidiando con escoria humana” durante las audiencias “más injustas en la historia de Estados Unidos", escribió en su cuenta de Twitter esta semana. "Pero estamos ganando a lo grande, y pronto estarán en nuestro territorio", añadió, en referencia al Senado.

La opinión pública sobre el presidente se mantiene mientras inamovible. "Estamos viviendo en dos países distintos, con dos periódicos distintos, dos canales de noticias distintos, dos grupos de personas con conclusiones completamente opuestas", afirma en Los Ángeles Times Frank Luntz, un encuestador republicano con sede en Los Ángeles.

Los medios y las bases conservadoras presentan este proceso como un intento desesperado de la oposición por ganar en el Congreso lo que no consigue en las urnas. Sin embargo, la esperanza de los demócratas es movilizar a los pocos votantes indecisos que aún quedan en el país.

25 millones de 'trumpistas'

Sin embargo, la estrategia tiene sus riesgos. El juicio está reanimando a las bases trumpistas, como demuestra que el Comité Nacional Republicano haya recaudado desde que se inició proceso de destitución 25 millones sólo en octubre.

Y aunque es pronto vaticinar el resultado final de estas dos semanas sobre la opinión pública, las primeras encuestas a grupos reducidos muestran que los puntos de vista de los votantes sobre el impeachment siguen apegados a su postura a favor o en contra de Trump.

Mientras, el ánimo del presidente parece voluble. Político ha publicado que el magnate parece consumido por la investigación, descuidando su gestión mientras sigue las sesiones, así como la actuación de sus defensores. Para evitar esta imagen, la Casa Blanca ha cargado su agenda de actos que evidencien que sigue trabajando. Aunque en cada ocasión que puede, vuelve al tema. “¡No quiero nada. No quiero nada!”.