El presidente Trump recibió por todo lo alto a Vladímir Putin en Estados Unidos. Reuters
Trump y Putin hacen la pinza a Ucrania y abocan a Zelenski a ceder a los 28 puntos de EEUU o depender únicamente de la UE
Como sucedió en febrero, con la encerrona a Zelenski en el Despacho Oval, o en agosto, con la cumbre a dos entre Putin y Trump en Alaska, EEUU ha vuelto a poner a Ucrania entre la espada y la pared exigiendo unas condiciones que Rusia jamás aceptaría.
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Cada cierto tiempo, alguien del Kremlin llama a Steve Witkoff y le explica que Putin quiere acabar con la guerra, que la situación ucraniana es desesperada en el frente y que es momento de apretar las clavijas a Zelenski para que acepte una paz en los términos del invasor. Eso es exactamente lo que ha pasado de nuevo esta semana.
Con la mediación del banquero Kiril Dmitriev, ucraniano de nacimiento, pero ferviente seguidor de Putin y su política expansionista, Witkoff confeccionó un memorándum de veintiocho puntos para que Ucrania lo acepte antes del Día de Acción de Gracias.
Las condiciones son dantescas para Kiev: Ucrania se vería obligada a ceder la totalidad del oblast de Donetsk, donde aún mantiene las ciudades clave de Kramatorsk y Sloviansk, el núcleo de la defensa oriental ucraniana.
Aparte, tendría que reducir su ejército hasta los 600.000 hombres, renunciar por escrito a una posible inclusión en la OTAN y compartir el uso de la central nuclear de Zaporiyia a cambio de que Rusia le permita utilizar el río Dniéper con fines comerciales.
Son condiciones propias de una rendición y Zelenski ya ha respondido en términos angustiosos: “Tendremos que elegir entre nuestra dignidad y la posibilidad de perder un aliado como Estados Unidos”.
El presidente ucraniano no cerró por completo la puerta al acuerdo, pero parece imposible que se ciña a estas exigencias. Insistió en que sigue queriendo luchar por una paz “justa y duradera” y mostró su recelo a la hora de tener que confiar en un país que “ya les ha invadido dos veces”, en referencia a la toma de Crimea y de parte del Donbás de 2014.
Putin se hace el interesante
Tampoco es que Vladimir Putin haya mostrado un gran entusiasmo. Es lo habitual. Filtra un interés que luego no existe y Trump se dedica a hacerle el trabajo sucio.
El presidente ruso afirmó que ha recibido el documento con los veintiocho puntos y que le parece interesante, una base para un posible acuerdo, pero que solo “lo ha mirado por encima”, en el enésimo gesto de desprecio hacia los esfuerzos de la Casa Blanca por complacerle.
Aunque las condiciones son claramente favorables a Rusia, no colman las expectativas que fijó el Kremlin cuando ordenó la invasión de su vecino en febrero de 2022.
Rusia nunca va a aceptar “diez años de garantías fiables de seguridad” para Ucrania, sean las que sean. En un principio, se habló de un segundo acuerdo para conceder a Ucrania un estatus semejante al de un país de la OTAN en caso de ataque, aunque lo más probable es que sean unas garantías similares a las ofrecidas a Catar y a Arabia Saudí.
Rusia tampoco va a aceptar que se le impongan zonas desmilitarizadas en su territorio, y si lo acepta, será para militarizarlas cuanto antes. Por humillante que resulte para Ucrania que el cumplimiento de la paz lo vaya a verificar una comisión formada solo por Estados Unidos y Rusia, lo más probable es que a Putin le sobre Estados Unidos en esa ecuación… y que la actual Casa Blanca tampoco ponga muchas trabas a la hora de hacerse a un lado.
“El final del final"
En medio, como siempre, queda Europa. Trump, básicamente, quiere que se encargue de todo. Que acepten a Ucrania en la Unión Europea, que vigilen sus políticas y que “desnazifiquen”, por usar el vocabulario ruso colado de rondón en el texto, un país cuyo número de neonazis es ínfimo en comparación con la propia Rusia.
Inmediatamente, los principales líderes europeos han salido a mostrar su apoyo a Ucrania, su enfado con Trump por no contar con ellos en esta solución y su determinación a pararle los pies a Putin.
El más contundente de todos ha sido el ministro de asuntos exteriores lituano, Gabrielius Landsbergis, quien afirmó en sus redes sociales que estábamos ante “el final del final” en la relación entre Europa y Estados Unidos y urgió a los demás dirigentes a olvidarse de volver a viajar a Washington para rendir pleitesía a Trump e intentar apaciguarle, como sucedió en la bochornosa cumbre posterior a la reunión en Alaska entre el presidente estadounidense y Putin.
Ahora bien, lo cierto es que no hay nada que haga pensar que no estamos ante la misma situación que entonces o que en febrero de 2022, cuando Zelenski fue acorralado en el Despacho Oval por negarse a firmar un acuerdo comercial por los minerales de las “tierras raras” de su país en los términos que exigía la Secretaría del Tesoro.
Tampoco, por lo tanto, podemos descartar que esta crisis acabe como las otras dos: a Trump se le pasa la pasión prorrusa, se le cruza otra cosa por el camino y su atención vira por completo.
El enfoque errado
Los daños, mientras tanto, son enormes para la comunidad occidental. Putin gana tiempo y puede observar desde el Kremlin cómo sus enemigos se enfrentan entre sí.
De ese modo, puede continuar con sus avances sobre el terreno, aunque sea a un precio carísimo de vidas, y puede esquivar las sanciones que Estados Unidos no termina de imponerle nunca, por mucho que Trump asegure que son “inminentes”.
Aunque la situación no es ni mucho menos como la pintan Rusia y Estados Unidos–“son tierras que van a perder igual en poco tiempo”, afirmó el presidente estadounidense en la cadena FOX News-, es innegable que el castigo al que está siendo sometida Ucrania es tremendo, con un invierno por delante que se puede hacer aún más duro de lo habitual debido a los continuos cortes de electricidad derivados de los ataques rusos a fuentes energéticas.
De ahí a suponer que Kramatorsk y Sloviansk van a caer en el corto plazo o que a Ucrania le conviene tirar a la basura todo el esfuerzo de estos cuatro años y ver cómo los rusos se quedan con sus tierras, reingresan en el G8 y vuelven a ser parte activa de la comunidad internacional va un trecho. En cualquier caso, como decíamos, da igual. Si Zelenski aceptara las condiciones de Trump, lo más probable es que Putin se diera el gustazo de rechazarlas él e imponer unas aún más beneficiosas.
El pasado miércoles, el vicepresidente J.D. Vance afirmaba en una entrevista que lo que estaban proponiendo a Ucrania y a Rusia era que “dejaran de matarse y empezaran a comerciar”.
Eso es no entender absolutamente nada de lo que pasa por la mente del imperialismo ruso. Esta es una cuestión existencial que no admite grados ni líneas de combate y que, desde luego, no se soluciona con un comercio que siempre ha existido desde la desintegración de la Unión Soviética.
Cuanto antes se den cuenta, menos perderemos todos el tiempo.