Boris Yeltsin, en una imagen de archivo.

Boris Yeltsin, en una imagen de archivo. Reuters

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La cena en que Walesa bebió con Yeltsin hasta lograr su apoyo al ingreso de Polonia en la OTAN

Putin justificó la invasión de Ucrania en que Occidente incumplió su promesa de no extender la Alianza hacia el Este.

29 junio, 2022 03:34

"'Ni un centímetro más hacia el Este', nos dijeron en los 90. ¿Y qué pasó? ¡Que mintieron, nos engañaron descaradamente!", dijo Vladimir Putin en su rueda de prensa anual, en diciembre último, reiterando su agravio y resentimiento antioccidental, sustrato de sus pretextos para justificar la invasión de Ucrania. 

Diplomáticos, analistas e historiadores debaten aún si ese “ni un centímetro más hacia el Este” dicho por el secretario de Estado de EEUU, James Baker, a Mijail Gorbachov en febrero de 1990 era o no una promesa. Menos conocido es el episodio en que el sucesor de Gorbachov y antecesor de Putin, Boris Yeltsin firmó su visto bueno a la entrada de Polonia en la OTAN. Quizá porque la picaresca de unos y la debilidad de otros prefiera que no se recuerden los detalles.

Andrei Kozyrev, 71 años, vive hoy en EEUU. Entonces (1990-96) era ministro de Exteriores de la Federación Rusa, surgida del estallido de la Unión Soviética. En sus memorias, muestra afecto personal hacia Yeltsin, el hombre con el que compartía vacaciones familiares. Pero es crítico con la actuación política de Yeltsin, quien echó por tierra las reformas que él y otros demócratas trataban de impulsar.

"Particularmente frustrante era el problema con la bebida de Yeltsin, del que intentaban sacar provecho otros líderes. Una noche especialmente alcohólica de 1993, el presidente polaco, Lech Walesa logró que Yeltsin aceptara apoyar la entrada de Polonia en la OTAN", escribió en Financial Times, Courtney Weaver, tras un encuentro con Kozyrev el pasado marzo. El entonces jefe de la diplomacia rusa acabó aceptandolo pero temía que la adhesión fuera prematura.

Esa noche especialmente alcohólica fue la del 24 de agosto de 1993. Yeltsin acaba de aterrizar en Varsovia en su primera visita oficial y Walesa le propone cenar a solas. El ruso acepta de buena gana.

"Diplomacia por otros medios"

En esa cena, copiosamente regada, según la leyenda, el exsindicalista consiguió arrancar a su interlocutor ruso la promesa, escrita en un pedazo de papel, de que no se opondría a la entrada de Polonia en la Alianza Atlántica. "Es lo que se llama diplomacia por otros medios" le contó hace unos años Janusz Onyyszkiewicz, ministro de Defensa de la época, a Sylvie Kauffmann de Le Monde.

Éste cenaba con su homólogo ruso, el general Pavel Grachev. "Se oponía firmemente a la adhesión de Polonia a la OTAN. Mi misión era retenerle, impidiéndole que fuera a ver a Yeltsin durante la cena".

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El ministro de Exteriores polaco, Krystof Skubiszewski, experto en derecho internacional, era el encargado de ayudar a Walesa. Varias veces entró en la sala donde cenaban los dos jefes de Estado, para pasarle a su jefe argumentos sobre la Carta de París que en 1990, había oficializado el fin de la Guerra Fría, o los principios de Helsinki sobre el respeto a la soberanía. Yeltsin permaneció aislado de sus ayudantes durante toda la cena.

Yeltsin despierta a su ministro de Exteriores al regresar a su residencia, pasada la medianoche. "Estaba claro que era incapaz de articular tres palabras" escribió Kozyrev en The firebird. The elusive fate of Russian democracy. Yeltsin, balbuceando una excusa, le tiende un papel con una anotación manuscrita con su firma. Era la declaración ruso-polaca que debía rubricarse al día siguiente, con su visto bueno a la entrada de Polonia en la OTAN.

Kozyrev dejó que su presidente se acostara y regresó a la mañana siguiente con Grachev. Ambos explicaron a Yeltsin la necesidad de exigir una redacción más vaga pero el jefe de Estado ruso "lo que necesitaba era un 'alka seltzer'".

Cuando Yeltsin llegó a la cumbre "no estaba en su mejor momento" recuerda en Le Monde Andrezj Olechowski, futuro ministro polaco de Exteriores. "Abrió las ventanas y pidió que nadie fumara".

Kozyrev puso tres vasos en fila en la mesa de reuniones. "Éste es el Este" dijo mostrando el de su derecha. "Y éste es el del Oeste" señaló el de la izquierda. "El del medio es la Europa Central. Si mueves el vaso del centro hacia el Oeste, nos veremos obligados a intervenir. Así que mejor dejemos las cosas donde están". Grachev tomó la palabra para declarar que la modificación de la declaración conjunta era inaceptable para los rusos.

Walesa le interrumpió: "General, usted es un general formidable. Pero la política es asunto nuestro, así que déjenosla a nosotros". Luego, volviéndose a Yeltsin: "Boris, ya te lo dije, esta decisión puede ser impuesta pero es mejor si la tomamos nosotros mismos, juntos. Tú eres como yo, un líder político, un demócrata de verdad, nos corresponde a nosotros tomar las decisiones".

Según el relato de Kozyrev, Yeltsin se mostró reticente a echarse atrás de la palabra dada a Walesa en la cena sobre la que revoletearon las mariposas del vodka. Éste, "tras discutirlo", terminó por aceptar una formulación más vaga.

La caída del muro

El convoy con los últimos de los 60.000 soldados soviéticos destacados en Polonia cruzó la frontera, tres semanas después, el 17 de septiembre de 1993, el día del aniversario de la invasión de 1939. Polonia, Hungría y la República Checa ingresaron en la OTAN en 1999.

James Baker, jefe de la diplomacia americana, empleó esas controvertidas palabras el 9 de febrero de 1990, tres meses después de la caída del Muro de Berlín. Intentaba convencer a Gorbachov de que aceptara la unificación de Alemania y le preguntó si prefería que fuera independiente y estuviese fuera de la OTAN o que estuviera dentro "con la seguridad de que la jurisdicción de la OTAN no avanzaría ni un centímetro más hacia el Este desde sus fronteras en aquel momento".

Para Washington, no fue ni una promesa ni una garantía, tan sólo una sugerencia. Para el Kremlin, la expansión hacia los antiguos países del antiguo Pacto de Varsovia fue una traición a un "acuerdo internacional". La realidad es que, cuando Walesa y Yeltsin cenaron a solas, la URSS ya no existía; el Pacto de Varsovia, tampoco y Gorbachev no estaba en el poder.