Una explosión durante los ejercicios militares conjuntos de Rusia y Bielorrusia.

Una explosión durante los ejercicios militares conjuntos de Rusia y Bielorrusia. Reuters

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Putin intensifica la presión sobre Kiev, dejando la puerta abierta a una invasión total de Ucrania

El Kremlin ha decidido prolongar los ejercicios militares en Bielorrusia y Estados Unidos cree que Rusia lanzará una ofensiva en cualquier momento. 

21 febrero, 2022 02:38

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Con todos los ojos puestos en el Donbás, territorio en disputa en la frontera este entre Ucrania y Rusia, los últimos acontecimientos han abierto la puerta a un ataque simultáneo en varios frentes que incluirían, según la inteligencia estadounidense, la capital ucraniana.

El pasado viernes, Biden afirmó públicamente su convencimiento de que Putin ya había tomado la decisión de invadir Ucrania y que sus esfuerzos militares se centrarían en Kiev. No dijo "el Donbás", dijo "Kiev", en lo que hay que entender como una manera muy pensada de medir las palabras.

Hasta ahora, los escarceos fronterizos apuntaban a un escenario similar al vivido en febrero y marzo de 2014 con Sebastopol y, posteriormente, la totalidad de la Península de Crimea. Se infiltran agentes de incógnito para crear el caos, se forman milicias supuestamente autónomas y solo se entra para rematar el trabajo.

Ahora bien, eso sirve para invasiones locales. Podría servir para anexionarse Donetsk, por ejemplo, pero no parece eso lo que insinuaba Biden con sus declaraciones ni Boris Johnson cuando el sábado avisaba de "la peor situación bélica desde la II Guerra Mundial". Para eso, Putin tendría que ir directamente a Kiev, invadir la capital, expulsar al gobierno, entrar con los tanques y establecer un protectorado sobre el resto del país sin la necesidad, quizá, de ocupar cada ciudad por el camino.

Todo eso es muy difícil hacerlo desde el Donbás. La inteligencia estadounidense calcula que ya son 190.000 las tropas ubicadas alrededor de las distintas fronteras de Ucrania con Rusia y Bielorrusia; la mayoría, efectivamente, en la frontera este. Por elevado que parezca el número, no está claro si podrían recorrer sin oposición los 593 kilómetros que separan Donetsk de la capital. Ucrania tendría tiempo para preparar su defensa y plantar cara. Si Putin quiere hacerse con la capital cuanto antes y descabezar así cualquier intento de reacción, lo normal es que lo haga desde Bielorrusia.

Camiones militares rusos en Bielorrusia esta pasada semana.

Camiones militares rusos en Bielorrusia esta pasada semana. Reuters

En ese sentido, las últimas noticias de este domingo son preocupantes: tras terminar este fin de semana las maniobras junto al ejército bielorruso, parece que las treinta mil tropas destinadas a Baranovichi, a escasos doscientos kilómetros de la frontera contra Ucrania, permanecerán en el terreno con la anuencia del títere de Putin y dictador bielorruso, Alexander Lukashenko.

Si Putin realmente tiene pensado invadir Ucrania en su totalidad, lo normal es que lo haga desde al menos tres frentes, para lo cual necesita amplios contingentes de tropas en los tres: el Donbás, por supuesto, y la frontera este en general; Bielorrusia, para ir en línea recta hacia Kiev, y Crimea, para establecer una conexión rápida por la costa del Mar Negro hasta Odesa.

Guerra de 'falsa bandera'

Otra cosa es cómo justificar un ataque de tal envergadura: el mismo viernes, las redes sociales se llenaban de vídeos publicados por distintas agencias de comunicación prorrusas en los que se mostraban supuestos ataques del ejército ucraniano (sus consecuencias, más bien: vidrios rotos, estructuras caídas, gritos de civiles…) mientras los líderes separatistas de la cuenca del Donetsk pedían a la población que cruzara la frontera con Rusia para evitar una supuesta masacre ordenada por el gobierno de Volodimir Zelenski.

El problema de dichos vídeos es que eran falsos, grabados, de hecho, dos días antes. Intuimos que algún tiroteo hubo en el Donbás ese viernes por la tarde porque incluso el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, dio la noticia por buena en declaraciones a la Agencia Efe.

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, y el mandatario ruso, Vladimir Putin, observando este sábado desde Moscú los ejercicios militares conjuntos.

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, y el mandatario ruso, Vladimir Putin, observando este sábado desde Moscú los ejercicios militares conjuntos. Reuters

Ahora bien, la magnitud de esos posibles tiroteos o lanzamientos de proyectiles -llamarlos "bombardeos", como hizo Borrell, sí que parece excesivo-, está por determinar en una zona que vive desde hace ocho años un conflicto civil y militar constante.

La comunidad internacional ha tomado esta serie de noticias falsas como lo que probablemente son: los primeros pasos hacia una guerra de "falsa bandera" por la cual se crea un conflicto falso y se justifica el ataque militar para solucionar lo que tú mismo has inventado.

No hay evidencia alguna de que el ejército ucraniano esté aumentando la presión sobre los separatistas prorrusos. Al contrario, el propio gobierno de Kiev denuncia más de cincuenta acciones de las milicias que supondrían una ruptura de los acuerdos de paz firmados en Minsk entre Rusia y Ucrania.

Que Vladimir Putin está forzando la situación en la frontera este de Ucrania es obvio. En su momento dijo que iba a empezar la retirada de tropas y tampoco hay constancia de que eso haya sucedido. Siguen ahí, alerta, esperando órdenes. Desde hace semanas, Estados Unidos anuncia regularmente la inminencia de un ataque que no se produce.

Pese a las críticas y el desgaste en la opinión pública que esto produce, puede no ser una mala idea: avisando de las intenciones de tu enemigo, intentando adelantarte a sus actos, de alguna manera los retrasas. Putin no solo quiere acabar por las bravas con el conflicto de Ucrania sino convencer al mundo de que “no le ha quedado más remedio”.

Un caza de combate ruso en la región de Brest, Bielorrusia.

Un caza de combate ruso en la región de Brest, Bielorrusia. Reuters

Cada vez que Biden o cualquier otro miembro de la OTAN explican cómo y cuándo se va a llevar a cabo ese ataque, de alguna manera le estropean la narrativa a Putin. Veamos hasta cuándo se puede prolongar esta situación.

El fin de la tregua olímpica

Aunque Kiev parece vivir en una tranquilidad absoluta, de vuelta al trabajo tras un agradable fin de semana con relativo buen tiempo, la amenaza que supone tener 30.000 tropas rusas a doscientos kilómetros -podrían ser incluso menos si Lukashenko permite que se muevan por suelo bielorruso hasta la mismísima frontera- es de lo más inquietante. Ni siquiera sabemos si las tropas bielorrusas podrían mezclarse con las rusas y aumentar así el contingente. Nunca lo reconocerían, en cualquier caso.

En principio, el secretario de estado estadounidense Antony Blinken, tiene pensado reunirse con su homólogo ruso esta semana. No se ha determinado aún el lugar ni la fecha. Blinken incluso contempló públicamente la posibilidad de que la invasión comience antes de que ambos puedan reunirse. Una de las hipótesis barajadas en este último mes de conjeturas fue que Rusia quisiera respetar la “tregua olímpica” en muestra de respeto al gobierno chino, organizador de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. Dichos Juegos terminaron este mismo domingo.

¿Implica eso que el ataque es inminente? Implica, como poco, que Rusia solo necesita una chispa que haga explotar el barril de dinamita. Las soluciones diplomáticas que sigue pidiendo Zelenski se van agotando: preguntado Blinken si Estados Unidos reconocería la soberanía rusa sobre Crimea y el Donbás como solución de emergencia para evitar una guerra, el Secretario de Estado respondió con un contundente 'no'.

Recordemos que, aunque a los europeos nos preocupe sobre todo la situación en el este de nuestro continente, Estados Unidos mira más allá: reconocer la soberanía rusa sobre territorios independientes o de otro país dificultaría mucho su posición diplomática en caso de una invasión de Taiwán por parte de China, algo que Xi Jinping lleva insinuando desde hace más de un año.