Isabel Preysler.

Isabel Preysler. María Marañón

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Isabel Preysler repasa su vida: "He hecho lo que me ha dictado el corazón y no me ha ido mal"

La socialité hispano-filipina conversa con MagasIN: "Estaba enamoradísima de Miguel (Boyer), pero no estaba lista para irme con él. Me dijo 'voy a dejar el Gobierno y necesito que te vengas conmigo'” | "Las madres pensamos que (las hijas) debieran casarse con quien les convenga, no con quien quieran".

17 mayo, 2022 03:35

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¿Qué puedo decir de Isabel Preysler (Manila, 1950)? Tiene una cabeza extraordinariamente amueblada. Es una singular conjunción de inteligencia y sensatez guiada por el corazón. Rigen en ella coherencia, educación y sentido del humor.

De su infancia en Filipinas guarda muy buen recuerdo. “Éramos muchísimos primos. Siempre estábamos haciendo planes juntos. Fue una infancia muy alegre, muy divertida y feliz”. Un tatarabuelo materno, oriundo de Allo (Navarra), llegó en barco al archipiélago. Casó con una nativa rica, dueña de tierras. Pero esa es otra historia fascinante... “Los Preysler sólo se casaban con españoles”.

“En casa se respiraba un aire español. Mis padres nos obligaban a hablar con ellos en español. Pero entre mis hermanos lo hacíamos en inglés. Es mi lengua materna, pues estudiábamos en ese idioma. El tagalo lo aprendí en el colegio de monjas, en Manila”.

En Filipinas tiene muchos amigos y vive su hermana. Incluso han heredado de su madre una hacienda que está en venta.

Pregunta: Llegó a España por primera vez en 1969. ¿Qué impresión le produjo?

Respuesta: Me encontré como en casa. Tenía familia, mis tíos, mi padrino y muchos amigos de mis padres. No llegaba a un país desconocido como extranjera. Eran las mismas costumbres que en casa.

Para mí, recién llegada de Filipinas, España era un país más moderno. En Madrid me dieron libertad. Podía salir lo que quisiese. No tenía horario. En Filipinas no te lo permitían. Mis padres eran muy estrictos.

Isabel Preysler.

Isabel Preysler. María Marañón

En España ha conocido cuatro mundos diferentes: artístico, aristocrático, intelectual y el relacionado con su profesión.

No puedo decir que conocí a fondo el mundo artístico durante mi matrimonio con Julio (el cantante Julio Iglesias), porque él tenía su mundo. No solía juntarse con otros artistas, aunque sí conocí a bastantes con él. El mundo aristocrático español está formado por una sociedad muy cerrada que me recibió sólo por haberme casado con Carlos (Falcó, marqués de Griñón). Miguel era un intelectual, pero con él viví mucho más el mundo político (Miguel Boyer fue ministro de Hacienda durante el primer gobierno de Felipe González).

¿Cómo era el mundo político?

Terrible por la situación política de Miguel, que era muy conflictiva. Fue lo que me tocó. Me alegré cuando dejó la política. Todo el mundo creía que volvería porque estaba acostumbrado a mandar. Pero yo le veía encantado con su física, empezó a estudiar biología… Leer y estudiar le apasionaban.

En casa se ha hablado mucho de política. Tratábamos a personas interesantes relacionadas con ese mundo. Era poco después de la Transición, que es tal vez la parte más interesante de nuestra historia reciente, y estábamos todos muy orgullosos de haber vivido esa etapa tan importante.

¿Con Miguel discutía de política?

Sí, pero reconozco que estaba bastante de acuerdo en muchas cosas. Con Mario (Vargas Llosa) discuto más. No pasa nada.

Es muy difícil mantenerse en el candelero tanto tiempo. ¿Algún consejo?

No he hecho nada para conseguir “mantenerme en el candelero”. Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza tratar de hacerlo. Me he limitado sencillamente a vivir mi vida.
No te puedo decir por qué ha despertado ese interés. Es también por mi familia. No soy yo sola.

¿Cuándo empezó a ser independiente económicamente?

Cuando me separé de Julio y Eduardo Sánchez Junco me ofreció mi primer trabajo. Me pagaba muy bien las entrevistas que hacía a gente conocida internacionalmente.

Siempre he dado muchísima importancia a la independencia económica y, por supuesto, se la he inculcado a mis hijas. Luego llegó Porcelanosa. Llevo 30 años trabajando con ellos y he tenido la misma suerte que tuve con ¡Hola!. También he trabajado para Ferrero Rocher, Suarez, Chrysler, Rabat, Coty… No me puedo quejar, porque han sido trabajos muy profesionales, serios y me han cuidado mucho. Incluso ahora sigo haciendo publicidad de vez en cuando.

Isabel Preysler.

Isabel Preysler.

Ha manejado con inteligencia los tiempos de la prensa del corazón. ¿Es metódica en el trabajo? ¿Perfeccionista? ¿Espontánea? ¿Intuitiva?

Jamás he manejado tiempos en la prensa del corazón. Lo que pasa es que han ido ocurriendo cosas en mi vida, unas buenas y otras malas, y la prensa las ha publicado. Doy mucha importancia al trabajo. Soy muy metódica y perfeccionista. Espontánea con mis amigos, con la gente que tengo confianza. Intuitiva sí, creo que muy intuitiva.

La prensa del corazón ha cambiado mucho. ¿Qué diferencias destacaría?

No estoy muy al día. Antes estaban permanentemente en la puerta de mi casa. Fíjate, uno me dijo que gracias a las fotos que me había sacado había podido comprar el piso y casarse. Otro compró todos sus electrodomésticos. Pensé, por lo menos ha servido para algo.

Estaban aparcados en mi casa todo el día. Hacían un grupo y se ponían de acuerdo. Me perseguían y dividían después las ganancias. Cuando empezamos Mario y yo, no sabes lo que era esto. Se colocaban en la calle de enfrente y, como estaban tantas horas, se ponían a jugar al fútbol, traían sus comidas… Me daban pena mis pobres vecinos. Peor fue con Miguel.

Hay gente que no me cree, pero no he dado una sola exclusiva. Lo que he hecho es cumplir con mi contrato con Porcelanosa y Rabat y para ello tenía que conceder algunas entrevistas. Como coincidió con Mario, me preguntaban por la relación.

La calle está más tranquila. No están los paparazzi.

Ahora sólo están de vez en cuando.

¿Va en un coche con los cristales tintados?

Sí. Me siento más cómoda. Como te conocen, empiezan a señalarte…

Ha despertado mucha admiración y también envidia, un rasgo muy español.

Eso me lo dijo Julián Cortés Cabanillas recién llegada. Me preguntó si estaba contenta en Madrid. Yo me encontraba feliz. Fíjate que no me quería ir de Filipinas y después ya no me quería ir de España. Y me dijo “te acostumbrarás. España el gran defecto que tiene es que es un país muy envidioso”. Me chocó ese comentario entonces.

"Esa frase que me achacaban 'tendré más portadas que tú', nunca la he dicho ni se me hubiese pasado por la cabeza"

¿Ha padecido envidia?

Yo creo que todos la hemos padecido en algún momento. Pero no solamente en España, también en Latinoamérica. Es menos común en países anglosajones.

Julio me contó que una vez estaba con su Maserati en un semáforo en EEUU. Pasó un chico negro, miró al coche, lo miró a él y mostró el pulgar hacia arriba en signo de aprobación: “You made it man” (lo has conseguido, tío). Y Julio me decía, en Europa me hubieran rayado el coche…

“Llevo media vida como si estuviera pisando huevos. Con un cuidado espantoso”. ¿Es suya esta frase?

Sí.

Usted que se ha puesto el mundo por montera…

A pesar de todo eso, he debido tener muchísimo cuidado con cualquier cosa que hiciese. Todo lo tergiversan y magnifican. Lo exageran. He dejado de hacer muchas cosas. Esto lo hemos sufrido toda la familia.

¿Se ha acostumbrado o le sigue molestando?

No. Ya paso… He dicho toda la vida que paso, pero no paso (se ríe).

¿Cómo ha conseguido que la fama no le haya envanecido?

A Julio, cuando nos casamos, le asombraba que yo no tuviera ningún interés por salir en la prensa y lo achacaba a mi falta de vanidad. Siempre di por sentado que el interés era por Julio y aceptaba posar con él siempre que me lo pedía. Nunca pensé que las cosas se desarrollarían de este modo. Ya metida en la vorágine de la prensa, por perfeccionista y algo maniática (que no por vanidad), me gusta que las fotos salgan bien.

Ha seguido siendo usted misma.

¿Y por qué no iba a seguir siendo yo?

Generalmente, la fama te hace perder la cabeza.

Hay mucha gente que pierde la cabeza. Lo que pasa es que, al ser conocido, se nota más.

Por ejemplo, esa frase que me achacaban “tendré más portadas que tú”. Esa estupidez nunca la he dicho ni se me hubiese pasado por la cabeza. Cuando me separé de Julio, daba por hecho que se olvidarían de mí. Y pensé que llevaría una vida tranquila.

Isabel Preysler.

Isabel Preysler.

¿Qué lamenta haber sacrificado por la fama?

Ha habido veces en las que he lamentado profundamente formar parte de una familia famosa. Recuerdo todavía con verdadero dolor que mis tres hijos mayores tuvieran que irse a vivir a EEUU tras el secuestro de su abuelo.

¿Qué piensa de esta época de cambios e incertidumbre económica y social?

Es una época muy preocupante económicamente y no se ve fácil solución. Además, está la guerra de Ucrania que no sabemos cómo va a acabar. Todo esto produce angustia y desesperanza.

Podría decirme cuatro virtudes o cualidades que aprecie.

La inteligencia, el sentido del humor, la bondad y la generosidad.

Tres defectos que deteste.

La soberbia, la mentira y la tacañería.

¿Qué añora de su juventud y qué elogia de la madurez?

De mi juventud, lo único que puedo añorar es la parte física. La agilidad con la que ganaba campeonatos de natación y velocidad. Respecto a la madurez, fuera de la experiencia y la sabiduría, no elogio nada (se ríe).

Usted que ha apostado tanto por el amor, ¿qué piensa del amor?

Gente extraordinariamente inteligente ha escrito y dicho tanto sobre el amor que no me atrevo a añadir nada.

Pero algo más podrá decirme. Sus grandes decisiones han sido por amor.

Sí. Reconozco que estaba enamoradísima de Miguel, pero no estaba lista para irme con él. Me dijo “voy a dejar el Gobierno y necesito que te vengas conmigo”. ¿Qué haces? Al final, he hecho siempre lo que me ha dictado el corazón y no me ha ido mal.

Otras personas se equivocan.

Es verdad. Tampoco me puedo enamorar de una persona que yo considere que no merece la pena. Me ha ido bien. Me enamoré locamente de Miguel. Estuve 30 años con él. Sufrí muchísimo cuando enfermó. Ver a un hombre tan inteligente caer enfermo de esa forma fue muy duro.

He tenido la suerte también de haber dado con hombres que todos eran “señores”. Con Julio mantuvimos la cordialidad por nuestros tres hijos. Carlos se podía haber portado fatal conmigo. Era una época todavía machista y se portó como un señor, un señor de los pies a la cabeza.

¿A sus hijas les recomendaría que se casaran por amor?

Las madres pensamos que debieran casarse con quien les convenga, no con quien quieran. Pero mis hijas me dirían “si tú has hecho todo lo contrario”. La verdad es que mis hijos se han casado o tienen parejas por amor y yo siempre les he apoyado.

"Mis cinco hijos se quieren como si fuesen hermanos, no hermanastros"

En su casa hay una gran biblioteca. Su madre era muy aficionada a la literatura. Su compañero es Mario Vargas Llosa. ¿Le gusta leer? ¿Cuáles son sus lecturas favoritas?

La biblioteca era de Miguel, parte es de Mario. Me gusta leer y tener una buena novela en todo momento. Favoritas de Mario son varias: Conversación en la catedral, La ciudad y los perros, La fiesta del Chivo, Pez en el agua, La tía Julia y el escribidor… Me encantan Tolstoi, Dickens, Stendhal, Flaubert, Zweig, Hemingway… De autores jóvenes, acabo de terminar una magnífica novela, Volver la vista atrás del escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez.

¿Qué aficiones tiene?

La más importante y la mejor de todas, mis nietos. Luego, el cine, la lectura, la música…

¿Cuáles son sus prioridades en la vida?

La principal, mi familia. Después, mis amigos, la gente que quiero y su felicidad.

Ha logrado mantener a la familia unida.

Cuando los hijos son de la misma madre, se unen más fácilmente. Mis cinco hijos se quieren como si fuesen hermanos, no hermanastros.

¿Su vida le ha sorprendido?

Sí. También te digo que, aunque no hubiera sido conocida, mi vida habría sido más o menos igual. Creo yo.

Aparecen unos amigos. Tienen noche de cine. Hablan de la película que van a ver, de lo divino y de lo humano. El ambiente es simpático y divertido. Isabel me despide en la puerta y se empeña, como generosa anfitriona, que me acompañen hasta la calle. Insisto en que no hace falta, pero ella manda.